Cuando pareciera que el mundo le queda «pequeño» en su afán de abrir flancos, el presidente de EE.UU., Donald Trump, recuerda nuevamente que cuenta con un «patio trasero» donde puede seguir propagando tensiones.
Por Ociel Alí López
Para RT
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El 8 de agosto, según diversas fuentes, Trump habría firmado en secreto una orden dirigida al Pentágono con la finalidad de comenzar a utilizar a las Fuerzas Armadas para atacar a los cárteles de droga en suelo extranjero.
Esta decisión prende las alarmas a lo largo y ancho de la región latinoamericana. Y es que, básicamente, no hay país en este basto territorio, desde México hasta Uruguay, que se escape al flagelo del narcotráfico. Por lo tanto, el anuncio pone en alerta no solo a las organizaciones del narco, sino a todos los gobiernos, porque no se conoce cómo o dónde podría utilizar la fuerza uno los ejércitos más poderosos del mundo.
Hay tres focos privilegiados hacia dónde mira Washington cuando se plantea el tema del narcotráfico y el primero de ellos es México.
Sheinbaum mantiene la calma
El solo planteamiento, por mas remoto que sea, que abra la posibilidad de un ataque militar de EE.UU. a México no hace sino recordar las tensiones históricas que hay en la frontera entre ambos países y que ha llevado a la nación del sur a perder ingentes cantidades de territorio ante la potencia del norte. De manera casi automática, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, ya acostumbrada a las arremetidas de Trump, respondió aclarando que «no va a haber invasión, eso está descartado absolutamente», cerrando de plano cualquier posibilidad de que ocurran actos de esta naturaleza, a pesar de la movilización de tropas que viene realizando el magnate hacia la frontera desde el comienzo de su segundo mandato.
Por supuesto, México no es el único amenazado. Colombia se presenta como un país que ya tiene experiencia en la intervención militar estadounidense en su territorio para combatir el narcotráfico, sin otro resultado que el aumento de la producción y exportación de drogas, como el mismo Trump ha reconocido incluso cuando gobernaba su aliado, el expresidente Iván Duque.
Ante esta eventualidad, el presidente Gustavo Petro se ha activado para pronunciarse y decidir algunas acciones: «la soberanía nacional existe, Trump ya está diciendo que manda sus aviones a bombardear y nos toca pensar qué vamos a hacer porque entonces él va a venir a bombardear Colombia. No lo hacemos nosotros porque ya mataban los niños debajo las bombas, ¿y ahora va a venir él?», expresó en abierta preocupación.
Las miradas sobre Venezuela
Las últimas acciones que se han tomado sobre el gobierno de Venezuela trasladan el foco hacia el país caribeño. Hace dos semanas, Washington colocó al Cartel de los Soles como organización terrorista. Sin pruebas ni nuevas informaciones públicas que den cuenta de la existencia de la mencionada organización ni de quiénes podrían conducirla, algunos funcionarios estadounidenses y medios de comunicación se han concentrado en culpar al presidente venezolano, Nicolás Maduro, y al ejército venezolano.
Habría que recordar que ya durante su primera Administración, Trump había colocado una recompensa de 15 millones de dólares por información que conlleve a la captura de Maduro. Ya en esta segunda gestión y luego de enviar en varias oportunidades a delegados especiales a visitar Miraflores y negociar diversos asuntos con el mandatario, con resultados públicos, ha decidido el jueves pasado subir el monto a 50 millones de dólares.
Quizá esa impostura de, por un lado, ofertar precio por la captura, y por otro, mandar enviados a negociar, ha llevado al canciller venezolano, Yván Gil, a calificar la oferta como una «burda operación de propaganda política y la cortina de humo más ridícula», cuando en paralelo se están reiniciando, por efecto de la licencia del propio Trump, las actividades de la Chevron en Venezuela y los buques petroleros han comenzado a exportar combustible.
Al respecto, Petro ha ordenado a las fuerzas armadas colombianas rechazar cualquier intervención militar de EE.UU. en Venezuela, mostrando una postura solidaria hacia Caracas. Esta declaración se enmarca en un contexto donde otros gobiernos de la región, como Cuba y Nicaragua, también se han pronunciado en contra, lo que sugiere que un ataque de EE.UU. cuenta con importante oposición en una región donde predominan gobiernos de izquierda.
Toda esta nueva andanada de Trump hacia hacia América Latina ha llevado al presidente colombiano a demandar que «los ministros, cancilleres de América Latina tienen que reunirse lo más pronto posible, porque nos han amenazado, porque quieren agredir, como en Gaza, la patria de Bolívar«.
Del narcotráfico a los derechos humanos
Los únicos flancos de Trump en el continente no se relacionan únicamente con el narcotráfico. La política de aranceles también afecta a todos los países de la región, incluso a sus más cercanos aliados ideológicos, como Argentina, Ecuador y El Salvador.
Pero en esta nueva ofensiva de relación comercial arancelaria, la principal presión se dirige contra Brasil, país en el que ya comenzaron a aplicarse aranceles del 50 % debido a razones enteramente políticas. Washington ha objetado las penas que la justicia brasileña le impuso, a mediados de julio, al expresidente Jair Bolsonaro —procesado por golpismo y ideológicamente alineado con Trump—, como arresto domiciliario, uso obligatorio de tobillera electrónica e inhabilitación política hasta 2030. La decisión de aplicar estos altos aranceles es enteramente política y no se relaciona con reacomodos económicos o comerciales.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, si bien ha respondido de forma firme, no ha sido reiterativo en abrir una diatriba pública con Trump sino que ha preferido moverse en el terreno diplomático y profundizar las alianzas comerciales con China, Rusia e India, todos impactados por medidas similares.
En tanto, el presidente chino, Xi Jinping, ha comunicado a su homólogo brasileño que: «China está lista para trabajar con Brasil y erigirse en ejemplo de unidad y autosuficiencia entre los países del Sur Global«. El país asiático ha autorizado a decenas de empresas brasileñas a exportar café a China —uno de los rubros más afectados por los aranceles—, lo que quiere decir que más allá de posturas protocolares y diplomáticas ambos países están actuando.
Cabe recordar que con esta postura arancelaria, EE.UU. entra en diatriba con la primera economía de América Latina y la acerca a sus contendores comerciales, sobre todo a China, su competencia por excelencia. Otros países de Latinoamérica hacen lo mismo según sus posibilidades y expectativas, lo que hace pensar que el continente va a tender a rebajar, cada vez en mayor medida, su dependencia con EE.UU., escenario que imperó durante todo el siglo pasado y el comienzo del presente.
Para echar más leña al fuego, este martes Washington publicó su acostumbrado informe sobre derechos humanos en el mundo, en el que fustigó al Gobierno de Lula por «socavar la libertad de expresión» y «reprimir la de manera desproporcionada la expresión de los opositores», otro aspecto más para aumentar la grieta entre ambas naciones.
Así las cosas, sea por el tema narcotráfico, las diatribas ideológicas, las políticas arancelarias o la evaluación sobre los derechos humanos, Trump estos últimos días ha decidido explotar diferencias y cortar aún más la fluidez de las relaciones de Washington con una América Latina que está aprendiendo a responder a las históricas políticas intervencionistas del EE.UU.