Dicho informe evaluó el conjunto de gastos públicos de las provincias. Formosa aumentó un 38% y Buenos Aires un 6%.
El ajuste fiscal del año pasado permitió a buena parte de las provincias mostrar resultados positivos después de varios años de déficit. Sin embargo, el escenario de 2025 es distinto: ingresos que crecen muy poco y gastos que avanzan con más velocidad, especialmente en salarios estatales y obra pública. En ese contexto, Salta proyecta mantener superávit financiero —unos $11 mil millones— y un resultado primario positivo superior a los $71 mil millones, pero un informe comparativo de trimestres, advierte sobre alguno desajustes que se reflejan en marcadores como la calidad de gasto y la autonomía financiera.
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El informe, elaborado por la consultora Empiria, señala a Salta con un incremento de 9 % de gasto primario entre el primer semestre del año pasado y el primer semestre de 2025. Formosa tiene un 38% de aumento y Buenos Aires un 6%.
Esto la coloca en el lugar 19 a nivel nacional en cuanto al aumento de gastos primarios, es decir el conjunto de todos los gastos públicos, excepto el pago de intereses de la deuda.
Esto ubica a la provincia en una posición relativamente más ordenada que varias jurisdicciones del Norte argentino. Pero ese equilibrio no es sinónimo de fortaleza estructural. Salta sostiene sus cuentas públicas con una autonomía fiscal limitada y una calidad del gasto que todavía no logra consolidar un cambio duradero.
A diferencia de provincias con una mayor base productiva industrial o exportadora, Salta depende en gran medida de ingresos de origen nacional, principalmente coparticipación y transferencias. Esto implica que su margen para tomar decisiones fiscales propias es reducido: cuando la actividad económica nacional se desacelera, el presupuesto provincial queda rápidamente condicionado.
Si bien la provincia cuenta con un esquema de recaudación local razonablemente estable —Ingresos Brutos, Sellos y tributos específicos—, la capacidad de generar recursos propios adicionales es baja sin afectar a sectores productivos que ya operan con márgenes ajustados. No se trata solo de cuánto recauda, sino de qué estructura económica tiene para recaudar más.
El informe nacional señala un dato relevante: el gasto en obra pública creció más que el gasto en personal en la mayor parte del país. Esa tendencia también se observa en Salta mediante el marcador de Calidad de Gasto que en Salta llega al 9,8, mientras que San Luis tiene tiene 2,1 y CABA 2,8. En la contra parte con, con índices significativamente mayores esta Río Negro con un 24% o Entre Ríos con 16.5%.
Sin embargo, el cambio no es pleno: El peso del empleo público en la estructura provincial sigue siendo alto. Las cajas previsionales (propias o complementarias) agregan presiones permanentes. Las áreas sociales y educativas requieren más recursos, no menos, en un año de caída del ingreso real.
Obra y Personal
Dado el aumento en Obra (aumentaron en 17 de las 22 provincias con datos) mayor al de Personal, la calidad del gasto (uno de los atributos del ranking) mejoró en el 2do trimestre del año. Si bien la base de comparación es baja, es saludable que las partidas que aumenten sean aquellas que mejoran los bienes públicos provinciales (en detrimento del empleo público).
Se gasta mejor, pero no se gasta menos
El informe nacional de la consultora señala en resumen que las provincias están gastando mejor, pero no necesariamente gastando menos. Y Salta se ubica en esa línea. Esto plantea el desafío central para el resto del año: cómo sostener inversión pública sin disparar la masa salarial ni retrasar servicios esenciales.
El superávit proyectado para 2025 no es despreciable. Tampoco es holgado. Es un equilibrio «administrado», que requiere una serie de condiciones que no dependen solo de la provincia: que los salarios estatales se negocien con prudencia; que Nación no recorte transferencias discrecionales clave.
Que la actividad local no caiga más de lo previsto y que la obra pública continúe, pero sin aceleraciones bruscas, es otra necesidad en este contexto. Cualquier alteración de estas variables puede llevar a que el superávit se reduzca o desaparezca. Y allí aparece el punto político: el margen de maniobra es estrecho.
Salta puede sostener equilibrio, pero no puede sostenerlo sin planificación.
El desafío de la provincia para no es solo cerrar las cuentas. Es redefinir prioridades: ¿Qué obras son estratégicas para transformar la economía provincial? ¿Cómo mejorar servicios sin expandir la planta de personal? ¿Qué sectores pueden generar valor agregado real, y cuáles dependen casi enteramente del gasto público? Mientras no se modifique la estructura productiva —minería, agro, comercio y servicios- la autonomía seguirá siendo limitada y el equilibrio fiscal seguirá dependiendo del ciclo nacional.
Salta logra equilibrio, sí. Pero ese equilibrio es todavía frágil y condicionado.
Salta entra a esta etapa en mejores condiciones que otras provincias del NOA, pero con el mismo desafío de fondo: convertir el orden fiscal en estrategias de desarrollo que aumenten autonomía económica y calidad del gasto.
Mientras eso no ocurra, la provincia podrá administrar la coyuntura, pero no dominarla.
Una cuestión de autonomía financiera
Aunque la provincia proyecta superávit en 2025, su autonomía financiera sigue siendo limitada y la calidad del gasto enfrenta tensiones crecientes. La sostenibilidad del equilibrio dependerá de cuánto pueda sostener infraestructura y empleo sin resignar servicios esenciales.





