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Testimonios incómodos: el libro que muestra cómo se construye la “pureza” y el aislamiento en Nordelta

“Entonces no entiendo qué quiere la sociología, ¿qué quiere, que les de un beso en la boca a los negros?”. La frase la dice Rodrigo, un exempresario jubilado que vive en Nordelta, en el Barrio Castores, al sociólogo chileno Ricardo Greene, en el libro Vivir en un barrio cerrado. Cómo se produce la ilusión de confort, pureza y aislamiento, publicado recientemente por Siglo XXI.

Isla de Nordelta. Archivo Clarín.Isla de Nordelta. Archivo Clarín.

Irritado, aquel hombre, que supo tener una fábrica con 600 operarios, parece tener claro que la investigación busca escarbar cómo se vive en esa zona privilegiada del Gran Buenos Aires y le molesta quedar como un objeto de estudio. Labrado con herramientas de la antropología, la sociología y el periodismo, el libro bosqueja una serie de ideas para comprender cómo funciona ese particular mundillo de 50 mil habitantes emplazado en el Partido de Tigre.

Dos años de trabajo de campo y tres visitas posteriores a Nordelta fue el tiempo que le llevó a Greene observar y recolectar datos, imágenes y testimonios para escribir su obra. Por supuesto, le costó ingresar por primera vez para encarar un trabajo de este tipo. A fin de cuentas, por más que señale que un lugar como Nordelta no está aislado y tiene fronteras “porosas” por el intercambio de personas que entran y salen, un barrio porteño no tiene garitas en su entrada con empleados de seguridad que piden documentos a quienes ingresan.

Confesiones y arrepentimientos

El autor, doctor en Antropología por Goldsmith, University of London, logra hablar con muchos habitantes de Nordelta, que se explayan en sus ideas, hacen confesiones, se arrepienten, aclaran. Rodrigo recuerda con horror lo que le producía tener que compartir el espacio de un negocio en Pacheco, en el “afuera” de Nordelta: “Imaginate, vos vas a comprar a un almacén que era una fonda y te encontrás comprando porciones de huevos con los villeros, viste”.

Mónica, otra vecina, se lamenta de que en el centro comercial que está en la entrada de Nordelta a veces pasea gente indeseable. “’¡Es una pena! Vas para pasar un buen rato y te encontrás con mucha gente de afuera, por ahí ves un auto hecho mierda de un tipo que vive, no sé, en Pacheco, y es su salida de domingo porque no tiene dónde más ir. Y vos no le podés prohibir la entrada”.

La obsesión por hablar y criticar a “negros” y “villeros” aparece con frecuencia en los testimonios recolectados por Greene. Tomás, otro de los entrevistados por el autor, se sorprende de que haya ido en tren y luego en colectivo. “Porque ese es el ‘people’s train, ¿sabés? Por lo de I see black people”, dice buscando complicidad y haciendo un guiño a la famosa frase de la película Sexto sentido “I see dead people”. Al mismo tiempo, en el libro se recolectan declaraciones de habitantes que dicen sentirse “estigmatizados” por decidir vivir en Nordelta y que mucha gente cree que son millonarios.

Lagos y estanques, un campo de golf, canchas de fútbol, una iglesia, una sinagoga, colegios, piletas, una universidad, senderos agrestes. Doscientas hectáreas en donde viven 50 mil personas, más 7 mil que trabajan para ellas, como empleados de seguridad, repartidores de comida, personal trainers, trabajadoras de limpieza, niñeras, albañiles. Todo confluye en esa ciudad-pueblo.mega barrio cerrado.

Green aguza su mirada antropológica en cada página del libro. Mira, escucha, contempla, analiza. Pueden ser conversaciones entre vecinos, lo que comenta un grupo de chicas, los gestos de los empleados de seguridad, lo que hace la Policía en los bordes externos, mujeres que prefieron no quedarse a vivir en Nordelta, otras que sufrieron al principio pero luego se acostumbraron.

A su vez, el autor desglosa la zona en sus distintas capas. No solo porque habla tanto con vecinos como con trabajadores que no viven ahí. También disecciona las internas, los chismes, los prejuicios. O revela cómo Nordelta tiene sus propias jerarquías de acuerdo a los barrios. Así, La Isla es donde tienen casas el cantante Michel Bublé y el director técnico Diego Simeone y es la zona más cara dentro de lo caro que es ese espacio.

En cambio, Portezuelo es considerado un barrio “de negros” por muchos habitantes de los otros sectores, para humillación de quienes allí eligen vivir. Y Barrancas del Lago, como tiene casas prefabricadas, es llamado “FONAVI” por los más adinerados.

Motores fundamentales

Las trabajadoras domésticas, motores fundamentales de la vida en Nordelta, tienen su voz en el libro. El autor observa sus movimientos, comparte viajes, habla con ellas. Las entrevistadas no se quejan especialmente de la paga y no les desagrada trabajar en espacios que tienen buena vista. De hecho, un empleador maltratador se puede encontrar ahí o en el propietario de un dos ambientes en Flores o en Balvanera.

El problema es el dificil acceso del transporte público. El tránsfer que se mete en Nordelta es caro y no tiene una frecuencia que se cumpla con regularidad. La mayoría de las trabajadoras gasta dos horas de ida y dos de vuelta en viaje. Viven en Don Torcuato, San Miguel, José C. Paz, Moreno y Merlo, en su mayoría.

Ricardo Greene es autor de Vivir en un barrio cerrado. Cómo se produce la ilusión de confort, pureza y aislamiento (Siglo XXI).  Foto: redes sociales.Ricardo Greene es autor de Vivir en un barrio cerrado. Cómo se produce la ilusión de confort, pureza y aislamiento (Siglo XXI). Foto: redes sociales.

En las esperas del transfer y en los viajes las empleadas pueden charlar e intercambiar datos. Eso a algunos patrones no les gusta. Julieta, una nordelteña, lo confiesa a Greene: “Siempre reviso los horarios de la Mary Go (N. del r.: la empresa de micros que opera dentro de Nordelta) para dejar a Sonia en la parada justo cuando llega el tránsfer”. De esa manera, reduce el tiempo de “exposición” de la empleada con sus compañeras. “No me gusta la idea de que se junte con otras y se ponga a hablar sobre nosotros”, reconoce.

El contacto con la naturaleza es uno de los aspectos más valorados por los nordelteños, junto con la seguridad. Hay espejos de agua por doquier, torcazas, liebres, los ya célebres carpinchos, cámaras.

Las calles reflejan esa ponderación; hay caminos De las Azaleas, de las Lavandas, de las Margaritas, una Avenida de los Lagos, un Muelle de los Castores, calles llamadas Del Coatí, del Jacarandá o con derivas patagónicas como Mascardi o Traful. También, con buen ojo y oído, Green detecta la presencia de una mezcla de espiritualidades new age con retazos de budismo entre algunos de quienes viven en los 24 barrios de este complejo tan peculiar.

Aunque el autor señala que no se trata de demonizar ni de idealizar Nordelta, el tono que predomina, nunca panfletario y siempre bien irrigado de bibliografía, es predominantemente negativo sobre ese enclave. De todos modos, este libro puede funcionar como una fuente de la que brotan nociones para intentar comprender por qué estos espacios atraen a personas tan diferentes entre sí como son un empresario de bajísimo perfil y Wanda Nara.

Vivir en un barrio cerrado. Cómo se produce la ilusión de confort, pureza y aislamiento, de Ricardo Greene (Siglo XXI).

Redacción

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