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lunes, octubre 13, 2025

Silvio Rodríguez volvió a Buenos Aires después de siete años y construyó una noche mágica a base canciones, memoria y emociones

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El cantautor cubano Silvio Rodríguez se presentó este sábado en el primero de sus shows en el Movistar Arena de Buenos Aires (continúa este domingo habrá un tercer show el 21 de este mes), convocando a un público ávido de canciones simbólicas y textos sociales que pintaron la realidad de América Latina durante las últimas cuatro décadas. Pero hubo mucho más que eso. Fue el encuentro de una gran familia que no se veía desde hacía siete años.

Acompañado por un grupo de eximios músicos, Silvio desgranó canciones nuevas junto a clásicos de su enorme repertorio (tiene compuestas y grabadas más de 600 canciones) ofreciendo un recital pleno de musicalidad y por supuesto, emociones a flor de piel.

Un poco de historia

En el frondoso árbol genealógico de la canción contemporánea americana la Nueva Trova ocupa sin dudas un lugar de mucha importancia. Esta corriente surgida en la isla de Cuba a fines de los ’60, y de la mano de la revolución encabezada por Fidel Castro en 1959, proponía una música con sabores del trovadorismo, el bolero y los sones más tradicionales de ese país. Pero los textos desnudaban conflictos sociales y denunciaban injusticias sufridas por obreros y trabajadores dentro de los sistemas sociales de corte capitalista.

Influenciados notoriamente por artistas estadounidenses como Woody Guthrie, Joan Báez y Bob Dylan, los integrantes de la Nueva Trova encontraron un lenguaje propio teñido tanto de protesta como de una poética romántica de alto vuelo. Al mismo tiempo comenzaba a tejerse (y extenderse) una red artística de características similares en los cuatro puntos cardinales del continente, que encontró tal vez un impulso mayor a partir del nefasto Plan Cóndor, en 1975.

Silvio Rodrígurz se presentó este sábado, repetirá este domingo y el 21 de octubre. Foto Juano TesoneSilvio Rodrígurz se presentó este sábado, repetirá este domingo y el 21 de octubre. Foto Juano Tesone

Desde Chile llegaban los ecos de Violeta Parra y Víctor Jara. Perú hacía su aporte con Nicomedes Santa Cruz y Susana Baca poniendo el foco en el rescate de los valores afro-peruanos, México descollaba con Oscar Chávez y Amparo Ochoa. Brasil partía de su Movimiento Tropicalista para desarrollar un estilo de manifiesto más directo en la corriente MPB (Música Popular Brasilera) con obras monumentales como Construcción (Chico Buarque), Clube da Esquina (Milton Nascimento) o el primer álbum de Secos y Molhados, y desde Uruguay tronaban las denuncias de la mano de artistas como Daniel Viglietti, José “El Sabalero” Carbajal y Los Olimareños.

Por supuesto que Argentina no se quedaba atrás. En 1963 nacía el Movimiento del Nuevo Cancionero, encabezado por Oscar Matus, Armando Tejada Gómez y una jovencísima Mercedes Sosa, que se sumaba a voces más antiguas como las de Atahualpa Yupanqui, César Isella o Jorge Cafrune, entre muchos otros.

Dentro de este escenario de efervescencia ya a nivel mundial (recordemos el Mayo Francés de 1968 o el Movimiento Hippie como reacción a la guerra de Vietnam) dos prolíficos artistas cubanos salían a la palestra con sus valijas cargadas tanto de versos rebeldes como de historias de amores tiernos : Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Autores de bellísimas canciones emblemáticas que prácticamente dieron la vuelta al mundo y se convirtieron en clásicos, ellos fueron la cara visible de una época y un contexto fundamental y fundacional en la segunda mitad del Siglo XX.

Con poca voz pero mucho corazón

Una afección en las vías respiratorias le quitó caudal, pero no voz ni emoción. La molestia la padeció más en la segunda parte del show. Foto Juano TesoneUna afección en las vías respiratorias le quitó caudal, pero no voz ni emoción. La molestia la padeció más en la segunda parte del show. Foto Juano Tesone

Por todo esto el regreso de Silvio a nuestro país después de siete años de ausencia (“pido disculpas por eso”, dijo en un momento) no era solamente un acontecimiento musical. El público argentino fue a encontrarse con una verdadera leyenda de otra época.

Una donde los corazones rebozaban de idealismo y resistencia. Y por eso, quizás más aún que la trovadora argentina Paula Ferré (referente y una de las fundadoras del Movimiento MUJERTROVA, que abrió el show de Silvio), quienes oficiaron de anfitriones fueron las quince mil almas que llenaron el recinto con una consigna íntima: revivir de alguna manera el recuerdo de aquellos años de fuego de la lucha social en argentina.

Así el público cantó junto al cubano todos y cada uno de sus clásicos, desde Sueño con serpientes hasta Te amaré, El necio o Canción del elegido. Rodeado por un octeto de músicos de primerísimo nivel, cuyo virtuosismo consistía básica y maravillosamente en no querer demostrar ningún virtuosismo, el combo que rodea a Rodríguez está integrado por dos de los músicos del Trío Trovarroco: Rachid López en guitarra y Máikel Elizarde en el tres cubano. Sumados a ellos el baterista Oliver Valdés, el contrabajista Jorge Reyes, el pianista Jorge Aragón y el vibrafonista Emilio Vega.

Pero claro, es imposible no destacar el trabajo impecable de las dos mujeres del grupo. La flautista y clarinetista Niurka González es dueña de un fraseo fluído y de un vocabulario musical inagotable (en sus manos la flauta traversera sugería el vuelo de una mariposa). Niurka es la esposa de Silvio desde 2006. Dato que sumado a la presencia en armonias vocales y por momentos piano de su hija Malva Rodríguez (como decía Serrat en Tio Alberto”qué suerte tienes, cochino”) han hecho de esta gira una indudable y muy loable cuestión familiar.

El show dio comienzo con Ala de colibrí y se extendió por algo más de dos horas. Afectado por un catarro que le alteró las cuerdas vocales (algo evidenciado particularmente en la segunda parte de su recital, pero que no diluyó la emocionalidad de sus interpretaciones), Silvio ofreció varias de sus sus páginas más memorables. Aunque para sorpresa de muchos y quizás por su condición vocal no interpretó piezas muy esperadas como La maza o Unicornio.

En medio de una puesta colorida y cálida a la vez, hubo un momento conmovedor: el tributo a su compañero de ruta Pablo Milanés, que murió hace casi tres años. Foto Juano TesoneEn medio de una puesta colorida y cálida a la vez, hubo un momento conmovedor: el tributo a su compañero de ruta Pablo Milanés, que murió hace casi tres años. Foto Juano Tesone

En un clima de ritual tan respetuoso como emotivo, artista y público viajaron a través de todo el universo poético que este maravilloso y prolífico cantautor tejiera durante más de cuatro décadas de labor ininterrumpida.

Y esto hay que decirlo. Si incluso le quitáramos al show de Silvio su peso específico de simbolismo socio-político, si él no interpretase ni siquiera uno de todos sus clásicos, si no se conectara con su público de la manera en que lo hace, éste sería uno de los mejores shows de música escuchados en Buenos Aires en lo que va del año. Por la solidez, originalidad y (falsa) simpleza de los arreglos grupales, por las armonías vocales junto a Malva (una de las voces más originales y distintivas de su generación), por la exquisitez de cada uno de sus músicos y por la calidez que genera desde el escenario.

Música en estado puro

Durante varios pasajes del show la finísima labor de las guitarras de Silvio, Rachid y Máikel sonando en un entretejido de arpegios tan intrincados como celestiales le otorgaron una sonoridad única a las canciones ya conocidas, renovándolas desde la raíz. Mientras que el trabajo de base de percusión y contrabajo (no me mientan, estos tipos saben tocar jazz) ofrecía un paño aterciopelado sobre el que recostarse. Piano y xilofón complementándose perfectamente. Un verdadero placer para los oídos.

Un aparte para el trabajo técnico. Impecable en el sonido, con todos los volúmenes parejos y sin un sólo acople durante toda la noche y muy sobrio en la puesta en escena. Sin grandilocuencias ni aspamentos, sin fuegos de artificio ni estridencias, y alejado de cualquier golpe de efecto apuntando al marketing, lo que experimentamos anoche fue la magia cada vez más escasa de un ejercicio de música en estado puro.

Si bien repaó la mayoría de sus clásicos, no fueron parte del repertorio ni La maza ni Unicornio. Foto Juano TesoneSi bien repaó la mayoría de sus clásicos, no fueron parte del repertorio ni La maza ni Unicornio. Foto Juano Tesone

A mitad del recital Silvio presentó al poeta, periodista y compositor argentino Jorge Boccanera (entre tantas otras cosas fundador del grupo literario El Ladrillo, junto a Vicente Muleiro), quien comenzó recitando como poema la letra de la canción ¿Será posible el Sur? y continuó con varias de sus poesías más resonantes . Porque durante toda la noche poesía fue el nombre del juego. Desde el texto que abrió su presentación (Maestros ambulantes, escrito por José Martí en 1884) hasta Halt! de Luis Rogelio Nogueras “El Wicky”, escritor y periodista cubano fallecido en 1985.

Tampoco (como era de esperar) faltó el sensible homenaje a su compañero de ruta Pablo Milanés (murió en Madrid el 22 de noviembre de 2022) a través de una preciosa rendición a dos voces de Yolanda, una de las páginas más conocidas y celebradas de éste ultimo. La segunda parte de la presentación transcurrió con un Silvio Rodríguez algo más herido en lo vocal, pero que supo pilotear (experiencia al hombre no le falta) la nave hasta un muy buen puerto.

Finalmente y más obligado por su dolencia que por el propio deseo, Silvio cerró su primera noche con dos bises, Historia de la silla y Rabo de nube. Artista y público quisieron que esto no fuera solamente un show. Y como dice aquella letra se pareció antes bien a una declaración de amor. Eternamente… Silvio Rodríguez.

Redacción

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