No molestar. Aquellas palabras, fijadas en aquel cartel típico que cuelga de los picaportes en las habitaciones de hotel, no sorprendieron a nadie. O, al menos, durante algún tiempo hasta que el 20 de julio de 1980 el personal del lujoso apart hotel Muralto ubicado en Madrid ingresó en el apartamento 604 y se enfrentó a lo inesperado. Allí dentro, una mujer que llevaba ya varios días muerta yacía sobre el colchón. Se trataba de Noemí Esther Giannetti de Molfino. Mejor conocida como Mima. Aquellas personas que la descubrieron no lo sabían pero era viuda, madre de seis hijos (una exiliada, otra desaparecida; el mayor, preso político; el menor, oculto en Lima y los otros dos, en Chaco). Por aquel entonces Mima ya había sido apresada, secuestrada, torturada y violentada de las peores formas posibles por el terrorismo de Estado argentino. Y se encontraba muerta debido a uno de los operativos internacionales más importantes de la dictadura.

Salvate vos (Sudamericana), del escritor y periodista Juan Carrá, reconstruye esta historia y la escribe en clave de novela de no ficción. Con el pulso de un thriller, recurre a lo mejor del instrumental de la novela negra que bien conoce por ser un reconocido autor dentro de dicho género. Todo esto sustentado en una ardua investigación, que le llevó casi tres años, donde reordena un relato complejo que se encontraba desperdigado en varios libros anteriores pero nunca se había contado de esta manera. No es la primera vez que Carrá se acerca a estos temas: publicó una novela gráfica sobre la ESMA y cubrió como periodista juicios por delitos de lesa humanidad.
“Es una novela familiar atravesada por la política, la militancia, el dolor, el amor. No es una historia costumbrista pero sí una historia familiar”, le comenta a Clarín y agrega que “la posibilidad de leer este libro como una novela familiar permite entrarle al proceso histórico de la década del 70 desde un lugar menos sesgado, me parece interesante ese procedimiento”. En diálogo con este medio, considera que su libro “sale en un momento en el que es necesario salir a disputar las narrativas de la memoria”.
–¿Cómo surgió la necesidad de contar esta historia?
–En una conversación sobre el tema, le pregunté a Miguel Molfino si no había nada escrito sobre la vida de su familia porque estaba buscando leer algo al respecto. Me dijo que había poco y desperdigado. Le pregunté por qué él no escribía algo y me dijo que no podía. Le pregunté si podía hacerlo y me dijo que sí, que le gustaría que lo hiciera yo, pero que tenía que hablar con sus hermanos. Así arranca un poco la cosa. A partir de ahí empecé a buscar lo que había escrito. Encontré un libro que se llama Asesinos sin fronteras de Eduardo Luis Duhalde que recopila todo en clave judicial y de análisis de la actuación del Batallón 601 en la última dictadura. Me fui de vacaciones con esa lectura y allí me confirma Miguel que habló con sus hermanos y estaba todo ok para avanzar. Ahí avancé con un proceso de largas entrevistas a Miguel, José y Gustavo Molfino, los tres hermanos que quedan vivos, a buscar documentación y todo un proceso de archivo, lectura de libros de la época y expedientes judiciales, revisar los testimonios que tienen que ver con el juicio por la represión a la contraofensiva. Se vislumbraba como un libro inmenso, con muchas historias en paralelo y que debía encontrar el nervio de esas historias en el arco narrativo de Mima, el único personaje posible de utilizar como articulador de tantos relatos. Ahí empezó todo un proceso de probar pluma hasta encontrar el tono, el narrador y la búsqueda estética que quería darle al libro. Tenía en claro que no quería que tuviese una escritura típica de investigación periodística sino que desde el primer momento me quise parar en la escritura de una novela de no ficción. Mi método no es investigar y después escribir sino que a medida que voy cerrando etapas de la investigación ya voy plantando texto y armando capítulos. Eso acelera un poco el proceso de producción.
–¿Qué significó para vos esta escritura luego de haber trabajado hace tantos años cubriendo juicios de lesa humanidad y de estar tan interesado en los acontecimientos ocurridos durante la última dictadura?
–Me parece que hay una posibilidad de entrar de lleno a una historia familiar que condensa en sí misma todo el horror de la dictadura pero también la posibilidad de, a través de esa familia, poder narrar en algún punto todo el proceso de militancia de una época. Siento que el libro termina construyendo como la particularidad de una familia muestra la generalidad de una generación de militancia que termina convirtiéndose en una historia que puede ser espejo de muchas otras. Ese proceso que viví como periodista cubriendo juicios o mis obsesiones de trabajo sobre la década del 70 me sirvieron como colchón para entender mucho los elementos que me iban narrando los protagonistas. No me era nuevo el mundo que me contaban. Sentía que podía habitarlo fácilmente y eso a la hora de la reconstrucción escénica que tiene el libro, es fundamental haber tenido todo un bagaje previo. Creo que gran parte de lo que el libro es, en el formato narrativo que tiene, estaba anclado en la madurez con la que llego al poder encontrarme con esta historia.
–En la nota final del libro contás que trabajaste con archivos personales epistolares, fotográficos, sonoros, audiovisuales. ¿Cómo fue procesar todo eso?
–La investigación tiene varias fuentes. Tiene sobre todo el testimonio de las personas que están bien vinculadas a la historia, las entrevistas que pude hacer. Son horas y horas de entrevistas que se dividieron en varias etapas, sobre todo con la familia. Entrevistas iniciales que tenían que ver con una narración más general del relato y después muchas de profundidad buscando detalles que me permitieran construir escenas narrativas. Preguntarles detalles mínimos de cada una de esas escenas que yo iba vislumbrando como posibles capítulos del libro. Tuve la necesidad de contrastar esos relatos entre sí pero también con la documentación de la época, el archivo de la prensa, las organizaciones político-militares, con documentos desclasificados de inteligencia de la dictadura, documentos de las embajadas y otros libros ya publicados. Contrasté esos relatos para poder trabajar una versión de la historia oral. Porque esta tiene como particularidad el anclaje en la idea de la memoria que tiene a veces algunas trampas. El recuerdo a veces cristaliza el relato y cuando uno pone ese recuerdo en contraste con otros puntos de vistas, el recuerdo se pone en crisis y eso cuando uno trabaja este tipo de formato de la historia es importante poder hacerlo para encontrar una línea narrativa en la cual avanzar.

–Sos escritor de novela negra y este libro se lee con el pulso de un thriller. ¿Qué herramientas de la literatura sentís que te ayudaron a narrar y ordenar esta historia?
–Es muy difícil distinguir herramientas de la literatura como si fuesen propias de sí misma y no del lenguaje en sí. Hay una decisión estética de abordar el relato desde el punto de vista, ir a la investigación periodística con la decisión de narrar un texto ficcionalizado, contar una novela. Todas las herramientas de la literatura fueron fundamentales para contar este texto. En relación al género negro/thriller donde habitualmente me muevo como escritor, la estructura de la novela está bien marcada con la impronta del género (capítulos cortos, tensión narrativa, uso de la acción como elemento determinante para impulsar el relato y como especie de hilván para los datos. Eso también le va dando un tono al texto que genera una lectura diferente a la de cualquier libro de investigación periodística. Las fuentes se vuelven personajes y hay necesidad de verlos vivos dentro del relato. También encontrar en el proceso de investigación pequeños detalles que amplíen el mundo narrado. Fue un trabajo de escritura como el de cualquier otra novela pero sustentado en un proceso de investigación.
–En relación a esto, ¿sentís que la no ficción te sirvió como sostén de la verdad o, incluso, como manera de develar cosas que antes no se sabían?
–La no ficción, dependiendo desde donde uno la entienda, se mueve en una zona gris del pacto con la verdad. Es interesante la discusión que se genera en torno a qué es la verdad en sí a la hora de la reconstrucción de un relato. En este caso particular, me permitió evitar los silencios propios que generó el terrorismo de Estado. Las ausencias de esas personas desaparecidas, que hubiesen sido clave en el desarrollo de esta investigación, porque sólo ellas podían dar versiones concretas y más cercanas a la idea de verdad. Y digo cercanas porque también el relato que esas personas pueden generar es en sí mismo una construcción ficcionalizada. No quiere decir esto que sea inventado pero sí que es un punto de vista subjetivado sobre el acontecimiento. En ese sentido, el narrador que construí intenta habitar esos espacios de silencio sustentado por el relato coral de la investigación pero que toma la decisión de abonar la reconstrucción en función de las variables de posibilidad que la investigación misma entrega. De esa manera esas personas que hoy ya no están aparecen vivas en el libro. Con sus dudas, emociones, amores, decisiones, miedos y su subjetividad también en juego. Eso es interesante como posibilidad que da la herramienta ficcional en el desarrollo de la narración basada en hechos reales.
Juan Carrá básico
- Nació en Mar del Plata en 1978. Escritor y periodista, es autor de siete novelas, entre las que se destacan No permitas que mi sangre se derrame (Reservoir Books, 2018), Agazapado (Hojas del sur, 2021), Cuatro caballos negros (Aquilina, 2024) y La Cuadrada (Salta el Pez, 2025).
- Además, publicó la novela gráfica ESMA (Evaristo, 2019) –traducida al griego– y los libros de cuentos Ojos al ras (Alto Pogo, 2021) y Lógica de la perturbación (Salta el Pez, 2022).
- Fue distinguido con el Premio Alfonsina a la creación literaria.
- Es docente de la Licenciatura de Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes y dicta clínicas y talleres de escritura.
Salvate vos, de Juan Carrá (Sudamericana).
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Pablo Díaz Marenghi
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