“Es muy difícil eh manifestar y transmitir emociones teniendo que estar acostada, con el cuerpo inmovilizado y sólo usando la cabeza”. Con esa explicación, Silvia Kutika resume el desafío al que se enfrenta cada miércoles en el Teatro Metropolitan con la obra Al fin y al cabo es mi vida.
La pieza de Brian Clark gira en torno a Clara, una escultora de renombre que quedó cuadripléjica tras un accidente. Clara toma una decisión crucial: no desea continuar viviendo como un “logro médico” y solicita acceder a la eutanasia. Sin embargo, su médico, aferrado al deber de preservar la vida, se niega a aceptar su voluntad. A partir de allí se desata un intenso conflicto legal, ético y moral para determinar si Clara tiene el derecho a decidir sobre su propio destino.

“El texto te hace estar liviano, y que la gente se pregunte qué le pasa y qué siente frente a esa situación a la que se enfrenta la protagonista. Un personaje que se ríe de sí mismo, de la situación en la que está y que, a la vez, se encuentra muy enojada y triste”, cuenta la actriz a Revista GENTE.
-Desde lo físico, ¿cómo terminás después de cada función?
-Me cuesta. Al ir a saludar me da un poco de trabajo incorporarme, es difícil el tema de la movilidad, especialmente en las piernas. Como el final es tan fuerte, quedo como que no entiendo mucho, shockeada y me van llevando mis compañeros al frente del escenario para saludar. Me cuesta volver a ser Silvia.
-¿Qué te identifica del personaje?
-La fortaleza y las ganas de vivir. Yo la admiro porque todo el tiempo está hablando de la vida, que quiere seguir viviendo, que no quiere morirse, pero lo que le pasa que considera que en esas circunstancias no representan a la vida. Esta decisión (de otorgarle la muerte digna) me pasó con mi viejo y con mi vieja. Ellos siempre hablaban de no ser una carga, que cuando el cuerpo no diese más, entonces no se hiciera otra cosa de lo que se puede hacer. De hecho mi mamá se murió acá en casa con nosotros.

-Más contenida.
-Ella me decía: «No quiero que ustedes sufran y que me vean en este estado”. Uno puede verlos sufrir y acompañarlos un poco en ese sufrimiento, pero el cuerpo y todo lo que están pasando en esa situación es terrible.
-¿Y si te pasara a vos encontrarte en el lugar de la protagonista de la obra?
-No sé. Uno habla y después cuanto estás en el momento no sabes qué hacer. Pero creo que es una decisión muy sabia, que no es egoísta. Yo creo mucho en el espíritu. Soy católica, creo en un Dios, en un universo, en una energía, no y que cuando la carcasa ya está vieja hay que dejar que el espíritu vuele.
-… Es un tema que sigue generando debate y posiciones encontradas.
-Sí. Y te pongo de ejemplo nuestro grupo de trabajo, en que somos como once personas. Genera mucho debate porque algunos no piensan exactamente así y dicen que les costaría mucho tomar esa decisión para un ser querido. Pero hay que respetarlo. Es la decisión de cada uno y no está bien ni está mal.

-Con una temática que moviliza tanto, ¿qué experiencia tuviste con el público?
-Un muchacho se acercó y me dijo: «Mira, tengo un amigo con cáncer, que hace muchos años la viene luchando y ahora nos dijo que ya está, ¡basta!”. Es fuerte. Te deja petrificado. Otro me contó: “Mi papá estuvo doce años sufriendo y no nos animamos”. Me parece buenísimo que lo puedan reflejar.
La salud de Silvia Kutika

–Hace un tiempo tuviste una complicación en el ciático, ¿cómo estás de salud hoy?
-Ay, sí. Que odioso y traicionero que es el ciático. Lo que me pasa a mi son episodios que se dan cada cinco años, cuando me encuentro sobrepasada de emociones o trabajo. Yo venía muy arriba con el tema de la gira por el interior del país con El cuarto de Verónica, y en el medio los ensayos de esta obra. Sumale a eso todas las emociones que te atraviesan.
-Me llama la atención que menciones varias veces el tema de las emociones como uno de los factores que te complicaron.
-El cúmulo de emociones de la vida en algún lugar te pega. Además del golpe que sufrí, el médico me dijo que una de las causas por la que la recuperación era lenta tenía que ver con el estrés. Así que hace dos meses que la vengo llevando.
La historia de amor con Luis Luque, una de las parejas más clásicas del espectáculo

En tiempo de vínculos efímeros, Kutika y Luis Luque forman el selecto grupo de los que lograron sortear las tres décadas de amor. “Qué loco estar tantos años juntos, ¿no?”, suspira la actriz en la entrevista con GENTE.
“Nosotros hace como cuarenta años que nos conocemos y treinta y pico que empezamos a salir. Vamos bien -agrega-. Estamos pasando una etapa muy hermosa de acompañarnos mucho, de disfrutar”.
“Es la etapa de ser abuelos. Tenemos a Faustino, de tres años, y viene otro en camino, que se va a llamar Oliverio y va a nacer antes de 2026. Así que estamos con las energías revolucionadas y disfrutando”, cuenta.

“Nos divertimos con tonterías, qué queres que te diga -admite Silvia-. Me parece que somos una pareja normal. Nuestros planes son los normales y pueden incluir hacer las compras juntos, pasear por el barrio… Tampoco te niego que cada tanto tenemos algún tipo de discusión. Igual a esta altura es como que ya decidimos ni enojarnos. Por ahí la que más se engancha en esa soy yo”.
-¿Y por qué pelean?
-Por si dejó la ropa tirada, por ejemplo. Típico de una pareja. Igual ya está. Si en treinta años no aprendió, ya está. Hay que soltar.
-¿Creés que hoy es difícil construir un vínculo a tan largo plazo?
-No sé. Creo que hay menos tolerancia. Me parece que cada pareja tiene que buscar su forma, sus modos y centrarse en qué es lo que los hace estar juntos y no cuáles son las diferencias. Porque todos tenemos diferencias. Es obvio. Si vos te vas a pelear por la primera diferencia, estás sonado. No vas a armar una pareja en la vida. Es como todo rápido: no me gustó algo y lo dejé.

-Es interesante esto de que hay menos tolerancia.
-Nosotros con Luis somos de una generación que creció con la cosa de la culpa. El soportar. Yo no digo que hay que soportar, porque no está bueno. Pero repito: hay que tener tolerancia. Hay que sentarse con el otro y decir, «Mira, la verdad que esto no me gusta, ¿qué hacemos? Yo tengo ganas de seguir con vos, me gustás, quiero construir algo, pero esto no me gusta. ¿Se puede corregir?»
-¿Cuántas de estas charlas tuvieron durante estos treinta y cinco años formales de pareja?
-Obviamente que pasamos todas: dificultades económicas, cosas que no nos gustaban del otro, etapas en las que estábamos trabajando tanto que por ahí ni nos veíamos, cansancio…. y sin embargo siempre decimos “nos seguimos eligiendo”. Es más, nos decimos, «lo que me gusta de vos que lo que me molesta». Fingimos demencia y seguimos adelante.
–Recién me decías que te quedás con las cosas buenas, ¿cuáles son ellas?
-Que es un tipo muy coherente, muy leal y muy amoroso. Así como lo ves, es demostrativo. Yo soy mucho más parca, y él está todo el tiempo tratando amorosamente, agarrándome de la mano, pensando en mí. Yo dijo que somos La Bella y la Bestia, pero la Bestia soy yo. Se lo ve más duro y es un flancito, un dulce de leche. Cuando nos enojamos, es el que afloja. «Vos querés estar enojada, yo la verdad que no voy a perder tiempo. Enojate y desenojate”, me dice.

-¿Te fue a ver al teatro?
-Sí, fue un ensayo general y a ver la obra, y le encanta. Yo confío mucho en su mirada porque lo admiro mucho como actor y es un hermoso director. Amorosa y constructivamente me ha dado su visión. Me da como datos muy puntuales de cosas que me ayudan en el armado del personaje.
–Y vos a él me imagino que también, ¿no?
-Claro. Yo lo disfruto mucho cuando hace teatro. Soy capaz de ir a verlo todas las noches. Me encanta, y me encanta ver a los compañeros. Voy descubriendo cositas distintas cada vez que lo veo porque el teatro tiene eso de que se mueve, cambia noche a noche.
Fotos: Diego García
Maquilló: Daniel Britzi
Peinó: Cristian Rey
Vistió: Cuellear Attelier