¿Qué pasó con los teléfonos públicos de la Ciudad de Buenos Aires?
De indispensables en cada esquina a piezas de colección: los teléfonos públicos porteños desaparecieron ante la telefonía móvil, y hoy quedan menos de 50 en la calle, muchos ya inservibles.
La ciudad que alguna vez estuvo cubierta de cabinas telefónicas hoy apenas conserva vestigios. Los teléfonos públicos en la Ciudad de Buenos Aires han dejado de ser una herramienta cotidiana para convertirse en reliquias urbanas y objetos de nostalgia.
Teléfonos públicos: origen y propósito en Buenos Aires
Los primeros teléfonos públicos llegaron en la década del ’30, instalados por la Compañía de la Unión Telefónica en zonas como Caballito, Retiro, Once y el microcentro, para ofrecer privacidad y acceso público a la comunicación en un país aún con escasas líneas domiciliaria. Durante los ’70, ENTel expandió esa red masivamente, convirtiéndolos en parte del paisaje urbano. Con la privatización en los ’90, las nuevas concesionarias duplicaron cabinas, que pasaron a ser lugares de interconexión social.
Su desplome y casi desaparición de los teléfonos públicos
Con la llegada de los celulares en los años 2000, el uso de estas cabinas se desplomó. Entre 2014 y el primer trimestre reciente, la cantidad de aparatos públicos cayó de 12.831 a 8.100, y los locutorios y semipúblicos se redujeron un 60 %. Actualmente, quedan menos de 50 teléfonos públicos activos en CABA, la mayoría ubicados en kioscos, terminales o centros asistenciales. Desde 2005 funciona un programa de retiro sanitario, retirando cabinas vandalizadas o molestas.

Tres datos clave
- Década de 1930: primeros teléfonos públicos en Buenos Aires.
- Década de 1970: expansión masiva por parte de ENTel.
- Hoy: menos de 50 activos en la vía pública, muchos fuera de servicio.
De servicio esencial a objeto de colección
Hoy, los sobrevivientes son más atractivos como piezas vintage que como herramientas de comunicación. Se venden en Internet entre $7.000 y $60.000, dependiendo del estado.
Los teléfonos públicos porteños pasaron de ser esenciales para la comunicación a convertirse en relieves de un pasado tecnológico. Limitados por el avance de la telefonía móvil y el vandalismo, hoy sobreviven como símbolos nostálgicos y objetos coleccionables.