Hay pacientes que lo tuvieron durante un período de duelo, luego de que falleciera un ser querido. A uno le ocurrió mientras estaba en el gimnasio, buscando superar su marca. Y otro lo padeció cuando estaba haciendo el balance contable de fin de año y se dio cuenta de que no había manejado el dinero lo bien que lo pensaba.
En todos los casos estamos hablando del síndrome del corazón roto, un episodio muy similar al infarto, vinculado con el estrés emocional y físico, y que al día de hoy sigue siendo muy difícil de diagnosticar.
“Lo que provoca es una interrupción temporal en la forma en que el corazón bombea la sangre. Las personas que lo experimentan pueden sentir un dolor torácico repentino y creer que están teniendo un ataque cardíaco”, explicó el doctor Mohamad Alkhouli, cardiólogo internista de la Clínica Mayo de Rochester, Minnesota (Estados Unidos), en un encuentro con periodistas latinoamericanos del que participó El País.
Se lo llama síndrome del corazón roto porque el corazón prácticamente se divide en dos partes.
“Una parte que se mueve bien, de forma normal, y la otra que está sin moverse”, detalló el especialista.
También recibe otros dos nombres. Uno es “balonamiento apical”, porque la parte inferior se encoge y se forma como un balón. Y el otro es Takotsubo, debido a que la forma que se genera en el ventrículo izquierdo remeda la de un ancestral instrumento de pesca de pulpos que usaban los japoneses.
Confusión
“Si hay una persona que llega a la emergencia con un dolor de tórax que se instaló de manera aguda, no se puede decir por su presentación si está teniendo un síndrome de corazón roto o si se trata realmente de un infarto donde hay un coágulo en la arteria. Ese es uno de los principales problemas que tenemos”, señaló Alkhouli.
Problema que tampoco se soluciona con los dos estudios estándar que se practican en la emergencia de un centro hospitalario.
Por un lado, se realiza un electrocardiograma para medir los campos eléctricos del corazón y en ambos casos –corazón roto e infarto- hay cambios característicos que no permiten diferenciarlos.
Por otro lado, se hace una prueba sanguínea para comprobar si hay rotura de las células cardíacas. “Si las sustancias que se llaman troponinas están elevadas, eso quiere decir que está habiendo un infarto o que el corazón está bajo estrés, pero eso demora en detectarse y no se diferencia entre uno y otro”, apuntó.
El problema al no poder diferenciarlos es que la confusión puede conducir a tratar un corazón roto como un infarto. Mientras este último demanda realizar un cateterismo cardíaco y colocar un stent, para el primero no es necesario realizar ningún procedimiento invasivo.
“El tratamiento principal es dar soporte médico. La idea es mantener a los pacientes internados unos pocos días asegurándonos de que su presión está bien, que la frecuencia cardíaca está bien, y luego introducir medicamentos que ayudan al corazón a reponerse”, explicó Alkhouli.
La mayoría de los pacientes se recupera en unas pocas semanas. Lo único a lo que hay que estar atentos es que existe un riesgo de recurrencia. “Si ya tuvieron un síndrome de corazón roto, tienen más probabilidades que una persona promedio de repetirlo”, acotó el cardiólogo.

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Predisposición
“Hay una especie de disparador: el estrés emocional o físico que hace que el corazón interactúe con el cerebro de una manera poco habitual que lleva a este síndrome”, describe Alkhouli.
Eso determina que haya que estar atentos a quienes pueden estar estresados, teniendo presente que no todos lo estamos por los mismos temas.
“Si a ustedes les gusta el fútbol y se emocionan porque su equipo está perdiendo o ganando, eso puede desencadenar un Takotsubo, pero si no les gusta el fútbol, no les pasa nada”, acotó el especialista.
Aunque tampoco es todo tan lineal. En tal sentido comentó que existe una investigación hecha en los países escandinavos que muestra que los inmigrantes tienen tasas muy bajas de síndrome de corazón roto. “Aun cuando uno podría pensar que es a la inversa, que tal vez deberían tener más estrés”, reflexionó.
Su conclusión es que “el tipo de estrés, la duración del estrés y la exposición previa al estrés, todo eso interviene. Entonces deberíamos trabajar en investigaciones que nos den alguna característica”.
Otro elemento a tener presente es que el síndrome del corazón roto afecta más a las mujeres.
“No se entiende muy bien por qué, estamos estudiándolo”, señaló el especialista y añadió que en materia de edades, los más propensos a padecer este síndrome son las personas de mediana edad aunque puede aparecer a cualquier altura de la vida.
Preguntas que quedan planteadas
“Lo que más me fascina es lo profundamente entrelazados que están nuestro sistemas emocional y cardiovascular, y lo mucho que aún no comprendemos”, dijo el Dr. Alkhouli. “¿Podremos algún día ‘reprogramar’ esta conexión para promover la curación utilizando la terapia, neuromodulación (alteración de la actividad nerviosa en lugares específicos por medios eléctricos o químicos) o incluso herramientas digitales?”, se preguntó.
Dos estudios
Alkhouli informó que hay dos estudios referidos al síndrome del corazón roto.
El primero tiene que ver con su diagnóstico y consiste en una línea de investigación vinculada a los campos magnéticos.
“La tecnología ha evolucionado de manera que podemos medir el campo magnético del corazón en dos o tres minutos, sin hacer ningún estudio invasivo ni poner líneas intravenosas. Se parece a una máquina de rayos X que se acerca al corazón”, describió Alkhouli. “Hemos encontrado que podríamos decir si el paciente tiene síndrome de corazón roto o un infarto, algo que nunca antes habíamos podido hacer con confianza”, anunció el especialista.
De todas formas aclaró que es algo que todavía no ha sido probado en pacientes adultos, aunque ya lo considera un gran adelanto.
El segundo estudio refiere a la comprensión de los mecanismos subyacentes al síndrome.
“La mayoría de los infartos ocurre por problemas de colesterol, pero hay gente que tiene infartos sin eso, entonces tiene que haber otros mecanismos”, explicó sobre lo que persigue esta segunda investigación.
Alkhouli insiste sobre un mensaje final: “Necesitamos más gente en la comunidad para hacer este tipo de investigación colaborativa. Necesitamos que los neurólogos y los cardiólogos trabajen juntos y se tomen más en serio esta línea de investigación para encontrar repuestas científicas. Lo prescisamos para destramar los secretos de la conexión cerebro-corazón”.
«Hay un pequeño cerebro en el corazón»
En Clínica Mayo, el doctor Mohamad Alkhouli se encuentra investigando la relación entre el cerebro y el corazón, un tema que ha interesado a mucha gente durante miles de años. “Ya en la cultura egipcia pesaban el corazón de los muertos para ver si iban al cielo o al infierno. La gente pensaba que el corazón no era solo una bomba, sino que era el centro de la inteligencia, tal vez del comportamiento, y eso ya estaba embebido en las culturas ancianas e incluso en las religiones. Es fascinante”, comentó el cardiólogo.
Señaló además que “estados emocionales como la ansiedad, el luto o incluso la alegría pueden influir directamente en los ritmos cardíacos, la presión arterial y hasta en el riesgo de ataques cardíacos. Al mismo tiempo el corazón envía señales de vuelta al cerebro a través de los nervios, las hormonas y los receptores de presión afectando nuestro estado de ánimo, atención y nivel de estrés”.
Destacó que ahora existen herramientas más sofisticadas que nos permiten delinear la relación entre el cerebro y el corazón.
“De hecho es una de las razones por las que entré a Facultad de Medicina, para destrabar los secretos del corazón, no solamente como una bomba, sino también como el centro de otras cosas”, confesó.
Cuando se le plantea qué tanto hay de cierto cuando se dice que se toma una decisión más con el corazón que con la cabeza, contesta que todavía se necesitan más datos para probarlo. Lo que sí confirma es que hay un pequeño cerebro en el corazón. “Esto es algo que hace muchos años no se sabía. Hay más de 40.000 neuronas que están operando en el corazón por sí mismas. Hay mucha investigación que se está haciendo en este momento para comprender las diferentes partes de ese pequeño cerebro”, indicó el especialista.
Ejemplos existen de trasplantados que cambian su comportamiento al recibir un corazón. “Gente que nunca había escrito en su vida, recibe el corazón de un escritor y súbitamente desarrolla un interés y una urgencia por escribir”, apuntó Alkhouli.

Mayo Clinic