Donald Trump dejó claro desde que tomó posesión de la presidencia de Estados Unidos que no contaba para nada con Europa. Decidió enviar la UE a la segunda división internacional, rompió con la histórica alianza forjada tras la Segunda Guerra Mundial anunciando que dejaba de ser el principal pagano en materia militar y despreció al viejo continente metiéndolo en el paquete de enemigos comerciales a los que hay que castigar con aranceles. Trump ha echado a Europa de su particular partida de póquer que puso en marcha nada más entrar en la Casa Blanca. En esa mesa solo juegan los que él decide y no disimula su disgusto si alguien le disputa el protagonismo e intenta ganarle alguna partida.

Donald Trump con la gorra de propaganda de su lema electoral, junto al vicepresidente Vance durante la operación ‘Martillo de medianoche”
WHITE HOUSE / EFE
Trump no ha querido repetir la imagen que buscó su predecesor George W. Bush cuando se fotografió en las islas Azores con dos aliados europeos como la España que presidía José María Aznar y el Reino Unido de Tony Blair, antes de atacar a Irak con la presunción de que el país de Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva. Después supimos que la amenaza era irreal y los ciudadanos españoles y británicos pagaron las consecuencias de apoyar aquella guerra.
Trump no necesita a Europa. Ni tan solo para enviar sus bombarderos desde bases europeas más cercanas a Irán. La prueba es que los ultramodernos B-2 salieron anteayer desde Misuri directamente hacia territorio iraní repostando en el aire. El presidente Trump rompe otra vez su palabra y mete a Estados Unidos en una guerra con Irán para ayudar a su aliado de Israel, que es el principal vencedor de esta operación Martillo de Medianoche. La partida de póquer eleva el tono y ahora ya no se juega con dinero sino con armas. Trump y Netanyahu proclaman que su intención es desarmar nuclearmente a Irán y refundar el equilibrio de poderes en Oriente Medio.
El problema es que el conflicto en esa zona del planeta actúa como un bumerán, un arma antiquísima que no sabes cómo ni cuándo, pero vuelve a lugar de salida con alto riesgo para el lanzador. Veremos si, esta vez, el papel irrelevante de Europa puede alejar el efecto inesperado del bumerán.