5 minutos de lectura‘
NUEVA YORK, Estados Unidos (AFP).– En su intento de reconquistar al mundo del deporte, Donald Trump será el primer presidente en ejercicio que haya asistido al Super Bowl, la final de la liga profesional estadounidense de fútbol americano, que se celebrará este domingo. Trump suele acusar de ser demasiado progresista a la National Footbal League, NFL.
“Aunque vaya porque lo encanta el fútbol, se trata de un gesto político porque, como presidente de Estados Unidos, todo lo que hace es político”, afirma Amy Bass, profesora de estudios deportivos en la Universidad de Manhattanville.
“Ávido aficionado a los deportes, hasta el punto de haber comprado una organización profesional de fútbol americano a mediados de la década de los ochentas, Trump recibió una fría acogida por parte del sector durante su primer mandato. Varios equipos campeones llegaron a romper con la tradición de visitar la Casa Blanca, para mostrar su oposición a las políticas del presidente, entre ellos, Philadelphia Eagles, ganador del Super Bowl en 2017.
Pero a medida que su base electoral fue ampliándose durante la campaña electoral, el efervescente republicano recuperó de a poco el año pasado un lugar en el deporte. Por caso, este lunes recibió con bombos y platillos al club de hockey Florida Panthers, campeón de la liga NHL, de hockey sobre hielo.
Trump dirige ahora su atención al fútbol americano, al punto de que viajará a Nueva Orleáns para asistir al partido del domingo entre Kansas City Chiefs y el propio Philadelphia Eagles.
Entre los propietarios de organizaciones de la NFL que contribuyeron financieramente a la última campaña, la inmensa mayoría se decantó por los republicanos. “La NFL nunca ha sido un bastión de la izquierda, pero la última campaña hizo del fútbol americano un escenario políticamente más disputado que lo habitual”, señala la profesora Bass. La académica cita la elección del compañero de fórmula de la demócrata Kamala Harris, Tim Walz, ex entrenador de fútbol americano en el nivel colegial. Apartándose de su estilo de comunicación habitual, los demócratas han recurrido usualmente a parábolas futbolísticas y han destacado a varios ex jugadores en sus filas.
Aunque nunca de izquierda, entonces, la NFL está lejos de ser fiel a Donald Trump, sobre todo porque la liga sigue marcada por un doloroso episodio en el que participó el multimillonario republicano.
En 2016, la decisión del mariscal de campo de San Francisco 49ers Colin Kaepernick de poner una rodilla en el suelo durante la ejecución del himno estadounidense en protesta por la violencia policial contra minorías provocó un terremoto. Trump se implicó rápidamente en el debate, reclamando la expulsión al jugador, antes de pedir a los propietarios de las franquicias en una reunión pública que “despidieran” a cualquier “imbécil” que se manifestara mientras sonara la canción patria. Pero hubo ausencia de sanciones, y el jefe de Estado intensificó entonces sus ataques a esos propietarios y apuntó también al jefe de la liga, Roger Goodell. Sin resultados.
Con el despegue del movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) en la primavera boreal de 2020, la crisis se agravó en la NFL. Pero la liga cedió y anunció que destinaría 250.000.000 de dólares en 10 años a “combatir el racismo sistémico” y a financiar programas educativos y de desarrollo. Fue una forma de paz social. Las relaciones entre jugadores y directivos se han calmado considerablemente desde entonces.
Anunciada esta semana, la decisión de la liga de dejar de exhibir el lema “Fin al racismo” en ambos extremos del campo durante el Super Bowl fue interpretada por algunos como una concesión a la retórica antiwoke que defiende la administración Trump. Pero Goodell dijo el lunes que la liga seguirá promoviendo la diversidad. “Porque nos hemos demostrado a nosotros mismos que hace mejor a la NFL”, expuso el comisionado. Sus comentarios iban en contra de recientes medidas de la administración Trump destinadas a acabar con las políticas que favorecen a las minorías.
Cuando se anunció la presencia de Trump en este Super Bowl, los jugadores reaccionaron positivamente, y la estrella de Kansas City Chiefs Travis Kelce llegó a calificarla como “gran honor”. Sin embargo, su novia, la reina del pop Taylor Swift, apoyó a Kamala Harris durante la campaña, lo que llevó a Donald Trump a escribir en septiembre “odio a Taylor Swift”.
Travis Kelce y Patrick Mahomes, sobre la presencia de Trump
El sacrosanto espectáculo del descanso del Super Bowl será un posible escenario para que otra estrella de la música, el rapero Kendrick Lamar, ataque al presidente, a quien ya ha puesto en la mira.
Amy Harris se pregunta cómo responderá la concurrencia en el Caesars Superdome este domingo. “Nunca se sabe cómo reaccionará el público, porque la gente no está allí para ver a un político. Pero es difícil encontrar una ciudad que odie tanto a Trump como Filadelfia”, vislumbra.
Seguí leyendo
Conforme a los criterios de