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jueves, mayo 15, 2025

Tras la ruta de las aves migratorias: Thiago de Paula Souza anticipa la 36ª Bienal de San Pablo

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Tan poética como conceptual, la 36ª Bienal de San Pablo llega en septiembre con una edición extendida, por primera vez en su historia, hasta enero de 2026. Desde hace un año, el equipo curatorial se reúne cada semana en largas sesiones de zoom, cuenta a Clarín el paulista Thiago de Paula Souza, de paso por Buenos Aires invitado por NODO Circuito de galerías, el evento organizado por Meridiano, donde brindó una conferencia en la Asociación de Amigos del Bellas Artes sobre la muestra, una de las más prestigiosas y antiguas del calendario global.

También uno de los que siguen más de cerca el pulso del arte contemporáneo. Con la dirección del camerunés Bonaventure Soh Bejeng Ndikung, de Paula Souza siguió de cerca también desde Buenos Aires el flujo de trabajo junto a sus colegas. Un grupo marcado por la diversidad.

NODO 2025. El evento de Meridiano que contó con circuitos para recorrer galerías, un conversatorio y un programa de adquisiciones institucionales.
NODO 2025. El evento de Meridiano que contó con circuitos para recorrer galerías, un conversatorio y un programa de adquisiciones institucionales.

Bajo el título No todos los viajeros caminan caminos /De la humanidad como práctica –inspirado en un verso de poeta afrobrasileña Concepción Evaristo–, cada miembro del equipo curatorial asumió el recorrido de las rutas de aves migratorias para un scouting de artistas de todo el mundo. A Thiago de Paula Souza le tocó el ruff o ave combatiente, un zancudo que recorre desde el norte de Europa hasta África central, asegura durante nuestro diálogo.

-Por primera vez la Bienal se va a extender cuatro semanas más, hasta 2026, ¿a qué se debe este cambio?

-Es un deseo de la institución hace años. Son tres motivos. Como es verano en Brasil, los estudiantes están de vacaciones y la Bienal puede ser una alternativa para las familias. Lo mismo para los turistas que viajan a las playas: San Pablo es un hub por su aeropuerto y pueden extender su estadía. Enero es un mes más calmado para los locales, que pueden aprovechar esta actividad.

-También es una decisión que sigue siendo de entrada gratuita, algo ya no tan usual.

-Creo que es parte del deseo de democratizar el arte, o una tentativa. En el Parque de Ibirapuerá, donde se realiza la Bienal, hay un circuito de museos, pero además es un espacio muy popular, donde se congregan diferentes grupos sociales. Muchos van para hacer ejercicio: si se preguntan ¿qué es esto? y pueden entrar, se quedan. La Bienal no es solo para expertos, también para el público en general. Más que un museo convencional, tiene una idea un poco expandida de arte.

Para el equipo curatorial es muy importante comprender el pabellón, en constante conversación con el parque, con el entorno, como un espacio de encuentro.

El equipo curatorial completo. (Foto: Fundação Bienal de São Paulo)El equipo curatorial completo. (Foto: Fundação Bienal de São Paulo)

-La Bienal de San Pablo tiene históricamente como una antena para los asuntos urgentes, un sismógrafo dicen. En este momento en que el gran tema del arte contemporáneo es el vínculo con la naturaleza, ponen a la humanidad en el centro. ¿Podrías ampliarnos?

-Yo creo que no es tan dicotómico como te parece. Cuando Bonaventur, el curador jefe, me invitó, tuvimos una conversación muy interesante sobre qué significa pensar en humanidad hoy, y es imposible hablar de nuestra presencia en el planeta sin pensar en la naturaleza. No es un retorno al antropocentrismo, sino lo opuesto. Cómo los humanos podemos dialogar con todas las otras vidas: la naturaleza, los animales, otras especies. Para eso invitamos a un grupo de artistas. Claro que no todos estaban pensando sobre la noción de humanidad, pero les mostramos el poema de Concepción Evaristo, esta poeta brasileña que vive en el Rio, que le dio título a esta bienal.

-Además de su verso, muy sugestivo, tiene por subtítulo “La humanidad como práctica”.

-Es una pregunta también, la idea de que la humanidad no es algo concreto y finalizado. Más bien un ejercicio, como una performance social. Y vuelvo a lo que decía antes: es importante que el equipo curatorial consiga que un tema dialogue con los no expertos, las personas que no están pensando en arte. Porque todo el mundo piensa en humanidad, de diferentes maneras.

-Se me ocurre un desafío traducir este mensaje en un lenguaje visual. ¿Cómo lo resuelven?

-Fue como hacer un viaje de investigación, en el que tomamos las rutas migratorias de los pájaros que en invierno abandonan Europa y van por todo el planeta. Cada uno está identificado con un color. Mi pájaro es el ruff o ave combatiente, que sale del norte de Europa y llega hasta el oeste de África, pero como no puedo ir a Rusia y muchos artistas ya no están allí, tomé una pequeña licencia poética para reorganizar las rutas. No es tan rígido, me fui hacia las fronteras.

Vista de la 35ª Bienal de San Pablo, Coreografías de lo imposible. Foto: Levi Fanan / Fundação Bienal de São Paulo.Vista de la 35ª Bienal de San Pablo, Coreografías de lo imposible. Foto: Levi Fanan / Fundação Bienal de São Paulo.

-Otra de las novedades de esta edición es el ciclo Invocaciones, que ya comenzó en diferentes ciudades.

-Sí, son programas internacionales que empezaron en noviembre. Una serie de encuentros con poesía, música, performance y debates. Se suceden en Marrakech, Guadalajara, Zanzíbar, y Tokio. La idea también es Marrakech, no Marruecos; Tokio, no Japón. Es solo un gesto, para no pensar en estados nacionales sino en territorios. ¿Podemos simplemente pensar en territorios? No es tan simple

-Por la elección del jefe curatorial, que es africano, da la impresión que la bienal está lejos de ser eurocéntrica, que también había sido una consigna en la muestra de Adriano Pedrosa en la última Bienal de Venecia, que causó bastante ruido. ¿Buscan repetir?

-Creo que es una buena pregunta. Ahora la Fundación Bienal tiene una nueva presidente, Andrea Piñero, que reorganizó la manera que los curadores son escogidos. Un comité sugiere nombres, a los que envían una invitación oficial y tienen que hacer una propuesta. Para que sea más transparente, consistente e institucional. Es un proceso de selección muy serio.

Vista de la instalación de Vista de la instalación de «Historias afroatlánticas», comisariada por Adriano Pedrosa en el Museo de Arte de São Paulo. La exposición de 2018 contó la historia de la diáspora africana y la esclavitud a través de unas 500 obras que abarcan 450 años de historia. (Foto: Eduardo Ortega / The New York Times / Archivo Clarín)

Está el comité y Bonaventure, que es de Camerún, además estuvo 20 años viviendo en Alemania, que era muy diferente hace 20 años. También en Sudamérica: aunque había problemas, estábamos en un momento más progresista, como de que otro mundo es posible, algo que ahora ya no está más. Entonces, creo que el arte puede ser un espacio en el que podemos renovar la imaginación política. Lo mismo que se podía hacer en el pasado. Y no pretendo ser ingenuo. O sea, también entiendo ese arte.

-¿Hablás de las utopías?

-Un poco, claro, pero no inocente. Son los artistas con sus prácticas los que pueden ayudarnos a imaginar cosas que no están en el horizonte. Y, volviendo a tu pregunta, durante mucho tiempo observamos y aprendimos de los patrones occidentales, por supuesto que hubo un gran cambio de interés. Pero hay mucho más que decir y en qué pensar.

Y por eso creo que la Bienal siempre ha sido esta plataforma internacional que intenta presentar conversaciones en las que no estamos pensando a la audiencia local y también a los vecinos porque, no sé si lo saben, pero los argentinos son el segundo grupo más grande de visitantes que tenemos después de los residentes.

Cápsula de la edición anterior de la Bienal de San Pablo en Malba. (Foto: Ariel Grinberg)Cápsula de la edición anterior de la Bienal de San Pablo en Malba. (Foto: Ariel Grinberg)

-Este mismo planteo, en Venecia fue reseñado como “excesivamente identitario”.

-En cierto sentido, los artistas no sólo hablan de sí mismos sino que intentan leer el mundo a partir de sus experiencias, su perspectiva, que a veces se comparten colectivamente. Nunca realmente capto ni entiendo cuando la gente trae esta crítica. Así que tengo dos formas de responder a esto: o simplemente son ingenuos o inocentes o sinceros, y tienen miedo de perder su poder.

-Entonces, Bonaventure presentó la mejor propuesta para pensar la humanidad de hoy.

-No conozco las otras propuestas pero la suya fue la escogida.

Vista de la 35° Bienal San Pablo, con el título Vista de la 35° Bienal San Pablo, con el título «Coreografías de lo imposible».

-¿Incluye a artistas argentinos?

-¡Yo no puedo hablar de eso! Las personas también están preguntando cuántos artistas brasileños participan. Esto no es central para nosotros. Claro que es importante que la escena de San Pablo sea representada, pero la bienal es una plataforma internacional. Pensemos que es una institución que puede invitar y también invertir y apoyar artistas que otras instituciones no pueden traer. En Brasil es muy caro traer obras, por los impuestos, el transporte es una locura. En la Bienal puedes ver artistas que antes no veías si no viajaban a Europa, como a Venecia, o a China o África.

-La diáspora africana y el racismo en Latinoamérica están dentro de tus focos de interés en tu trayectoria. ¿Cómo es tu historia en relación a tu trabajo como curador?

-Más que un tema, la presencia negra en Latinoamérica es parte de mi vida. Así que no estoy interesado en organizar una exposición sobre arte negro brasileño. Creo que es totalmente fundamental, pero no es como mi mente curatorial está organizada. Pero claro que son temas y tópicos muy importantes para mí investigaciones.

Crecí en San Pablo, mi familia es de allí, y soy de una generación de curadores que vivimos ese cambio en la conversación que el ecosistema del arte en Brasil experimentó hace 20 años, cuando Brasil estaba pasando por ese momento muy progresista e interesante, de urbanización, de acceso, con cambios en las currículas y en cómo se producía y circulaba el conocimiento. Lula era presidente y era un momento progresista en Sudamérica.

Esos cambios fueron posibles gracias a las luchas de los movimientos sociales de los años 60, quizás 70 y 80 –en momentos horribles de América Latina durante las dictaduras–, que imaginaban un horizonte. El movimiento negro creó algo muy interesante: horizontes que solo ocurrieron 50 años después.

-¿Qué otros elementos influyen en tu práctica curatorial?

-También los movimientos feministas, queer y ecologistas, que presentan una visión que no podemos ver aquí y ahora. Creo que mi generación fue capaz de captar lo que el movimiento negro anticipó en los años 60 y 70. Vengo de ahí, de haber tenido la suerte habernos formado en un momento más progresista. Pienso en Diane Lima y Hélio Menezes, co-curadores de la edición anterior, o Amanda Carneiro, quien también trabajó con Adriano Pedrosa en Venecia. Hay varios nombres más, con un origen en la clase trabajadora o familias indígenas.

No sé si fue la primera pero mi generación llegó en un momento en que las cosas eran un poco más abiertas y flexibles, y creo que pudimos infiltrarnos en el sistema. La mía es una mirada interesada en el legado de los movimientos sociales, donde la música y la cultura pop siempre han sido un elemento.

Redacción

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