El río Amazonas, escenario de encuentros culturales y comerciales, también ha sido terreno de disputas territoriales entre países de la región. En esta ocasión, el centro de atención es la isla Santa Rosa, cuya soberanía enfrenta nuevamente a dos naciones sudamericanas que comparten una frontera de 116 kilómetros sobre el cauce fluvial.
Aunque no se trata de un conflicto armado, la controversia ha despertado un intenso cruce diplomático. Lo ocurrido revive discusiones históricas que se remontan a tratados del siglo XX, cuando las líneas fronterizas se trazaron con criterios que hoy vuelven a ser puestos en cuestión.
El origen de la isla y los reclamos históricos
Santa Rosa comenzó a formarse en la década de 1950, como una prolongación natural de otros islotes que emergían en medio del río. Con el paso de los años fue habitada, primero de manera esporádica y luego de forma permanente, principalmente por familias peruanas. A finales del siglo pasado, el lugar ya contaba con presencia estatal: puestos de policía, aduanas y autoridades migratorias, consolidando un control político y social que se mantiene hasta hoy.
El problema radica en la interpretación de los acuerdos fronterizos. Según el Tratado de Límites de 1922 y su demarcación en 1929, la línea divisoria debía seguir el canal central del río. Perú defiende que la isla forma parte de su territorio, mientras que Colombia la considera una extensión que le correspondería. La creación reciente del distrito de Santa Rosa de Loreto por parte de Perú fue vista por Bogotá como un acto de apropiación unilateral, reavivando tensiones que parecían olvidadas.
El conflicto se intensificó cuando dos topógrafos colombianos fueron detenidos por autoridades peruanas al ser acusados de realizar trabajos en el territorio sin autorización. El presidente Gustavo Petro denunció la acción como un “secuestro” de ciudadanos colombianos, elevando el tono de la crisis.
Para Lima, la detención fue una muestra de soberanía y control legítimo en la isla, que hoy alberga a más de 3.000 habitantes y posee una superficie de 272 kilómetros cuadrados. Más allá del simbolismo, el área representa un punto clave para el comercio fluvial, la pesca y el tránsito regional.
El peso geopolítico del Amazonas
Este episodio pone de relieve cómo la definición de fronteras en el Amazonas sigue siendo un tema delicado en Sudamérica. Aunque la mayoría de los límites se resolvieron en el siglo XX, los cambios naturales en los cauces y la importancia económica de los territorios ribereños siguen alimentando tensiones.
En este caso, más allá del control de una pequeña isla, está en juego la capacidad de los Estados para reafirmar su autoridad, garantizar la seguridad en zonas fronterizas y demostrar influencia en un escenario donde también intervienen factores internacionales.
El desenlace de este nuevo capítulo dependerá de la diplomacia, pero también de cómo ambos países equilibren la necesidad de mostrar firmeza con la conveniencia de evitar un enfrentamiento mayor en una región clave para el futuro de Sudamérica.
[Fuente: Diario Uno]