Un nuevo ranking internacional volvió a poner a Argentina en el centro de la conversación regional. Esta vez, no por su fútbol, su economía o sus debates políticos encendidos, sino por algo más incómodo: un listado la ubicó como el país más odiado de América Latina.
El informe, publicado por el sitio World Population Review, coloca a Argentina en el puesto 24 entre las naciones con mayor nivel de rechazo a nivel global. En el contexto latinoamericano, es la peor posicionada, superando incluso a México, que figura en el lugar 28. El dato encendió rápidamente las redes sociales y generó reacciones diversas: desde indignación hasta memes patrióticos cargados de humor criollo.
¿De dónde viene tanto “odio”?
Aunque el término suena fuerte, no es nuevo. La percepción de que Argentina genera antipatía en la región ha circulado durante décadas. Hay quienes lo atribuyen a cierta actitud de superioridad cultural, alimentada por un pasado de esplendor económico y una identidad nacional marcada por el orgullo. Otros lo vinculan directamente con el fútbol, donde la pasión muchas veces se confunde con prepotencia, especialmente cuando los triunfos deportivos refuerzan la narrativa de la excepcionalidad argentina.
Pero también hay razones más estructurales. La historia reciente del país está marcada por crisis económicas, giros ideológicos abruptos y una escena mediática tan ruidosa como polarizada. Todo esto construye una imagen intensa, muchas veces incomprensible para quienes miran desde afuera.
¿Odio o fascinación?
El dato curioso es que Argentina, aun generando rechazo, no deja de ser un polo de atracción. Su música, su literatura, sus series, su cultura popular, su gastronomía e incluso su debate político son seguidos de cerca en gran parte del continente. En redes sociales se replican frases de políticos argentinos, se discute sobre el peso del asado en la identidad nacional y se comparte contenido de influencers y medios porteños. Es una mezcla rara de crítica y consumo, de molestia y admiración.
Entonces, ¿se trata de odio o de una relación tóxica regional? Quizás ambas cosas. Lo cierto es que Argentina, para bien o para mal, nunca pasa desapercibida.
Sin fuentes claras, pero con impacto real
Aunque el ranking tiene escasa transparencia metodológica y no detalla cómo se midió el “odio” hacia cada país, su impacto en la conversación pública fue inmediato. Expertos en comunicación advierten sobre el peligro de este tipo de listados, que suelen reforzar estereotipos sin ofrecer herramientas para comprenderlos.
Aun así, el fenómeno invita a reflexionar sobre cómo se construyen las identidades nacionales, cómo se perciben desde el exterior y qué lugar ocupa Argentina en la imaginación colectiva de América Latina.
Y como ocurre casi siempre en estas tierras, mientras algunos se ofenden, otros se ríen, y la mayoría ya está preparando el meme perfecto para responder con ironía al ránking. Porque si hay algo que nadie le puede discutir a Argentina, incluso cuando se la odia, es su capacidad para convertirlo todo —hasta las críticas— en narrativa.