Después de una década de estudios, Taca Taca dejó de ser promesa. El gigantesco proyecto minero que explora cobre, oro y molibdeno en la Puna salteña arrancará su construcción en 2025. Lo confirmó la empresa canadiense First Quantum Minerals, que ya encendió motores.
“Taca Taca no puede seguir siendo una expectativa”, dijo el ministro Martín de los Ríos tras reunirse con referentes del proyecto. Su frase resume el clima actual en Salta: impulso político, respaldo empresarial y atención a las condiciones ambientales.
El emprendimiento ocupará más de 2.500 hectáreas en el departamento de Los Andes. Según datos oficiales, la mina tiene reservas por más de 1.700 millones de toneladas de mineral. Se proyecta una vida útil de 32 años, con cierre programado para dentro de más de cuatro décadas.
La inversión inicial ronda los US$3.500 millones, lo que convierte a Taca Taca en uno de los emprendimientos privados más grandes del país. En la fase de construcción, se espera que genere 9.000 puestos de trabajo. En operación, empleará a 2.800 personas.
La empresa estima una producción anual de 250.000 toneladas de cobre fino, 125.000 onzas de oro y 3.500 toneladas de molibdeno. Con ese volumen, las exportaciones anuales podrían superar los US$2.000 millones.
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El gobernador Sáenz celebró el avance. “Taca Taca cambiará la matriz productiva de Salta”, afirmó. Para la provincia, que depende en gran parte del agro y el turismo, este salto hacia la megaminería puede significar un antes y un después.
Pero no todo es entusiasmo. El proyecto despierta también miradas atentas por parte de comunidades cercanas y organizaciones ambientales. Durante abril, más de 200 personas participaron de un taller informativo en San Antonio de los Cobres, donde se discutió el alcance de las obras y el impacto en la zona.
Desde la empresa aseguran que la construcción seguirá los lineamientos del Estudio de Impacto Ambiental. El balance hídrico es uno de los puntos más sensibles. El consumo de agua, su tratamiento y el impacto en comunidades y ecosistemas ya se discuten con autoridades provinciales.
El proyecto incluye una etapa de cierre planificada de 10 años. Una vez que finalice la extracción, la empresa deberá reconfigurar el paisaje, restaurar zonas intervenidas y garantizar que no queden pasivos ambientales.
Taca Taca también abre debates sobre el modelo productivo. Mientras el litio gana terreno en otras provincias del norte, Salta apuesta fuerte al cobre, un mineral que se volvió estratégico a nivel global por su uso en energías renovables, autos eléctricos y tecnología.
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El contexto económico argentino favorece los grandes proyectos extractivos. Devaluación, necesidad de dólares y flexibilización de normas empujan a las provincias a activar recursos que antes dormían bajo tierra.
La presión, ahora, estará en el cumplimiento de cada compromiso ambiental y social. El proyecto tiene luz verde política y técnica. Pero su legitimidad dependerá del diálogo con las comunidades y de evitar errores del pasado.
Taca Taca dejó de ser un nombre en un plano. Si se concreta según lo previsto, puede marcar el inicio de una nueva era minera en Salta… o una nueva discusión nacional sobre qué modelo productivo quiere el país.
