En plena efervescencia de la política internacional, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha utilizado su séptima gira por América Latina como un vehículo estratégico para reforzar su posicionamiento global como referente de la izquierda, en contraste directo con la agenda proteccionista y unilateral de Donald Trump.
Con escalas en Chile, Uruguay y Paraguay, el líder socialista ha tejido una narrativa cada vez más marcada por los valores clásicos del progresismo: justicia social y multilateralismo.
La gira no solo ha tenido carácter económico o institucional. Ha estado cargada de símbolos cuidadosamente seleccionados para reforzar la imagen de Sánchez como una figura progresista en el tablero internacional. Su homenaje a Salvador Allende en el Palacio de La Moneda —donde el expresidente chileno murió durante el golpe de Estado de 1973— y su visita a Lucía Topolansky, viuda de Pepe Mujica, han sido gestos de alto valor simbólico. Mujica, ícono de la izquierda latinoamericana, exguerrillero tupamaro y expresidente del Uruguay, representa una visión transformadora y ética de la política que Sánchez ha tratado de incorporar, al menos discursivamente, a su propio proyecto.
Además, su cada vez más profunda cercanía con presidentes como Gabriel Boric (Chile), Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil) o Gustavo Petro (Colombia) refuerza su intento de articular una suerte de “internacional progresista”, que sirva como contrapeso al creciente auge de las derechas, tanto en Europa como en América.
De socialdemócrata moderado a referente progresista
El perfil político de Sánchez ha evolucionado significativamente desde sus inicios. Procedente del ala moderada del PSOE, durante años defendió posturas próximas a la ortodoxia de la socialdemocracia europea. Desde su retorno a la secretaría general del partido en 2017, tras su destitución y posterior triunfo contra el aparato de Ferraz, Sánchez ha protagonizado un giro sostenido hacia posiciones más nítidamente progresistas.
En política nacional, esta evolución se ha traducido en pactos con fuerzas a su izquierda, como el primer Gobierno de coalición con Unidas Podemos, la dependencia con los partidos nacionalistas e independentistas, así más recientemente con Sumar, así como en políticas centradas en la ampliación de derechos sociales, la transición energética o la reforma laboral.
Sin embargo, en el plano internacional este desplazamiento también se traduce en un claro distanciamiento del modelo económico que promueve Trump. Frente a los aranceles defendidos por el presidente estadounidense, Sánchez apuesta por el comercio justo y regulado, el fortalecimiento del multilateralismo y la cooperación internacional. Su alusión al acuerdo UE-Mercosur y su advertencia sobre el riesgo de una guerra comercial con EE UU marcan una línea de acción diplomática que intenta posicionar a España —y a él mismo— como un puente entre Europa y América Latina.
Europa, América Latina y el desafío de la ultraderecha
En un contexto europeo donde la socialdemocracia se encuentra en retroceso, el liderazgo de Sánchez se proyecta como uno de los pocos bastiones que aún resisten el avance de la derecha y la ultraderecha. En este sentido, su estrategia de alianza con líderes progresistas del Cono Sur refuerza su imagen como un actor político con capacidad de influencia más allá de las fronteras españolas. No se trata solo de afinidades ideológicas, sino también de una voluntad explícita de construir un modelo alternativo al que promueven figuras como Trump, el expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, o incluso referentes europeos como el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán.
Ese “choque de modelos” no es meramente discursivo. Sánchez ha buscado activamente contraponer su agenda social —basada en la redistribución, la transición ecológica y la igualdad— al proteccionismo que propone el movimiento MAGA (Make America Great Again). Lo hace no solo con palabras, sino con propuestas concretas como la creación de un fondo europeo para contrarrestar los efectos de una posible guerra comercial.
Una alternativa global en construcción
La gira latinoamericana también le ha servido para ganar oxígeno político tras un curso especialmente complicado en la política nacional. Cuestionado tanto por la derecha como por sectores críticos dentro del PSOE por los escándalos de corrupción que cercan al Gobierno, como el caso Koldo y sus derivadas como ariete político, Sánchez ha aprovechado su agenda internacional para proyectar una imagen de liderazgo sólido y con visión global. Una forma de tomar distancia, al menos simbólica, de las tensiones domésticas con sus socios de coalición, especialmente en temas sensibles como la regulación del mercado de la vivienda.
La gira ha sido, por tanto, una operación política con múltiples objetivos: reforzar la imagen internacional de Sánchez como líder de la izquierda europea de referencia, construir alianzas estratégicas con gobiernos afines en América Latina, y marcar una alternativa clara al nuevo orden que pretende imponer el trumpismo en caso de una eventual victoria electoral en EE UU.
Sánchez se aleja cada vez más del perfil de tecnócrata socialdemócrata moderado para consolidarse como un político con ambición internacional y discurso ideológico definido. América Latina se convierte así en un terreno fértil para proyectar esa imagen. Frente al modelo de confrontación, proteccionismo y desinformación que simboliza Trump, Sánchez ofrece una alternativa basada en la cooperación, la justicia social y el respeto al multilateralismo. Resta por ver si esta estrategia tendrá efectos electorales en España, pero en el tablero internacional, el movimiento está claramente en marcha. @mundiario