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viernes, octubre 24, 2025

Rod Stewart, el showman inagotable: con 80 años, cantó, bailó, se divirtió y regaló una catarata de hits a sus fans argentinos

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Una vez más, Rod Stewart mostró todo lo que es: un showman enorme, un cantante extraordinario, un rubio divertido; un artista que tiene una cantera inagotable de éxitos, y que aún a sus 80 años sigue siendo capaz que magnetizar a una audiencia. En la noche del miércoles 22, en el Movistar Arena, también supo ocultar lo que no es: un joven resistente, capaz de realizar un rally aeróbico de dos horas como si fuera una caminata ligera a la esquina.

Pero ahí está la magia de este viejo zorro del escenario porque nadie puede entender, más allá de entrenamientos y cuidados, cómo Rod Stewart aguanta un show tan intenso y generoso, variado y sorprendente; un poco kitsch y otro poco sobrio, un tanto cocoliche, tal vez.

La cantidad de recursos que Stewart despliega a lo largo de sus dos horas de show es impresionante. Ya no tiene un trote largo, pero esas arremetidas cortas que hace sobre el escenario son únicas; sus paradas, sus pasos de baile, sus muecas burlonas, sus gestos de autoridad, socarrones, teatrales, efectistas y efectivos. ¡Y sin despeinarse!

Esa cresta rubia que aún gobierna su cabeza parece ser inmune a cualquiera de sus múltiples movimientos y hace pensar que es verdad que los rubios se divierten más. Y con este rubio, también se divirtió el público.

Rod Stewart vertical, Rod Stewart apaisado; al comienzo las pantallas parecen estar divididas en fotogramas, cada una reflejando una postal de un sector del escenario. La configuración de su banda se asemeja a la de un equipo de fútbol agrandado: seis mujeres y cinco varones, con Rod Stewart en un plano diferente.

Se podría pensar, a priori, que las seis chicas cumplirían un rol entre bailarinas y voces de apoyo, pero rápidamente esa noción queda en el olvido, porque además de bailar y cantar bien, tocan violín, mandolina, guitarras, percusión y hasta un arpa que sorprendió al sonar el primer lento de la noche: First Cut is the Deepest, en una monumental versión del clásico de Cat Stevens, del cual Rod Stewart se adueñó hace varias décadas. Una señora entusiasmada gritaba: “¡Veniiiií! ¡Fila cuatro!”

Parece que los rubios se divierten más. Rod Stewart y sus coristas (que también tocan instrumentos, y muy bien), en el show del miércoles 22 de octubre en el Movistar Arena. Foto: Martín Bonetto Parece que los rubios se divierten más. Rod Stewart y sus coristas (que también tocan instrumentos, y muy bien), en el show del miércoles 22 de octubre en el Movistar Arena. Foto: Martín Bonetto

Antes habían sonado Infatuation, poderoso rock ochentoso; Tonight I’m Yours y el clásico de Motown, It Takes Two, que supo interpretar junto a Tina Turner, homenajeada desde las pantallas, al igual que después lo sería Christine McVie de Fleetwood Mac. Causaría sorpresa, ya al final del show la imagen de la tercera homenajeada: Eva Perón, cuya imagen gobernó el centro de la escena mientras la banda interpretaba Don’t cry for me, Argentina.

Fue el momento más serio de un recital nada serio, junto con la entonación de lo que puede ser la canción precursora del yacht-rock: Sailing, donde se hizo presente en pantalla la bandera argentina. Todos con gorra de capitán marítimo cantaron ese clásico junto al público, como si fuera un himno.

Un show completísimo

Y en el medio hubo de todo. Éxitos imbatibles que entraban como una daga al corazón de un público que los conoció en sus años mozos, como Tonight’s The Night. O Forever Young, cantada por todo el público, cuyos rostros convivían junto al de Rod Stewart en las pantallas, y parecían rejuvenecer junto al del cantante, que agitaba sus pelos locos, sus piernas traviesas y contoneaba su figura ya no tan maleable como en los ’70, pero llena de diablura, que respaldaba con gestos traviesos agitando sus brazos como si fuera un inflable de tienda de neumáticos, o dejándolos caer y bamboleándolos al compás de la canción.

Rod Stewart hizo un show de dos horas, en el que la energía no decayó nunca. Foto: martín Bonetto Rod Stewart hizo un show de dos horas, en el que la energía no decayó nunca. Foto: martín Bonetto

Para un público que conoció a Rod Stewart más por su coqueteo con la música disco en Da ya Think I’m Sexy?, que por su paso por Faces o sus reverenciados primeros álbumes solistas, resultó llamativo que la canción que unió a toda la audiencia en un coro tribal fuera Maggie May, un número uno de 1971, que sonó poco en su tiempo, pero que fue ganando espacio en los corazones argentinos a través de las pasadas en las radios de recuerdos. La violinista, J’Anna Jacoby, fue la compinche ideal de Stewart, con su sonrisa radiante y los gestos cómplices. Y un solo de violín que dejó a todos boquiabiertos.

Más allá de lo jacarandoso de la personalidad escénica de Rod, hubo un momento en que se tomó la cosa muy en serio, como queriendo demostrar que detrás de ese entertainer con alma de payaso todavía sigue en pie el crooner, el cantante profundo que puede dotar de alas a una canción.

Y eso se hizo visible cuando cantó I’d Rather go Blind, la emotiva canción con aires de blues que el mundo conoció por Etta James.

Una banda sólida y versátil

Pese a que algunos temas variaron su tonalidad, Rod Stewart sigue siendo capaz de cantar y conmover en eso que es su especialidad: los blues, el soul, y las infinitas variantes de la música negra.

Una imagen del escenario de Rod Stewart y su banda en el Movistar Arena. Una fiesta de principio a fin. Foto: Martín  BonettoUna imagen del escenario de Rod Stewart y su banda en el Movistar Arena. Una fiesta de principio a fin. Foto: Martín Bonetto

Lo mismo puede decirse de su banda de hombres solventes y mujeres extrovertidas, todas blancas, que le dieron un respiro al líder para que fuera a cambiarse (hubo cuatro mudas), realizando una versión magistral de I’m Every Woman, el clásico de Chaka Khan, con una sensibilidad que creó el espejismo de estar viendo a una banda soul.

En verdad lo que se vio fue un espectáculo completo al servicio de las caderas infatigables de Rod Stewart que no es una leyenda por nada.

Pese a su fama de rubio disipado, el hombre se ha cuidado lo suficiente como para llegar a los 80 hecho una pinturita que sabe cómo hacer que dos horas se pasen volando y que la lluvia de globos que marcan el final junto a Love Train, el clásico de The O’Jays, sean el moño de una noche festiva, la primera de una serie de tres.

¿Creés que soy sexy? Rod Stewart no dejó hit sin cantar en su noche en Buenos Aires. Foto: Martín Bonetto¿Creés que soy sexy? Rod Stewart no dejó hit sin cantar en su noche en Buenos Aires. Foto: Martín Bonetto

Rod Stewart termina exhausto, aún con la gorra de capitán puesta, ya un poco ladeada. Una señal de que lo ha dado todo, cosa que el público comprende y rubrica con un aplauso fervoroso.

Redacción

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