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domingo, julio 27, 2025

Somsis, la herencia de un oficio y un trato en una nueva casa

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Acaba de arrancar el servicio de la noche y Samuel Soria (Barcelona, 1989) no pierde detalle de la entrada, desde el otro lado de la barra, en la esquina que luce rebosante de pescado y marisco sobre una capa de hielo. La clientela que va entrando pasa por delante, observa de reojo la montaña plateada y coral como si fuera el santo y seña, y saluda con la efusión de quien vuelve a una casa de confianza. El hombre, con toda su corpulencia, se encoje de hombros para esquivar el mérito. ”El motor es ella”. Señala a Rosa Carranza, cocinera hondureña con la que ya trabajó mano a mano en el negocio de sus padres, el popular Mari y Rufo, frente al mercado de Santa Caterina.

Da la impresión de que se respira buen ambiente de equipo en el nuevo Somsis (Montsió, 79), un reducto de clientela local en Ciutat Vella. Una rareza. “Samu!” “Samuel!”, su nombre suena aquí y allá. Pero lejos de agobiarse, incluso reconoce que todo le parece calma comparado con el desenfreno del Mari y Rufo, donde creció. Allí, explica, aprendió que lo más importante es que los clientes se sientan como en casa. “Que sepan que nunca los engañarás y que lo que les has dicho que servirás sea lo que les llegue a la mesa. La base es la confianza”. Y esa es, asegura, la principal lección que aprendió en el negocio que aún regenta su familia.

Las gambas grandes de la lonja de Palamós, los calamares hechos a a la brasa y el brioche de anguila ahumada con salsa teriyaki marinada

Las gambas grandes de la lonja de Palamós 

Àlex García

Las gambas grandes de la lonja de Palamós, los calamares hechos a a la brasa y el brioche de anguila ahumada con salsa teriyaki marinada

Los calamares hechos a a la brasa 

Àlex García

“Tengo unos padres maravillosos: ella es pura fuerza, él puro amor y resistencia y sigue al pie del cañón”. Cuenta Samuel que con cinco o seis años ya correteaba por el Mari y Rufo. De adolescente, antes de ir al cole ayudaba al padre a preparar un sinfín de bocadillos de jamón. Y a los veinte, después de pasar por la escuela de hostelería, se metió en la cocina de la que salió hace unos meses porque le hacía mucha ilusión abrir un negocio propio con unos amigos socios.

Rufino nació en Berlanga de Duero (Soria) y Ángeles Campoamor, la madre, en Badalona. “El padre de ella fue pescador allí. Por eso mis padres son unos máquinas comprando; nadie les ha tomado el pelo jamás”. Él compra en las lonjas de Vilanova, de Arenys y Palamós.

Entre las especialidades, las zamburiñas con torreznos y el brioche con anguila ahumada

La clientela se deja orientar, porque confían en eso a lo que llaman la buena relación calidad-precio. Sirven pescado y marisco con poca intervención. Y en algunos casos Soria opta por elaboraciones golosas que ha logrado convertir en exitosas especialidades de la casa. En ese apartado están las zamburiñas con torreznos crujientes, el brioche a la plancha con anguila, que ahuman en la mesa con un delgado tronco incandescente cuyo aroma se acaba extendiendo por el local; el tiradito de pez limón con aceite de trufa (innecesario) y trufa de verano rallada, o el chili crab, que ahora mismo está fuera de la carta porque no es temporada.

Hay que probar la sepia a la bruta, aparentemente sencilla, pero en su punto de cocción, sabor y textura. Excelente. Las gambas de Palamós y las almejas de carril, ambas de tamaño considerable siempre que las encuentran, son un clásico, como las navajas gallegas.

Somsis

DIRECCIÓN

Carrer de Montsió, 7, Ciutat Vella, 08002 Barcelona

618 49 44 91

https://www.instagram.com/somsisrestaurant Somsis, la herencia de un oficio y un trato en una nueva casa

Debe de ser enorme el rodaballo que ha llegado de la lonja porque en la mesa aparece en porciones (¡Ay, la magia!) y, para acabar, un trozo de coca de Llavaneres que preparan para ellos en un establecimiento vecino. El local es agradable, con movimiento pero sin que este llegue a resultar agobiante y el joven equipo de sala trabaja con ritmo y es muy amable. Aunque todo invita a disfrutar del pescado y marisco también tienen carnes y el txuletón es otro de los éxitos. El precio medio ronda los 70 euros, hay un reservado en la planta superior y dos comedores con paredes de piedra, vestigios del antiguo monasterio vecino de Montsió, que sufrió no pocas adversidades a los tiempos.

Redacción

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