Redacción El País
La soledad ha dejado de ser una simple sensación para convertirse en un grave problema de salud pública. Según un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente una de cada seis personas en el mundo experimenta sentimientos persistentes de soledad. Para enfrentar lo que define como una epidemia silenciosa, la OMS ha creado una Comisión Global de Conexión Social.
¿Aislamiento social o soledad? Una distinción crucial
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La OMS establece una diferencia clave:
- Aislamiento social: Es la ausencia objetiva de contactos sociales suficientes.
- Soledad: Es la experiencia subjetiva de desconexión, el sufrimiento que surge de la brecha entre las relaciones que tenemos y las que deseamos.
Esta distinción es vital, ya que es posible sentirse solo estando rodeado de gente, y explica por qué la soledad se ha erigido como un determinante social de la salud.
El impacto en la salud
La evidencia científica es contundente. Las personas solitarias tienen un 30% más de riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, demencia, depresión y ansiedad.
La OMS estima que la soledad está asociada con unas 870.000 muertes anuales, un impacto en la mortalidad prematura comparable al del tabaquismo y la obesidad.
¿Cómo afecta la soledad al cuerpo?
Desde una perspectiva biológica, la soledad desencadena un estrés crónico, liberando cortisol, activando el sistema nervioso simpático y generando inflamación persistente. Esto debilita el sistema inmunológico.
En el plano conductual, tiende a llevar a una menor actividad física, una alimentación peor y al descuido de los cuidados médicos.
Un problema de todas las edades
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Aunque los adultos mayores son especialmente vulnerables, el fenómeno afecta a todas las generaciones. Cerca del 20% de los adolescentes reportan soledad significativa.
Factores como la urbanización, el envejecimiento poblacional y el aumento de personas que viven solas agravan el problema, una tendencia que se intensificó con la pandemia.
Cómo enfrentar la soledad desde lo colectivo y lo individual
Abordar este desafío requiere un enfoque multifacético:
En políticas públicas:
· Reconocer la soledad como un problema de salud.
· Crear espacios de convivencia y fortalecer las redes comunitarias.
· Incorporar la evaluación de los vínculos sociales en la atención primaria, por ejemplo, en las Unidades Básicas de Salud.
Para los profesionales de la salud:
· Realizar preguntas clave como “¿Tenés con quién conversar?” o “¿Te sentís solo/a?”.
· Derivar a grupos de convivencia y fomentar la actividad física.
· Ofrecer apoyo psicológico en los casos más graves.
A nivel individual:
· Participar en actividades colectivas.
· Cultivar amistades y dedicar tiempo al diálogo.
· Usar la tecnología con propósito (videollamadas), sin olvidar el valor del encuentro presencial.





