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domingo, septiembre 21, 2025

Se convirtió en fruticultor en la Patagonia para afrontar una crisis: hoy procesa 18 mil toneladas de frutas al año

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Martín López nació en Villa Regina, en el corazón del Alto Valle de Río Negro, y hace exactamente 25 años fundó junto a sus cuñados Frutas Escorpio, una empresa que comenzó con un puesto en el mercado de Mar del Plata y que hoy se transformó en una de las principales empacadoras y comercializadoras de frutas de la región. En ese recorrido no solo consolidó la firma, sino que también se convirtió en productor, con 550 hectáreas de frutales y un procesamiento anual de 18 millones de kilos entre peras, manzanas y carozos.

El camino no lo hizo solo. A su lado estuvieron siempre los hermanos Pancani, con quienes inició el proyecto, y la inspiradora experiencia de su suegro, Aldo Pancani, referente del sector. También los productores del Alto Valle, a quienes López reconoce como los pilares que le permitieron crecer y que, en sus propias palabras, “lo hicieron” como empresario.


De Villa Regina a Mar del Plata: los primeros pasos


Martín López tiene 53 años y asegura que “si volviera 25 años atrás, haría exactamente lo mismo”. Su historia comienza en Villa Regina, donde cursó la secundaria antes de mudarse a Buenos Aires para estudiar la carrera de contador. Tras recibirse, probó en un estudio contable, pero pronto descubrió que esa no era su vocación.

El regreso a su ciudad natal coincidió con la propuesta de su cuñado Sandro Pancani: embarcarse en el negocio de compra, empaque y comercialización de frutas. El proyecto se materializó en septiembre del año 2000, cuando cada socio aportó 4.000 dólares para poner en marcha Frutas Escorpio. El punto de venta estuvo en Mar del Plata, mientras que la fruta se compraba en el Alto Valle de Río Negro.

El galpón y la chacra: una imagen que ilustra la historia de Martín López. Foto: Florencia Salto.
El galpón y la chacra: una imagen que ilustra la historia de Martín López. Foto: Florencia Salto.

López recordó los primeros viajes en camiones entre Guerrico y Regina, junto a los cargamentos de manzanas. Él organizaba el empaque en galpones alquilados en Regina, y sus cuñados vendían la mercadería en el mercado marplatense. Fue el inicio de una aventura que, con trabajo y palabra, se convertiría en un proyecto de largo aliento.


De la comercialización a la fruticultura en Río Negro


En sus primeros años, Frutas Escorpio fue netamente comercializadora. López recorría chacras, negociaba precios y aprendía de los productores, a quienes reconoce como sus maestros. “A mí me hicieron los productores”, suele repetir. Confiaron en él al fiarle fruta, le enseñaron sobre la actividad y lo ayudaron a forjar su reputación como cumplidor.

Las frutas de carozo fueron claves en esa etapa inicial. Le daban liquidez inmediata, permitiéndole sostener el negocio y consolidar confianza. “El carozo me dio movilidad, hasta un valor emocional tiene para mí, porque fue el comienzo”, recuerda.

La crisis del recambio generacional en la fruticultura obligó a Martín López a dar un paso más: comprar chacras y convertirse en productor. Foto: Florencia Salto.
La crisis del recambio generacional en la fruticultura obligó a Martín López a dar un paso más: comprar chacras y convertirse en productor. Foto: Florencia Salto.

Pero la crisis del recambio generacional en la fruticultura lo obligó a dar un paso más: comprar chacras y convertirse en productor. Muchos viejos fruticultores no tenían herederos interesados en continuar, y López necesitaba kilos para sostener la estructura. Así, a partir de 2006 comenzó a adquirir tierras en la zona de Regina, Chichinales y General Godoy. Hoy cuenta con unas 550 hectáreas, en su mayoría propias, que abastecen a la firma junto con la fruta que sigue comprando a terceros. “Estoy desafiando el recambio generacional y lo estoy logrando porque cada año proceso más y más frutas. No me queda otra”, resume.


La fusión con un grande del Alto Valle


En paralelo, el vínculo con la familia Pancani se consolidó. Desde 2008 hasta 2015, Frutas Escorpio y Frutas Pancani SA trabajaron de manera conjunta, compartiendo infraestructura de empaque en Villa Regina. En 2015, los más grandes de la familia Pancani decidieron retirarse y vendieron la histórica empresa (fundada en la década del 50) a Martín López, Sandro y Andrés Pancani.

Esa operación implicó un salto de escala. A la planta de Mar del Plata se sumaron los galpones y frigoríficos de Regina, lo que permitió a López abastecer tanto el mercado interno como el externo. Hoy, la estructura incluye un frigorífico en la costa bonaerense para el mercado zonal y dos en el Alto Valle, desde donde también se exporta a Brasil, su único destino internacional directo.

“Me emociono porque hay productores que me ayudaron mucho, me bancaron, y algunos ya no están”.

Martín López, productor frutícola.

Aunque sería más sencillo fusionar ambas compañías, López mantiene en pie las dos razones sociales como una forma de honrar la historia familiar: “Para preservar el nombre Frutas Pancani, la seguimos manteniendo. Es una cuestión de respeto”.


25 años de Frutas Escorpio: balance y perspectivas


Hoy, Frutas Escorpio y Frutas Pancani procesan anualmente alrededor de 18 millones de kilos: 11 millones de peras, 6 millones de manzanas y el resto en carozos. La producción sigue en ascenso, en parte gracias a la propia integración agrícola y en parte por la compra a productores aliados.

López no oculta la carga emocional que tiene con muchos de ellos, a quienes considera parte esencial de su historia: “Me emociono porque hay productores que me ayudaron mucho, me bancaron, y algunos ya no están”. La palabra, la confianza y el crédito son los valores que rescata como el mayor aprendizaje del negocio, al igual que las enseñanzas de su suegro. Tampoco se olvida de los empleados que, con compromiso y sentido de pertenencia, son también parte esencial de los logros.

A sus 53 años, se siente satisfecho pero todavía con mucho por hacer: “Esto no es un balance, es un prebalance. Si volviera 25 años atrás, haría exactamente lo mismo. Y me equivocaría de las mismas maneras”. Con el horizonte puesto en otros 20 años de trabajo, se propone seguir creciendo de manera ordenada, priorizando la profesionalización y manteniendo viva la alianza con los productores que lo acompañaron desde el inicio.

Redacción

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