Creció rodeado de maquetas y planos. Es hijo de Pascuala Campos y César Portela (Premio Nacional de Arquitectura 1999), arquitectos los dos. Lo lleva en la sangre y en la crianza, pero hay en él también un ímpetu de cambio, una voluntad por no repetir el trabajo materno-paterno. Estudió la misma carrera que ellos, después de abandonar Bellas Artes y de viajar por el mundo, mientras seguía practicando todo lo que le gustaba y que también formaría parte de su impronta profesional: la fotografía, la escultura, los largos paseos por la naturaleza poderosa que le rodeaba.
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