La Casa Blanca anunció un marco de entendimiento con Argentina para avanzar en un acuerdo de comercio e inversión. Aunque el gobierno argentino celebró el anuncio como un paso hacia la integración internacional, un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) advierte que el contenido del acuerdo es profundamente asimétrico y podría tener consecuencias negativas para la soberanía, la industria y el equilibrio comercial del país.
Estas son siete claves para entender por qué el acuerdo, tal como está planteado, perjudica a la Argentina:
Un acuerdo sin reciprocidad
El documento difundido por EE.UU. detalla una larga lista de compromisos que debe asumir Argentina, mientras que las concesiones estadounidenses son vagas o directamente inexistentes. “Hay derechos de los EE.UU. y obligaciones de Argentina”, resume CEPA. Por ejemplo, Argentina otorgará acceso preferencial a productos industriales y agrícolas estadounidenses, pero no se especifican beneficios equivalentes para las exportaciones argentinas. La supuesta bilateralidad es, en los hechos, una ficción.
Cesión de soberanía regulatoria
Uno de los aspectos más preocupantes es la aceptación de normas, certificaciones y estándares técnicos estadounidenses en sectores clave como alimentos, medicamentos, vehículos y dispositivos médicos. Esto implica que organismos como SENASA, ANMAT o el INAL quedarían subordinados a regulaciones extranjeras. Según CEPA, esto “otorga una prioridad de acceso absoluta a los productores norteamericanos” y contradice compromisos asumidos por Argentina en el Mercosur, donde se promueve la armonización regional de normas.
Impacto negativo en la industria nacional
El acuerdo se firmó sin estudios de impacto sectorial ni consultas con actores productivos. La apertura a bienes industriales de EE.UU. —como maquinaria, productos químicos, vehículos y tecnología— amenaza directamente a la industria local. En 2025, más del 53% de las importaciones desde EE.UU. se concentraron en solo tres rubros: sustancias químicas, maquinaria y refinados de petróleo. La diferencia de escala y productividad entre ambas economías anticipa un escenario de competencia desleal y desindustrialización.
Las vaquitas son ajenas
El gobierno argentino celebró una supuesta “ampliación significativa” del acceso de la carne vacuna al mercado estadounidense. Sin embargo, el informe de CEPA recuerda que la propia Secretaría de Agricultura de EE.UU. relativizó ese beneficio, advirtiendo que “no será mucho” y que se exigirá garantizar la sanidad del producto. Aunque se menciona una posible duplicación de la cuota de exportación (de 20.000 a 80.000 toneladas), no hay garantías legislativas ni permanencia asegurada. Además, el aumento de exportaciones podría encarecer el precio de la carne en el mercado interno, profundizando la brecha con otras proteínas como la porcina o aviar.
Minerales críticos: oportunidad perdida
El acuerdo prevé cooperación en comercio e inversión en minerales críticos, como el litio y el uranio. Pero lejos de promover el desarrollo soberano de la energía nuclear o la industrialización local, el texto apunta a garantizar el acceso estadounidense a estos recursos estratégicos. CEPA advierte que “el camino inverso, el de la exportación de uranio, supone que el recurso escaso no sea usado para fines soberanos y pacíficos, sino que sea vendido para el desarrollo de otra potencia”.
Bloqueo a China encubierto
El acuerdo incluye cláusulas sobre “trabajo forzoso” y “prácticas no mercantiles” que, según CEPA, están orientadas a excluir productos de origen chino y del sudeste asiático. Esto alinea a Argentina con la lógica de la guerra comercial entre EE.UU. y China, limitando su autonomía comercial y geopolítica. Además, se compromete a modificar normas internas sobre propiedad intelectual y comercio digital, lo que podría afectar la producción local de medicamentos genéricos y la protección de datos personales.
Federalismo y República, a marzo
Finalmente, el acuerdo vulnera competencias constitucionales del Congreso Nacional y de las provincias. Según los artículos 75 y 124 de la Constitución, el Congreso debe legislar en materia aduanera y aprobar tratados internacionales, mientras que las provincias son titulares de los recursos naturales. Sin embargo, el marco del acuerdo compromete a la Argentina en áreas que exceden las atribuciones del Poder Ejecutivo, sin debate legislativo ni consulta federal.
En suma, el acuerdo con EE.UU., lejos de representar una oportunidad de desarrollo, aparece como una cesión de soberanía, una amenaza para la industria nacional y un debilitamiento institucional. Como concluye CEPA, “Argentina, más que un socio comercial, se convertiría en una sucursal estadounidense”.





