Cuando los excursionistas partieron del campamento temprano el lunes, lloviznaba, hacía viento y la temperatura apenas superaba los cero grados en Torres del Paine, un parque nacional con imponentes picos de granito y glaciares en la Patagonia chilena.
Les esperaba el tramo más difícil de su viaje.
Pero no tenían ni idea de que se verían azotados por una ventisca con vientos huracanados de 193 km/h, sin poder ver a más de tres metros de distancia.
En cuestión de horas, más de dos docenas de personas resultaron heridas y cinco desaparecieron.
Al día siguiente, las autoridades confirmaron que los cinco desaparecidos —turistas de México, Gran Bretaña y Alemania— habían fallecido.
En una rueda de prensa celebrada el jueves, Cristián Crisosto, fiscal regional de Magallanes, que incluye el parque nacional, dijo que había abierto una investigación y que la policía estaba tomando declaraciones al personal del parque, a Vértice, la empresa que gestiona el camping conocido como Los Perros, y a 69 personas que se encontraban allí el día de la nevada.
Crisosto dijo que los cinco habían muerto de hipotermia y que 27 personas resultaron heridas en la tormenta de nieve.
Álvaro Elizalde, ministro del Interior chileno, afirmó que el gobierno está trabajando con los consulados para repatriar los cuerpos de Cristina Calvillo Tovar y Julián García Pimentel desde México, Victoria Bond desde Gran Bretaña y Nadine Lichey y Andreas Von Pein desde Alemania.
El macizo Torres del Paine se ubica cerca de El Calafate, en el sur de Chile.El Cuerpo Nacional de Bosques de Chile lamentó profundamente el incidente y anunció el miércoles que se centra en reubicar a todas las personas que se encontraban en el sendero afectado, el Circuito O, una exigente ruta circular de 137 kilómetros que requiere entre ocho y nueve días para completarse.
Las cinco personas fallecieron en un tramo del circuito conocido como el Paso John Gardner, la sección más alta y expuesta.
La autoridad del parque informó que el circuito permanecerá cerrado mientras se lleva a cabo la investigación.
En una entrevista con medios locales el miércoles, Mauricio Ruiz, director regional del servicio de parques en Magallanes, dijo que no había guardaparques en el parque el lunes porque se habían marchado el día anterior para votar en las elecciones presidenciales del país.
Describió la región donde se produjo la ventisca como “la zona más compleja de la montaña”.
Rodrigo Illesca, director del servicio de parques, declaró a la emisora de radio ADN que no fue informado de la emergencia hasta las 18:00 del lunes.
Vertice, la empresa que gestiona el camping, declaró en un comunicado que se había puesto en contacto con las autoridades y había proporcionado apoyo logístico a los equipos de rescate.
«Brindamos apoyo emocional a todos», afirmó la empresa.
Decenas de excursionistas que se encontraban en el sendero y en el campamento el día de la tormenta de nieve criticaron duramente la falta de aviso y la respuesta de emergencia, que calificaron de gravemente tardía e insuficiente.
“Queremos dejar claro que esta fue una tragedia terrible y evitable. A nadie se le debería haber permitido, y mucho menos alentado, a subir al paso ese día, como nos lo hizo el personal de Vertice”, dijo el grupo en un comunicado compartido por uno de los excursionistas.
Según el grupo, el personal del campamento no ofreció ninguna orientación ni ayuda en materia de seguridad, incluso después de que decenas de excursionistas —obligados a regresar debido a las condiciones— volvieran al campamento sufriendo hipotermia, congelación, abrasiones y traumatismos craneales.
“Parecían no comprender lo que había sucedido, en absoluto”, dijo Megan Wingfield, una de las excursionistas supervivientes.
Wingfield, de 34 años, dijo que ella y su esposo, ambos anestesiólogos y ávidos excursionistas de Colorado, habían llegado al campamento de Los Perros el domingo por la noche, con la intención de hacer la caminata por el paso John Gardner al día siguiente.
Según ella, los excursionistas no tenían acceso a internet en el lugar, pero preguntaron al personal si la lluvia y el viento eran típicos de esta época del año.
Añadió que el personal les aseguró, tanto a ella como a los demás, que las condiciones no eran inusuales y les recomendó hacer la excursión al paso entre las 8 de la mañana y el mediodía.
Alrededor de las 6:45 de la mañana del día siguiente, la pareja abandonó el campamento, dijo Wingfield, vistiendo varias capas de ropa de abrigo, pantalones cortavientos, impermeables, botas de senderismo y crampones, así como guantes, gorros y polainas para protegerse el rostro del frío.
A las pocas horas, según contó, el viento arreció tanto que ella y los demás del grupo apenas podían mantenerse en pie.
Entonces, a menos de 200 metros de la cima del puerto, tres jóvenes que iban en dirección contraria, con el vello facial cubierto de carámbanos, les advirtieron que era demasiado peligroso continuar.
“Todos llegamos a la conclusión de:
‘Vale, no vamos a hacer esto’”, dijo.
El grupo dio media vuelta.
Entre ráfagas de viento, los excursionistas apenas podían ver a tres metros de distancia, y en otras ocasiones solo a medio metro.
Se vieron obligados a retroceder por una pendiente rocosa y empinada que se había convertido en una pista de hielo, según contó ella.
Caos
Los cuerpos se deslizaban en todas direcciones.
Un hombre se deslizó casi 15 metros, de cabeza, hacia un montón de rocas, dijo Wingfield.
«Gracias a Dios, su mochila golpeó las rocas antes que su cabeza», dijo.
«Se puso de pie y preguntó: ‘¿Voy a morir hoy?'»
Según contó, el hielo estaba manchado de sangre.
La gente gritaba al resbalar y chocar unos contra otros.
Cuando un hombre diabético se desplomó, Wingfield y su esposo lo envolvieron en un refugio de emergencia, le dieron un paquete de puré de manzana y le rogaron que siguiera adelante.
Alrededor de las 11:30 de la mañana, Wingfield y su esposo regresaron al campamento con decenas de personas más, muchas de ellas sangrando y con moretones, y casi todas con hipotermia leve, según relató.
Había médicos en el grupo que atendían a los heridos, añadió, pero el personal no les brindó asistencia, se negó a pedir ayuda y no les abrió una habitación donde pudieran resguardarse del frío.
Alrededor de las 12:30 pm, según contó, los excursionistas organizaron una operación de búsqueda y rescate para quienes no habían regresado.
Otros intentaban determinar quiénes estaban desaparecidos y a qué autoridades debían llamar.
Algunos recordaron que uno de los excursionistas, que luego fue encontrado muerto, se cayó repetidamente.
Poco después de las 15:30, otra excursionista, Arab Ginnett, pidió ayuda en las redes sociales.
«Estamos atrapados por la nieve y todavía hay gente en el puerto de montaña», escribió.
“Necesitamos ayuda urgente; los escaladores y los rescatistas corren el riesgo de morir dada la situación actual”, dijo.
© 2025 The New York Times Company
