Marc Arroyo es ingeniero multimedia. Programador frontend, especializado en videojuegos para smartphones, en GMO Insight, en Tokio (Japón).
¿Qué se puede aprender en Barcelona del modelo de innovación de Tokio?
La imagen de la capital nipona como un gigante tecnológico aún perdura en la mente de muchos, y los datos así lo demuestran: Japón se encuentra entre los cinco países con más galardones en las categorías científicas de los Premios Nobel. En 2023, la nación asiática destinó el 3,7% de su PIB a investigación y desarrollo, más del doble que España en ese mismo año.
La innovación se erige como un pilar fundamental en el país del Sol Naciente, siendo uno de los mayores motores impulsores de su actividad económica, hecho que hace que Japón destaque por su tecnología puntera e infraestructuras modernas. Pero, a su vez, la sociedad nipona no deja de lado su rica herencia cultural y presenta una gran conciencia acerca del valor de sus tradiciones, esforzándose para mantenerlas vivas. En Tokio, la modernidad y la tradición conviven y comparten espacios de la cotidianeidad japonesa.

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Barcelona Global
En la industria del videojuego, un sector en el que participó activamente dada mi profesión y que es un motor clave de la economía nacional, recurrir a elementos distintivos japoneses es un fenómeno habitual. Se pueden encontrar elementos tradicionales en todas sus dimensiones, desde la música, la estética y hasta la narrativa.
¿Como se podría aplicar este modelo a Barcelona?
En la última década, Barcelona se está afianzando como un hub tecnológico puntero, impulsado por un dinámico clúster de startups tecnológicas. Sin embargo, cuando se trata de innovar, la tendencia suele ser replicar modelos foráneos, en particular el estadounidense. Esta influencia, aunque valiosa, puede diluir el carácter del ecosistema tecnológico emergente en Barcelona. La combinación de tecnología y tradición no solo es posible, sino que ha demostrado ser un factor clave a la hora de crear una fuerte identidad cultural, como es el caso de Tokio.
Siguiendo su ejemplo, sería clave para la capital catalana aprovechar su gran potencial de proyección que, de la mano de su legado histórico, cultural y creativo, ofrece una oportunidad única para llevar a cabo una iniciativa vanguardista con identidad propia. La tradición de diseño, la diversidad lingüística y el espíritu emprendedor que caracterizan a Barcelona, configuran un entorno propicio para el desarrollo de iniciativas que realcen el espíritu característico de la ciudad. Al combinar estas fortalezas en el ecosistema tecnológico, Barcelona reforzaría su atractivo para inversores y se consolidaría como un reclamo para el talento internacional.