El agua no solo moja. También cura, arrastra secretos y guarda memorias. En el Club Estrella de Maldonado, ubicado en el corazón de Palermo, una piscina se transforma en escenario para “Subacuática”, la obra que fusiona teatro, cine y emociones crudas bajo el agua. Los sábados y domingos de mayo y junio, el público se sumerge en una experiencia única donde el cloro, las olas y los silencios hablan más fuerte que las palabras.

Una historia que navega entre el dolor y la esperanza
Pablo (Joaquín Berthold) lleva cuatro años anclado en el duelo tras perder a Mariela, su esposa, durante el parto de Lola. Entre clases de natación y el bullicio cotidiano de la pileta, lucha por mantenerse a flote con la ayuda de su hermana Luciana (Juana Viale). Pero el agua, testigo de sus recuerdos, también le devuelve encuentros inesperados: Alejandra (Anahí Gadda), una madre abrumada, y la presencia fantasmal de Mariela (Maricel Santin), quien lo confronta con preguntas que duelen tanto como sanan.

Dirigida por Fernanda Ribeiz y Luciano Cáceres, la adaptación de la novela de Melina Pogorelsky rompe con las convenciones teatrales. Los actores no solo interpretan: nadan, se hunden y resurgen entre proyecciones audiovisuales y una banda sonora envolvente creada por Jackson Souvenirs. El diseño de luces de Ricardo Sica pinta el agua de tonalidades azules y grises, mientras el olor a cloro —tan familiar como incómodo— transporta al público directamente al natatorio.
Teatro que se vive, no solo se ve
No hay butacas convencionales. Los espectadores rodean la pileta, casi sintiendo las salpicaduras. Las voces en off de los personajes, grabadas por Norman Mac Loughlin, se mezclan con el sonido real del agua. “Quisimos que el público sienta la historia, no solo la observe”, explica Ribeiz. “El agua es un personaje más: refleja fragilidad, pero también la fuerza para seguir nadando”.
La obra no teme abordar temas incómodos: la culpa de sobrevivir, el agotamiento de la maternidad y la búsqueda de oxígeno emocional. “Es un espejo de lo que callamos”, dice Berthold. “Pablo no es un héroe. Es un hombre que aprende, chapuceando, a no ahogarse”.
Detrás de escena: Un equipo que respira arte
El proyecto, apoyado por Axion y Eurolighting, es una hazaña técnica y creativa. Las ilustraciones de Rocío Casal se proyectan sobre el agua, mientras el vestuario de Ayelén González Pitta —trajes de baño desteñidos y ropa holgada— refuerza la cotidianidad de los personajes. “Cada detalle, hasta el frío de la pileta, está pensado para conmover”, destaca Sol Seglin, asistente de dirección.
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