Frente al hostal Castell de Arbúcies crecían dos tilos de hoja pequeña. Al no vivir allí todo el año teníamos un conocimiento muy incompleto de su vida. Si nos presentábamos un día, en invierno, para ver cómo estaba la casa, los encontrábamos sin ninguna hoja ni rama fina y con las ramas medianas recortadas a fondo, sarmentosas. Por Semana Santa, cuando el hostal abría tres semanas (una per montar, una para desmontar y otra para atender a los clientes y cerrar reservas para el verano) en los muñones habían salido unos ramitos de hojas con forma de corazón, de un verde fresco y radiante.
Mi madre se quejaba siempre de que podaban los tilos en exceso, y que llegado el momento no cumplirían su función: dar sombra a les gente que tomaba el café o jugaba a las cartas. Si ese año había llovido o si la Semana Santa caía en marzo, en verano los tilos lucían frondosos, se llenaban de insectos y moscas y mi madre también se quejaba. Pronto entendí que hagan lo que hagan, los árboles siempre molestan en los negocios.
En julio, las flores ya estaban granadas: formaban unas pelotitas verdes que, a medida que avanzaba la temporada, se iban lignificando. Era divertido porque, en aquellos días empezaba a correr bastante gente por la terraza, los frutos del tilo se abrían y vertían una especie de cagarruta vegetal, que decoloraba el cabello de las señoras y teñía el cuero cabelludo de los calvos. “Ha caído sobre el pobre señor Serra”, que no necesitaba la tila para coleccionar manchas: llevaba siempre un cigarrillo en los labios, que lloraba chorros de ceniza.
Pronto entendí que hagan lo que hagan, los árboles siempre molestan en los negocios
No pillábamos nunca las flores de tila, que vienen en esta época. Esta semana, en el tilo que crece cerca de casa, han empezado a abrirse: unas florecitas delicadas que explotan como piulas. El árbol entero prende con pequeños fuegos olorosos. Si el árbol se encuentra cerca de un bosque se llena de infinidad de insectos obsesivos. Es el momento de recolectar la tila y dejarla secar para hacer infusiones a lo largo del año. Después ya viene el momento de les pelotitas del señor Serra. Los frutos, con el pedúnculo auxiliar (aquella especie de hoja, que parece una lengüeta) se desprenden de la rama y caen al suelo, girando com un juguete de feria.

Imagen de unos tilos
Getty Images/iStockphoto
La floración es el gran momento del tilo. Las hojas aterciopeladas, el chispazo de las flores que se recortan sobre el cielo azul, los abejorros que sumergen en ellas. Pero en los días previos hemos vivido otro momento brillante: no había ninguna flor abierta y eran todo bolitas pálidas como agujas de cabeza de perla: una promesa de verano y felicidad. Los botones de las flores están infravalorados.