El vínculo político entre el presidente Javier Milei y su vicepresidenta Victoria Villarruel comenzó bajo un paraguas de convergencia electoral: ambos fueron catapultados al poder en 2023 por la coalición La Libertad Avanza, combinando el liberalismo económico del primero con el conservadurismo nacionalista de la segunda. Sin embargo, desde los primeros pasos de la gestión se adivinaron tensiones larvadas.
El desencuentro se profundizó en diciembre de 2023, cuando Milei conformó su gabinete sin asignarle a Villarruel áreas claves como Defensa y Seguridad, territorios en los que ella aspiraba tener influencia. Su ausencia en el acto de asunción y algunos desplantes protocolares posteriores reflejaron cómo ya se dibujaba una brecha difícil de cerrar.
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Esa distancia institucional creció cuando Villarruel comenzó a construir una agenda propia en el Senado: viajes internacionales, homenajes históricos y publicaciones desde su cuenta de X, reforzando una identidad política separada de la Casa Rosada. A medida que su peso parlamentario crecía, también crecía su postura crítica frente a las decisiones del gobierno.
El quiebre definitivo se produjo en julio de 2025, cuando el Senado aprobó –sin el dictamen presidencial– un paquete de leyes que incluyó un aumento de pensiones y partidas para discapacidad, retrotrayendo la política de austeridad de Milei . Esa sesión fue posible porque Villarruel, como presidenta del cuerpo, no frenó la convocatoria, lo que Milei consideró un “intento de golpe institucional”.
Tras la votación, las expresiones públicas se tornaron incendiarias: Milei acusó a Villarruel de “traidora” y la calificó de “estúpida” en redes y declaraciones públicas. Villarruel respondió que el presidente está “aislado” y le recomendó “ahorrar en viajes y en la SIDE”, en referencia al uso del presupuesto para inteligencia.
La crisis no solo fracturó la relación interna del oficialismo, sino que también impactó en la gobernabilidad: la ruptura ha consolidado una oposición de facto con gobernadores de todas las tendencias, reflejada en una sesión abrumadora en el Senado donde los mandatos provinciales se impusieron sobre el esquema centralista y de recortes de Milei . En el Ejecutivo admiten que se trata de una “crisis política” profunda.
Analistas como Jorge Giacobbe han descrito el episodio como un “divorcio político” de imposible reconciliación. Con un binomio presidencial disuelto, Miles enfrenta ahora elecciones legislativas condicionadas y una legitimidad erosionada, sin la base parlamentaria ni la unidad que imaginó al ganar en 2023.
Este quiebre, además de reflejar la encrucijada ideológica y táctica que atraviesa el gobierno de Milei, plantea un escenario inédito: un presidente aislado del Congreso y una vicepresidenta que opera como oposición interna. La dinámica futura podría incluir alianzas institucionales distintas al oficialismo, especialmente con miras a las elecciones que vienen.
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