El espanto que rodeó el triple crimen de Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez sumó en las últimas horas un capítulo aún más perturbador. Este jueves se conoció la declaración completa de Celeste Guerrero, la mujer que alquiló la casa de Florencio Varela en la que las tres jóvenes fueron asesinadas, descuartizadas y enterradas en bolsas negras.
Según relató el periodista Rolando Barbano en Lape Club Social Informativo (América TV), Guerrero “trató de despegarse del triple asesinato y dio datos muy interesantes”. La mujer contó que recibió mil dólares a cambio de alquilar su vivienda por una noche a la banda de “Pequeño J”, el joven narco peruano de 20 años señalado como el autor intelectual de la masacre.

“El primer dato que dio fue que Pequeño J. y su organización le alquilaron la casa para que se cometiera el triple asesinato a cambio de 1.000 dólares por una noche. Por supuesto, los investigadores se miraron ante este dato y dijeron: ‘¿Y no te diste cuenta de que iban a matar a tres personas ahí adentro?’ Mil dólares por una casa que no lo vale ni por casualidad… es un rancho donde ella vive hace seis años”, reveló Barbano.
La mujer, en su declaración, aseguró: “Yo les abrí el portón. Entraron con una camioneta, había hombres, había mujeres. Supuestamente iban a hacer una fiesta”. Sin embargo, la Justicia sostiene que Guerrero debía haber sospechado lo que estaba por suceder.

Mientras adentro se producía la tortura y asesinato de las tres jóvenes —detalle atroz que incluyó la mutilación de los dedos de Lara, la menor del grupo—, Celeste dijo que se mantuvo alejada. “Estuve en una parada de colectivo”, afirmó.
Cuando regresó a la casa, según contó, la escena ya era escalofriante: varios hombres le pidieron un favor. “Que les comprara comida porque tenían hambre después de haber secuestrado a las tres chicas, de haberlas torturado, de haberlas mutilado y de haberlas asesinado para después enterrarlas”, continuó Barbano citando la declaración.
El dato que estremeció a los investigadores fue la frialdad con la que los sicarios actuaron. Guerrero pidió a través de una aplicación diez hamburguesas para los asesinos y, según aportó a la causa, también habría comprado cervezas en un kiosco cercano.

“El dato es escalofriante porque habla de la sangre fría con la cual se movieron estos narcosanguinarios. Después de haber matado, se pusieron a decidir: ‘Che, vos, ¿qué querés comer? Una hamburguesa’. Un estado para alimentarse semejante salvajismo, ¿no?”, reflexionó Barbano en televisión.
Los investigadores reconstruyen que mientras la casa todavía era escenario de la masacre, los asesinos comieron, bebieron y permanecieron en la vivienda hasta culminar su “trabajo”, que recién finalizó al día siguiente, cuando enterraron los restos de las jóvenes en un pozo cavado en el fondo del terreno.
El relato de Celeste Guerrero no solo comprometió aún más su participación, sino que también sumó un capítulo siniestro a la historia del crimen narco que conmocionó al país: los sicarios celebrando con hamburguesas y cervezas mientras las víctimas yacían sin vida.