La escritora inglesa Sara Maitland, al igual que casi un tercio de los habitantes del Reino Unido, vive sola. Pero mucho más que sola, vive aislada. En el valle de Escocia en donde está su casa la densidad poblacional es de ocho kilómetros cuadrados por habitante, el negocio más próximo está a quince kilómetros de su hogar y en la ruta casi no hay señal. “Por lo general no veo a nadie en todo el día. Me encanta”, escribe en las primeras páginas de su ensayo Cómo estar en soledad, un libro que es, al mismo tiempo, un alegato a favor de la vida solitaria y una suerte de manual de instrucciones para quienes quieran adoptarla.
La escritora inglesa Sara Maitland es autora de Cómo estar en soledad, de Sara Maitland (Fiordo). Foto: prensa.Según insiste Maitland, existe un problema cultural en torno a la soledad en la sociedad contemporánea, que se resume en una paradoja: por un lado, se alaba el individualismo y la autonomía, por el otro, se desconfía de las personas solitarias y se las incita a una socialización constante. Sobre las personas solas, se dice que son malas, están locas o tristes y la idea de que alguien pueda disfrutar de esa condición es a menudo puesta en duda.
A Maitland, que practica la soledad desde hace más de veinte años, la han acusado de ser egoísta por decir que no lamenta su estado. Según describe, ese juicio de valor tiene raíces muy antiguas que se remontan a los primeros siglos después de Cristo, cuando los eremitas eran cuestionados por querer aislarse de las comunidades cristianas.
Argumentos morales y científicos
Sobre el gusto por la soledad pesan argumentos morales y algunos que invocan, en principio, argumentos científicos. A los solitarios se los caracteriza como patológicos porque seguirían una tendencia antisocial contraria a la naturaleza gregaria de los seres humanos.
La asociación entre “solitario” y “peligroso” es un vínculo que, para Maitland, los medios de comunicación se han encargado de reforzar. Pero, como ejemplifica para contradecir la proposición biologicista, la búsqueda de la soledad está presente en animales sociales como los gorilas.
Para Maitland, el origen del miedo a la soledad es el resultado de la coexistencia conflictiva de dos modelos opuestos de lo que se considera una “buena vida”. Por un lado el modelo romano, que ubicaba la realización personal en el ámbito de la vida pública y, por lo tanto, valoraba a los sujetos extrovertidos. Mientras tanto, el cristianismo vino a ponderar la interioridad como el espacio del encuentro con Dios, verdadero fundamento del bienestar. Con el correr de los siglos, existiría una tensión mal resuelta entre ambas posturas.
Sin embargo, no todas las formas de soledad tienen mala reputación. “Con todo, la mayor parte de las personas preferirían ser descriptas como sensibles, espirituales, reflexivas, llenas de vida interior y dueñas de una gran capacidad de escucha, y no tanto como sus opuestos más extrovertidos”, apunta Maitland. Curiosamente, los aventureros solitarios son admirados con frecuencia por su valentía, la soledad añade valor a sus hazañas.
Convencida de que el miedo debe superarse, Maitland presenta su “programa” para recalibrar nuestra actitud hacia la soledad. Como si se tratara de una fobia, empieza recomendando cierta terapia de exposición, encontrar los espacios cotidianos para estar solos. Actividades placenteras como salir a caminar, por ejemplo, resultan un buen vehículo para practicar.
Revertir la carga negativa de la soledad puede empezar si se transforma la crianza. Mientras que en el modelo actual se privilegian los estímulos y la interacción social con los pares, para Maitland sería igual de importante promover la capacidad para estar en soledad, como un espacio de ensoñación y un fundamento de afirmación de identidad en los niños.
Como si fuera una prescripción de beneficios para la salud, hacia el final del libro, la autora enumera lo que llama las “alegrías de la soledad”. Entre esos aspectos positivos, se cuenta al aislamiento como un medio de conexión con el propio ser, con lo trascendente y la naturaleza, además de ser un insumo propicio para la creatividad y la libertad. Casos diversos como el de Greta Garbo, Catalina de Siena, Henry David Thoreau o los consejos de Rainer Maria Rilke ilustran las mieles de la soledad.
Huellas de la experiencia
Los consejos de Maitland, antes que una guía de pasos, tienen las huellas de su propia experiencia. Cuando empezó a vivir sola, sus hijos ya eran mayores de edad y estaba divorciada. Algo de la soledad y del silencio –tema al que dedicó su libro A Book of Silence – están anudados a su interés por la religión. Maitland estuvo casada con un pastor anglicano y se convirtió luego al catolicismo. También, sin duda, el rol que le otorga a la naturaleza es probablemente indisociable del entorno rural en el que habita.
La escritora inglesa Sara Maitland es autora de Cómo estar en soledad, de Sara Maitland (Fiordo). Foto: prensa.La ciudad solitaria de la también británica Olivia Laing, publicado en 2016 (dos años después de la publicación original del libro de Maitland), ofrece una contracara urbana y enfocada en el costado más desesperado de la experiencia de la soledad cuando no es una elección deseada. Pese a las diferencias, ambas autoras contemplan la dimensión política y colectiva del aislamiento.
Soledad/ Aquí están mis credenciales/ Vengo llamando a tu puerta/ Desde hace un tiempo /Creo/Que pasaremos juntos temporales/Propongo que tú y yo/ Nos vayamos conociendo canta en una de sus canciones el uruguayo Jorge Drexler. Allí, para quien quiera ir amigándose con la soledad, el libro de Maitland invita a descubrir el tiempo a solas como una experiencia gozosa.
Cómo estar en soledad, de Sara Maitland (Fiordo).





