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martes, septiembre 9, 2025

“Sapos de otro pozo”: testimonios, poemas y fotografías que narran las infancias exiliadas

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En el auditorio de la Biblioteca Nacional, colmado de gente y emoción, la agrupación Hijas e Hijos del Exilio presentó el libro Sapos de otro pozo, publicado por la editorial platense Filosurfer. El título, tejido colectivamente durante más de cuatro años, reúne voces, lenguajes y memorias de quienes atravesaron la experiencia del exilio en su niñez, un tema poco explorado pero que pone de relieve una problemática cada vez más urgente: ¿Cómo proteger a las infancias en épocas de crisis y guerras?

El libro Sapos de otro pozo fue presentado en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Foto: Macarena Corral, gentileza Hijas e hijos del exilio.El libro Sapos de otro pozo fue presentado en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Foto: Macarena Corral, gentileza Hijas e hijos del exilio.

Lo que comenzó en 2018-2019 como una propuesta sencilla en una asamblea –recopilar relatos y armar un PDF casero– terminó convertido en una cartografía coral que reúne testimonios, poemas, cuentos, obras de teatro, fotografías y videos llegados desde más de 27 países. En tiempos de pandemia se lanzó la convocatoria abierta y la botella al mar encontró su puerto: decenas de colaboraciones llegaron para sumarse a esta trama que aborda el exilio y también la vuelta a casa, la dureza de la partida y también la complejidad de los regresos, las nostalgias y los lenguajes aprendidos en nuevos territorios.

El resultado es un objeto impreso que respira diversidad y memoria, un libro íntimo y político que pone en primer plano las infancias arrancadas y, al mismo tiempo, la potencia de lo colectivo para volver a tejer comunidad. Se trata de una obra múltiple no solo por sus voces sino también por sus formatos: el lector encontrará en Sapos de otro pozo cuentos, poemas, documentales, fotos y videos. Tras más de cuatro años de trabajo grupal, el material se organizó en capítulos en torno a ejes temáticos.

Prólogo de Luis Pescetti

Entre el público que asistió a la Biblioteca Nacional, una niña de no más de diez años leyó el prólogo de Luis Pescetti, vaticinando la mirada fresca y lúdica de toda la presentación. Al iniciar el evento, el auditorio, lleno como un estanque, acompañó con aplausos los festejos políticos del domingo. Se recordó que el año próximo la agrupación cumplirá 20 años y que durante demasiado tiempo no se habló del exilio, una victoria de los represores. “Se pintó un exilio dorado y quienes lo vivimos sabemos que no tiene nada de alegre porque no fue una elección”, señalaron las moderadoras del evento, Violeta Burkart Noe y Yara Girotti.

El libro Sapos de otro pozo fue presentado en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Foto: Macarena Corral, gentileza Hijas e hijos del exilio.El libro Sapos de otro pozo fue presentado en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Foto: Macarena Corral, gentileza Hijas e hijos del exilio.

Un video con mares, nubes y aviones –financiado por el Fondo Nacional de las Artes– abrió la jornada, mostrando la amplitud de voces que participaron desde España, Italia, Suecia, Suiza, Uruguay, Dinamarca y Venezuela. La compilación de los textos estuvo a cargo de Inés Abeledo, Violeta Burkart Noe, Rodrigo Marco del Pont, Camila Bejarano Petersen, Tatiana Salvodal Gutiérrez, Susana Alepeiba y Diego Torres. El diseño fue trabajado por Romina Morbelli y Daniela Mainet y la ilustración es una obra de arte de Eugenia Viñes.

Conferencia performática

La presentación del libro fue, en principio, atípica. Además del clásico formato de conversación en torno a la obra, la agrupación Hijas e hijos del exilio doblaron la apuesta y brindaron una “Conferencia performática” junto a una obra de teatro para el cierre.

Durante el panel, el compilador del libro Diego Torres destacó que Sapos de otro pozo no solo aborda el exilio, sino también la amistad, la familia, las despedidas y los encuentros. “Poner en valor lo colectivo y sumar voces es también construir memoria”, afirmó.

Mariana Sáez, directora de Filosurfer, explicó que el trabajo editorial buscó darle igual jerarquía a todas las voces y materiales. La tapa, ilustrada con una rayuela, anticipa esa lectura libre. Desde la editorial, enfrentaron el desafío con valentía pero también algo de temor: esa heterogeneidad y su magnitud demandaba un trabajo sumamente cuidadoso. Por otra parte, el trabajo editorial exigió (de esas exigencias satisfactorias) una pregunta por la identidad de la editorial a partir de esta nueva incorporación: ¿Cómo dialoga esta obra con el catálogo?

“Somos una editorial de la ciudad de La Plata que publicamos textos ensayísticos que están en el campo de las artes y las ciencias sociales, antropología y filosofía y este libro traía mucho para ese diálogo”, explicó Sáez. Con el trabajo ya terminado, los editores están seguros de que ese desafío “anfibio” es la potencia del libro.

Por su parte, Natalia Montealegre Alegría, prologuista del libro, definió a Sapos de otro pozo como una lectura incómoda: “Es un libro que no llegó para dejar contento a nadie, aunque es precioso, quedó re lindo, pero está cargado de incomodidades, porque asomarnos a los dolores de las infancias resulta particularmente incómodo, y muchas veces a las personas adultas se nos hace difícil. Por doloroso, por complejo, por bisueño, por creativo, por transformador, por cuestionador, por estar en permanente mutación, en crecimiento”.

Además, señaló: “Sapos de otro pozo suma piezas al caleidoscopio que nos permite adentrarnos en la crueldad, la que nos muestra que ningún daño a la infancia es un daño colateral. Que ninguna violencia estatal hacia la población puede romper la comunidad si no revienta niños. No voy a poner ejemplos, pero tengo que darles una mala noticia. Y es que Sapos de otro pozo existe por muchas cosas. Existe, sí, por el terrorismo de Estado. Existe por la complicidad entre distintos gobiernos. Existe por diferentes intereses económicos. Pero también existe porque hay un mundo adulto que más allá del país en el que estaba resolvió que esas niñas, que esos niños debían ser protegidos”.

El libro Sapos de otro pozo fue presentado en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Foto: Macarena Corral, gentileza Hijas e hijos del exilio.El libro Sapos de otro pozo fue presentado en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Foto: Macarena Corral, gentileza Hijas e hijos del exilio.

En este sentido, el resultado es un libro que funciona a la vez como memoria y como advertencia: “Sapos de otro pozo viene y nos escupe en la cara a las lectoras y a los lectores: ¿Qué estás haciendo vos hoy con las infancias del planeta? ¿Cuáles son las tuyas? ¿De qué manera mirás lo que ocurre en Palestina? ¿Qué medidas estás tomando para proteger a esas niñas?”, cuestionó Montealegre Alegría.

Puesta en escena

La presentación incluyó una conferencia performática que expuso un pantallazo de la versatilidad de los contenidos que pueden apreciarse en el libro. Hubo lecturas como “Otro nido”, un texto de Paula U, “El avión”, escrito por Eduardo Cornetas Villablanca y “Aquí no hay cascarudos, solo escarabajos” de Mariana Norandi (entre otros). Pero esta performance incluyó también la exhibición de fotografías como la de “Casa rodante” de Inti Mena, “El simple juguete” de Inés Abeledo y “Vuelta a los pagos” de Eduardo Mattioli.

Los materiales sonoros no se quedaron atrás, el público pudo escuchar “Lila y exilio” de Julia Spangenberg Menendez, “Recuerdos del exilio” de Fernanda Mariana Araujo Linares y material audiovisual como “Rotos en los espejos”, un video de Camila Bejarano Petersen. Al terminar la performance, los adultos sostuvieron juguetes, mientras se escuchaba de fondo una nana y se proyectaban fotos de las infancias participantes.

El libro Sapos de otro pozo fue presentado en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Foto: Macarena Corral, gentileza Hijas e hijos del exilio.El libro Sapos de otro pozo fue presentado en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Foto: Macarena Corral, gentileza Hijas e hijos del exilio.

Para finalizar, a 90 años del nacimiento de Mercedes Sosa, la jornada cerró con un homenaje a la Negra llamado “Un grito en la voz”, una obra teatral-musical con Pedro Frías Yuber y Tatiana Santana. Los intérpretes fueron Guido Encinas, Sonia Alemán y Pedro Frías. En la guitarra, acompañó musicalmente Gonzalo Dalairac. Con valijas en escena, el actor comenzó: “Migrantes son quienes eligen irse. Nosotros fuimos desterrados. Todavía esperamos el día del regreso”.

La función culminó con el público cantando “Serenata para la tierra de una” de Mercedes Sosa junto con el elenco y la frase “Pueblo, palabra que amo” quedó como epílogo de una noche que fue duelo, celebración por lo logrado pero sobre todo: una apuesta a completar esas piezas que aún faltan en la memoria.

Redacción

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