La agitada, breve y asombrosa vida de la fotógrafa italiana Tina Modotti (1896–1942), que trabaja desde chica en fábricas para ayudar a su familia, luego se convierte en modelo y musa de diversos artistas y en hacedora de retratos e imágenes emblemáticas del siglo XX, singulares por el cruce entre vanguardia estética y compromiso social y político, se ha narrado en obras de teatro, documentales, libros y películas.

Pero tal vez ningún otro relato como Tinísima, de la escritora y periodista Elena Poniatowska, biografía novelada de 1992 con la que ganó el Premio Mazatlán de literatura y que se acaba de reeditar por Seix Barral.
Casi 700 páginas que incluyen un anexo fotográfico, desde su famoso autorretrato de 1924, el retrato de Juan Antonio Mella –periodista cubano, cofundador del Partido Comunista de Cuba y de la Federación Estudiantil Universitaria que fue asesinado en México–, otras imágenes icónicas como “Manos trabajadoras con pala”, “Juchiteca con jícara en la cabeza”, “Flor de manita”, y algunos retratos que le tomó su marido Edward Weston posando desnuda en una azotea.
Candor que desarma
20 de agosto de 1923. Ver a Tina “regatear” era para el fotógrafo estadounidense Edward Weston un verdadero espectáculo. Lograba bajar cualquier mercancía hasta una mitad o menos del precio original, los pasantes se detenían junto a ella a escucharla. Su candor desarmaba. Los hombres le miraban descaradamente las piernas y siguiéndola no quitaban la vista de sus nalgas. Chiflaban admirativamente, la llamaban mamá, mamacita, Tina parecía no oírlos o lo fingía. La belleza de Tina era un pasaporte: sería la pólvora, sería la revolución, los ánimos, el clima. Y todo en un México donde todo era “extremoso. El café, negro como el infierno; la comida picosa, que transformaba la boca en horno de fundición; el aguardiente sacaba lágrimas, la llovizna lluvia, la lluvia chorros”.
“Si el director de fotografía Gabriel Figueroa no me hubiera pedido un guion para una película sobre Tina Modotti, este libro no existiría. La película no se filmó jamás pero, como había yo entrevistado a Vittorio Vidali en Trieste, a Fernando Gamboa, a Gabriel Fernández Ledesma, a Adelina Zendejas, a Gilberto Bosques y muchos otros, seguí adelante transformando el fallido guion cinematográfico en una novela”, dijo la escritora, autora de libros como Querido Diego, te abraza Quiela, El amante polaco y La noche de Tlatelolco, entre otros.

Cuando salió la primera edición contó que, en su profundo afán de testimonios y documentos, fueron invaluables los Daybooks de Edward Weston y los periódicos de los años veinte como El Machete, El Universal Ilustrado, Excélsior y El Universal. Para la guerra de España leyó a infinidad de autores y políticos como Raymond Carr, Dolores Ibarruri –conocida como “Pasionaria”– y Hugh Tomas. Le fascinaron George Orwell, John Dos Passos, Julian Bell y Arthur Koestler.
También recurrió a otros numerosos documentos, como actas e informes del Comité Central del Partido Comunista de la URSS, los planes quinquenales y discursos de Stalin, y libros sobre Trotsky, incluida su famosa autobiografía Mi vida.
Una novela descomunal y plagada de referencias, que la propia Poniatowska expresó con las siguientes palabras: “Al libro de Tina Modotti le debo no solo diez años sino el haber investigado, leído, escrito, tirado, eliminado un sinfín de papeles. Asimismo pude conversar y entrevistar una y otra vez a hombres y mujeres que en México, en Italia, en España, en Francia, en Alemania, en Estados Unidos me contaron no solo de Tina sino de su propia vida. Su generosidad fue inmensa, su paciencia también”.
Nacida en Francia en 1932, ganadora del Premio Cervantes 2013, Elena Poniatowska, hoy de 93 años, llegó a México a los diez para quedarse ahí para siempre y reflejar con sus letras las desigualdades, los conflictos sociales y la violencia del país. En 1953, en efecto, comenzó su carrera como periodista.
La realidad de la que fue testigo le sirvió para denuncia política e insumo de también sus obras literarias. En su obra también aparece la sociedad mexicana en todos sus aspectos: las relaciones entre hombres y mujeres, el patriarcado, el mundo del trabajo formal e informal, el racismo, la discriminación racial. La noche de Tlatelolco (1971), obra de consulta en las escuelas de periodismo, es el libro de investigación que dejó en evidencia la matanza de estudiantes del 2 de octubre de 1968 en la ciudad de México.
También cubrió otras tragedias como el terremoto de 1985. Por esa época, según contó en entrevistas, se unió a la causa feminista y a la izquierda política. En sus textos suelen aparecer las voces de los desposeídos, de los niños de la calle y de las mujeres. Entre otros reconocimientos, con La piel del cielo (2001) obtuvo en España el premio Alfaguara de Novela. En 2005 se publicó El tren pasa primero, con la que fue premiada en el XV Premio Internacional Rómulo Gallegos.
En 2011, la escritora obtuvo el premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral por su novela Leonora, sobre la vida de la pintora Leonora Carrington, que también tuvo su reciente reedición.
En Tinísima se manifiesta la poética de Poniatowska en el gusto por la polifonía: un fresco social y político de principios de siglo XX, su musicalidad en las voces y diálogos, “un papel central pero no sacramental de la mujer”, al decir de Carlos Fuentes, su elegancia en el lenguaje y la rítmica de los climas populares, desde la yuxtaposición del melodrama con el tono policial –por caso, Tina es acusada absurdamente de la muerte del cubano Julio Mella y expulsada del país– al retrato de la comunidad artística e intelectual, donde aparecen nombres como Diego Rivera, Manuel Álvarez Bravo, Jean Charlot y su amistad con Frida Kahlo. Tina, por falta de inspiración y medios, abandona la fotografía, aunque Robert Capa intente convencerla de que vuelva a tomar la cámara.
Breve paso por Hollywood
En el drama político, en sus viajes por Berlín y Moscú, el fervor por la causa comunista la traslada a luchar en la Guerra Civil Española hasta que vuelve a tierras mexicanas; mucho antes había tenido un breve paso por Hollywood trabajando como actriz y después parece capturarlo todo con el ojo de su cámara, testigo y protagonista de una realidad convulsionada.
Entre sus aventuras y misiones, le comunican que deberá ir a España, a luchar al lado de los camaradas asturianos el 1 de enero de 1935. “¿Qué se lleva? En el ropero, cuelgan sus dos faldas, la chaqueta negra, tres blusas, el par de zapatos de trabita de verano. A qué poco se ha reducido en los últimos años; es mínimo lo que necesita, qué vergüenza depender de lo superfluo. Tal día en la primavera dejaba de usar la chaqueta, como sus botas, ahora enlodadas; tal día, en el otoño se las ponía de nuevo. Su único lujo es el montón de fotografías traído de México, muy bien empaquetado, allá en el fondo del ropero; entre otras, quedan la escalera de Tepotzotlán, la hoz y la mazorca, las manos del titiritero Louis Vounin. No ha vuelto a mirarlas desde el estudio de Lotte Jacobi en Berlín, cuando esta le organizó la exposición seis años antes: ahora mismo no es el momento de contemplarlas. ¿A quién confiárselas durante su ausencia”, se lee a mitad de la novela.
En un mundo atravesado por vidas estremecidas, mitos y leyendas, amores, refugios políticos y conflictos íntimos y sociales, la novela traza un recorrido desde el 10 de enero de 1929, cuando Julio Mella es disparado en la calle y agoniza en los brazos de Tina, hasta el 31 de diciembre de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, con Tina brindando por la retirada nazi. Pocas semanas después, la trama cierra con su fallecimiento, enterrada en la sección más pobre, “una tumba estrecha, apenas una raya en la tierra”.

Tina murió joven, con apenas 45 años, tras una vida tremendamente caótica, extraordinaria, libre, arrojada. Sobre su lápida, se grabó un poema de Pablo Neruda que Poniatowska transcribe, como homenaje.
“Tina Modotti, hermana, no duermes, no, no duermes: tal vez tu corazón oye crecer la rosa/ de ayer, la última rosa de ayer, la nueva rosa/ Descansa dulcemente, hermana/ La nueva rosa es tuya, la tierra es tuya: te has puesto un nuevo traje de semilla profunda/ y tu suave silencio se llena de raíces. No dormirás en vano, hermana/ Puro es tu dulce nombre, pura es tu frágil vida/ De abeja, sombra, fuego, nieve, silencio, espuma/ De acero, línea, polen, se construyó tu férrea, tu delgada estructura (…) A mi patria te llevo para que no te toquen, a mi patria de nieve para que a tu pureza/ no llegue al asesino, ni el chacal, ni el vendido: allí estarás tranquila/ ¿Oyes un paso, un paso lleno de pasos, algo grande desde la estepa, desde el Don, desde el frío? ¿Oyes un paso de soldado firme en la nieve?/ Hermana, son tus pasos”.
Tinísima, de Elena Poniatowska (Seix Barral).