Está claro que Donald Trump tiene dificultades para hacer amigos. Ya ha pisado, desde que está de nuevo en la Casa Blanca, el callo a Ucrania, Canadá, México, Panamá, Groenlandia y a la Unión Europea. Y por si fuera poco, también le busca las cosquillas a su ciudad, Nueva York. La gobernadora Kathy Hochul ha recibido del Gobierno federal la instrucción de retirar el peaje de 9 dólares conta la congestión viaria a los vehículos en Manhattan, que entró en funcionamiento el pasado 5 de enero. Incluso se ha dado de plazo hasta este próximo viernes para ejecutar la orden.
Esta especie de entrada de elefante en cacharrería de Trump en su segundo mandato ha sido calificada en algunos círculos empresariales, políticos y ciudadanos de la Gran Manzana de “desconcertante” y “terrible error”. Algunos comentaristas califican ya la caótica estrategia del presidente como “realismo Neandertal”, un término que acuñó el politólogo Stephen Walt que identifica los métodos diplomáticos que se caracterizan por la amenaza del uso de la fuerza, en contraposición con el llamado poder blando, que se basa en la persuasión.
El ataque de Trump se produce en pleno incremento del apoyo ciudadano a la medida
Eliminar el peaje de Manhattan fue una promesa de Trump durante la campaña electoral. Asegura que es “una asesina masiva de negocios y un desastre para Nueva York”. En su red social Truth, llegó a postear que el peaje “ha muerto”, y añadía que Manhattan y todo Nueva York están ahora “a salvo”. Para rematar, lanzó un “larga vida al rey”. Y es que encima se ha autoerigido como gran monarca por encima del resto de niveles democráticos de gobierno. Pero el peaje sigue vivo porque las autoridades neoyorquinas han decidido no obedecer la orden del secretario de Transportes. La gobernadora Hochul dijo que su país es “una nación de leyes, no gobernada por un rey”, para finalizar con un “nos veremos en los tribunales”.
El presidente de EE.UU. Donald Trump
Ap-LaPresse
El ataque de Trump al peaje de Manhattan se produce en pleno incremento del apoyo ciudadano a la medida. La última encuesta conocida asegura que el 42% de los neoyorquinos la apoya, contra un 35% que están en contra. Además, existen datos objetivos que demuestran que ha descendido el tráfico. En dos meses, el número de vehículos que circulan ha bajado en 66.000. Por eso, se ha incrementado la velocidad de los buses y vehículos de emergencia. Y, por supuesto, también ha descendido la polución. Entre el 5 y el 31 de enero se han recaudado 48,66 millones de dólares, que se han destinado a mejorar el transporte público.
Claro que, para Trump y los suyos, todo esto es woke, y es sabido que una sus batallas es luchar contra todo lo que se perciba como izquierdista. Y aplicar un peaje urbano para contener el tráfico y la contaminación para mejorar la vida en las ciudades formaría parte de una especie de peligroso contubernio comunista. Es como un regreso al macartismo, que por lo visto va a incluir a los gobiernos locales sospechosos de ser woke.
