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jueves, agosto 28, 2025

Saloni Doshi: «En India, la mayoría de coleccionistas son varones gay»

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Viene de Mumbai, a la que sigue llamando por su nombre colonial –“Bombay tiene toda la tradición que le falta a un nombre nuevo”- y se presenta con una definición conclusiva: “Colecciono arte desde mis 22 años y tengo 45. Ha sido un viaje largo, apasionante y solitario. Y digo esto último porque soy de primera generación en casi todo entre los míos. La primera mujer de la familia que estudió en el exterior (London School of Economics), la primera en tener independencia financiera y en irse a vivir sola, la primera coleccionista. Vengo de una familia de dinero pero, como la mayoría en mi país, ellos creían en invertir en propiedades y joyas pero no en arte”.

Saloni Doshi colecciona arte popular, tribal y contemporáneo de India y el Sudeste asiático. Tiene una Fundación a su nombre, Space118, que ofrece residencias y becas para artistas de todo el país. Además, integra la Comisión de Adquisiciones de Oriente Medio en el Museo Guggenheim, de Nueva York, entre otras instituciones, y es columnista del centenario diario The Times of India. En los tres últimos años ha empezado a compartir su colección, de más de 1000 piezas.

“Ocurrió que antes de ir a estudiar Comunicación a Inglaterra, trabajé unos años en una casa de remates de Bombay haciendo investigación de obras de arte y procedencia. Y me enamoré del coleccionismo. Advertí que en la infancia yo también había sido coleccionista –de estampillas y monedas-, aunque sin darle ese nombre. Pero el gen ya estaba. Empecé a coleccionar con mi salario. Luego entrené la mirada yendo a cuanta feria y Bienal se te ocurra”, cuenta en el primer día de su visita al país. Saloni es inquieta y simpatiquísima, domina todas las etiquetas y cómo salteárselas. De hecho, se prepara para fatigar talleres de artistas y la feria Arteba con unas zapatillas de suela en forma de llamas, al rojo vivo.

-En los diez últimos años ha habido una explosión de riqueza económica en India. Las nuevas ferias en Asia Central también calculan que de India, junto a Oriente Medio, podría venir un empujón para el mercado del arte.

-Cierto, la cantidad de millonarios indios ha crecido de manera exorbitante. Lo vemos cada día en el boom de construcción de mansiones y grandes propiedades, tanto en las ciudades como en las periferias. Sin embargo, la mayoría de ricos compra arte para decorar el nuevo hogar; hablamos de millones de metros cuadrados de paredes… Si en mi juventud veías a cinco de estos compradores, hoy encontrás a 500 interesados en arte para decoración. Para ellos ahora ya hay una treintena de galerías en Bombay. Pero coleccionistas, más allá de querer embellecer los muros, si antes había 20 ahora habrá a lo sumo 35. Ese número no creció de manera exponencial. Es una singularidad del sur asiático que no existan mujeres coleccionistas solteras. Las que coleccionan son esposas de millonarios gastando las fortunas del marido o de las empresas. En India, en mi rango de edad, la inmensa mayoría de los coleccionistas son varones gay. De todos modos, lo que vemos que sucede -este es un factor clave- es que, a diferencia de los primeros años 2000, ahora todos queremos quedarnos a vivir en India. Antes soñábamos con ir a vivir a Gran Bretaña o los Estados Unidos. Ahora estamos mucho más orgullosos de India y queremos hacer cosas allí.

Pese a la opulencia de los Pese a la opulencia de los «súperricos» del país, Doshi ve un coleccionismo limitado, que prioriza decorar paredes de las nuevas mansiones.

– ¿A qué comunidad te referís? Los países del Golfo Pérsico casi funcionan con mano de obra inmigrante de India.

-Me refiero a los de dinero y a la gente con una alta formación profesional. El arte llega una vez que todas las necesidades están satisfechas, claro; son objetos de lujo. Nos falta ver que crezca la cantidad de esta gente que coleccione arte, más allá de cuán abastecidas estén las paredes.

-¿Cómo pasaste de coleccionista a mecenas?

-La Fundación comenzó por que yo solía ir a visitar artistas y obra en la ciudad de Baroda, sede de la importante Facultad de Bellas Artes, donde hay grandes estudios con residentes. Pero no había nada semejante en Bombay. Conseguí una vieja propiedad de la familia, la refaccioné y la convertí en Space118. Armé una plataforma para dar residencia a artistas de todo el país, facilitando experiencias que van más allá de la escuela técnica. Mi función es ayudar a la comprensión del arte dentro del país, sea para artistas como para coleccionistas jóvenes.

– En Argentina quedan muy pocos mecenas a tu estilo.

– Una artista me dijo una vez que en la residencia soñaba lo que luego hacía en su propia casa. Entendí tempranamente las técnicas y el ensueño con que se hace el arte. No se es mecenas solo por tener dinero y destinarlo a estos estímulos, sino cuando estás muy cerca de los artistas, comprometiéndote. Tal vez el no tener hijos hizo que estas personas se convirtieran en amigos y familiares. Soy mecenas porque entiendo sus necesidades. Doy charlas entre artistas sobre cómo comprender y aprovechar al máximo el ecosistema del arte. Sin arte no hay historia. Sin historia no hay arquitectura ni cuidad ni nación. Es la cuna civilizatoria.

-Los artistas de India han tenido una internacionalización decisivo en los últimos años. Son reconocidos en las principales instituciones occidentales.

-Nombremos a Shilpa Gupta, Subodh Gupta, Bharti Kher, Titish Kallat; les ha ido excepcional en el exterior. Bharti Kher acaba de abrir una retrospectiva en el Museo de la Reina en Copenhague. Todos ellos han tenido grandes muestras en Occidente. Claro que hay muchísimos más. A los de media carrera también les va muy bien y los maestros modernos han crecido. Tenemos diez casas de subastas en India, la mayoría de ellas en Bombay.

-Estuviste muy cerca de la escena de Londres, París, Berlín y ahora en Nueva York. El arte tuvo su centro de gravedad excluyente en los centros occidentales del arte por siglos. Sin embargo, el Sur Global, un concepto originado en India, convocó muchísimas energías. ¿Cuál es tu posición sobre esto?

-No me limito al vínculo Sur-Sur. Lo que ocurre es también bastante tradicional: ¡no sos reconocido en India a menos que seas validad en Occidente! ¿Por qué conozco yo la obra del argentino Adrián Villar Rojas? Porque lo vi en las terrazas del Met en Nueva York y de la Fundación Cartier de París. No tendría forma de conocer a un artista argentino si él no estuviera globalizado. Para los artistas indios, es crucial saber adónde está yendo el arte en Occidente. Allí uno conoce a coleccionistas e instituciones de otros países y eso también ayuda a entender su arte. No se puede apreciar un arte dado sin conocer de política y religión en ese país. Cada país tiene su historia y un sustrato. Nosotros tenemos una enorme variedad de clases sociales, no son solo tres. Las nuevas capas sociales en Bombay son mucho más complejas. Es cierto que hay que salir de esas categorías nacionales permaneciendo muy “basado” porque, de lo contrario, nadie te va a respetar como mecenas. A muchos de los artistas, cuando los compré, nadie los conocía y hoy tienen un nombre. Nunca compré obra de consagrados. No me gusta conducirme como la persona que reparte plata, al estilo “rica heredera”. Soy otra cosa. Vuelvo con ese conocimiento a Bombay y lo transmito. Muchas veces tengo ese rol; les doy ideas y les nuestros caminos posibles. Y estoy comprometida con cada artista, todos tienen mi celular. Los estimulo, les abro los ojos sobre lo que pasa en el mundo. He tocado tantas vidas hasta ahora, me siento bendecida.

–¿Porqué llamás a tu ciudad Bombay? Se llamó así, por transcripción fonética del portugués y del inglés, desde el siglo XVII hasta 1995.

-Bueno, mis amigos y yo usamos Mumbai por un rato, cuando se impuso el nuevo nombre. Pero nunca lo hice mío. Bombay es una emoción; Mumbai es más político. Al cabo de pocos años todos volvimos a llamar la ciudad como siempre.

Redacción

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