Una experiencia distinta; desde el comienzo. Una obra de teatro pero con una particularidad: todo el público permanece con los ojos tapados. Lo visual, se vuelve un escenario invisible que se entrega al resto de los sentidos y a la percepción. Ruidos, aromas, sensaciones diferentes. Todo suma para contar la historia de una manera diferente.
Se trata de “Nefelibata, caminar las nubes”, una propuesta escénica en formato de Teatro Ciego, adaptación libre de 300 millones de Roberto Arlt, donde la percepción se reconfigura y el sentido de la escucha cobra protagonismo.
Tras bambalinas
Su director, Santiago Cámpora, comenzó su recorrido teatral en 2007 y desde hace ocho años dicta clases tanto en la Universidad Nacional de Río Negro como en escuelas secundarias de Bariloche. Además, integra la Asociación Teatrantes Bariloche.
Santiago, abajo a la izquierda, y el elenco de Nefelibata
“Hace muchos años vi La Isla Desierta en Buenos Aires —una obra escrita por Roberto Arlt y adaptada también para teatro ciego— y eso me movilizó profundamente. A partir de ahí empecé a interiorizarme, investigué sobre la técnica y, como docente en la universidad, coordiné durante cuatro años un Programa de Trabajo Social basado en teatro ciego, con personas con discapacidad visual y estudiantes avanzados de las carreras de teatro”, cuenta.
La producción actual cuenta con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro y tiene como antecedente el Taller Inclusivo de Teatro Ciego de la UNRN, realizado en articulación con la asociación civil local Los Búhos.
“Cuando me propuse dirigir una obra de teatro ciego, siempre supe que sería 300 Millones. Al leerla, me pareció ideal para este formato porque propone una serie de espacios que son interesantes tanto como desafío técnico como propuesta estética para un teatro sin luz. Es una obra donde lo onírico está muy presente”, expresa.
Prepararse: “Es importante pensar qué se dice»
La pieza original narra la historia de una campesina desdichada que, en sus sueños, convoca a personajes fantásticos que intentan rescatarla de sus penurias ofreciéndole una herencia inesperada. En esta reescritura, se potencian las dimensiones sensoriales: sonidos, aromas, texturas. “De alguna manera, la obra ya tenía esas puertas abiertas; lo que hicimos fue forzarlas, sanamente, para que se expresen con más fuerza”, concluye.
A ciegas
En cuanto a la dinámica que implica el teatro ciego y Nefelibata en particular, Santiago explica que también hubo un trabajo específico para preparar al público: “Es importante pensar qué se dice y cómo se dan las indicaciones antes de entrar a la sala. Las personas ingresan con los ojos vendados, sin ver el espacio, y nosotros las vamos acomodando en sus asientos. Igual, nosotros también vemos muy poco. Contamos con algunas lucecitas auxiliares, pero sigue siendo un desafío”.
Ese desafío también se trasladó a otros aspectos del proceso creativo: “Fue complejo organizar cómo ubicar al público, cómo disponer las sillas, en qué lugar nos situamos nosotros. Y además, trabajar con personas con discapacidad visual que nunca habían hecho teatro sumó otra dimensión. Hay ciertos códigos que compartimos quienes venimos del mundo teatral: cómo es un ensayo, cómo se estudia una letra, cómo se construye una escena. Al sumar a personas que no están familiarizadas con esas prácticas, tuvimos que revisar nuestras propias formas de trabajo. Y eso nos hizo bien. Es como desarmar estructuras que uno ya tiene naturalizadas con colegas que comparten el mismo lenguaje artístico”.
Si bien al finalizar la obra las reflexiones del equipo son diversas, Santiago sostiene que están más centradas en lo artístico que en una mirada moralista: “Tienen que ver con qué funcionó de lo que hicimos, qué impacto generó —positivo o negativo—, qué podría mejorar, qué otros caminos se pueden explorar. Me parece que la reflexión va mucho más por ahí que por una cuestión de inclusión o de dar un mensaje”.
“Algo muy misterioso”
En un mundo fuertemente visual y “bastante atrapado en las pantallas”, la propuesta busca también ofrecer una experiencia distinta: “La obra invita a tomar distancia de esa pantalla mentirosa 3D”, plantea.
Con localidades agotadas, Nefelibata llegó a seis funciones en Bariloche
“Por otro lado, si dejamos de lado los celulares y la tecnología que tenemos todo el tiempo en las manos, pienso en lo visual: el ser humano está muy dominado por lo que ve. Uno escucha un ruido y lo primero que hace es mirar de dónde viene. Todo lo que percibimos queremos traducirlo en forma, color, volumen. Y eso es hermoso, a mí me encanta esa parte porque tiene algo muy misterioso”, reflexiona.
Y concluye: “El teatro ciego no solo iguala las condiciones sensoriales entre personas con y sin visión, sino que también propone un desafío técnico y artístico que rompe con las convenciones visuales del teatro tradicional”.