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lunes, octubre 6, 2025

Turistas disfrutan el aumento de la población de ballenas francas en la Patagonia argentina

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PENÍNSULA VALDÉS, Argentina (AP) — La temporada alta de avistamiento de ballenas francas australes en la Patagonia argentina está marcada este año por un aumento de la población de los cetáceos, que con sus piruetas emocionan a los turistas de todo el mundo que se embarcan para verlas de cerca o las observan desde la playa.

“He visto ballenas en Canadá y en California, pero esta fue la mejor y probablemente la mayor cantidad de ballenas que he visto en mi vida”, contó este pasado fin de semana a The Associated Press Tino Ventz, un turista alemán que paseaba con su novia por la Península Valdés, situada en la provincia patagónica de Chubut.

Ese lugar, de importancia mundial para la conservación de mamíferos marinos, alberga una importante población reproductora de la ballena franca austral, así como elefantes y leones marinos del sur.

La ballena franca austral fue casi exterminada por expediciones de caza hasta el siglo pasado. Se estima que antes de que comenzara esta cacería masiva, la población de ballenas en aguas australes rondaba los 100.000 individuos, pero la población fue diezmada reduciéndose a unos 600. Desde entonces se viene recuperando lentamente, llegando hoy aproximadamente a 4.700 ejemplares en la zona de la Península Valdés.

La temporada de avistamiento de ballenas en Argentina alcanza su punto máximo entre agosto y septiembre. Este año se han observado más de 2.000 ejemplares, aunque la cifra real es mayor, según científicos.

Ventz, de 24 años, y su pareja se embarcaron junto a la argentina Andrea Delfino y sus hijos, quienes estaban emocionados tras ver 20 saltos de un mismo ballenato, «algo que no es común”.

El viento del sur activó más a los cetáceos, que saltaron muy cerca de las embarcaciones en un espectáculo que emociona para siempre a quien lo presencie.

Otros turistas prefirieron observar a los cetáceos desde la costa, como suelen realizarse este tipo de avistamientos en Brasil o Uruguay.

Pedro Pintos, de paseo con su novia Catalina, destacó el hecho de ver las ballenas “en su estado natural” tras caminar la playa de punta a punta, mientras que Agustina Guidolín cumplió su sueño de ver “la inmensidad que bordea lo mágico con lo salvaje”. Los visitantes estaban en el Parque El Doradillo, un área natural protegida en Puerto Madryn donde las ballenas tienen a sus crías muy cerca de la costa.

Además de la Península Valdés y otros puntos de la Patagonia, el recorrido de las ballenas orilla el este uruguayo y el sureste brasileño.

Santiago Fernández, biólogo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), participa en un proyecto que desde 1999 efectúa entre 2 y 3 vuelos al año sobre 640 kilómetros de costa patagónica realizando un censo que este año ha registrado 2.100 ballenas, de las cuales 863 son madres con sus crías y el resto individuos solitarios.

“Estamos subestimando la cantidad de individuos que hay en la zona», acotó el biólogo sobre el censo que constituye una foto del momento, ya que las ballenas entran y salen de la misma área a medida que migran.

Indicó que en 1999 «se contabilizaban 500 ballenas en ese mismo recorrido” y “actualmente estamos en un 3% de crecimiento anual”.

Fernández explicó que, por otro lado, el proyecto “Siguiendo ballenas” de distintas organizaciones nacionales e internacionales hace un seguimiento de varios ejemplares con telemetría satelital dentro de los golfos San Matías, al norte, y San Jorge, al sur, así como aguas más allá, con el fin de conocer sus rutas.

De ese segundo proyecto, que comenzó en el 2014, aprendieron que una vez que las crías crecen, las adultas las llevan agua adentro de los golfos, siendo estos ejemplares que no entran en el censo aéreo.

El alza de la tasa poblacional provoca un desplazamiento —sobre todo de individuos juveniles y madres que ya tuvieron sus crías— hacia los golfos de San Matías o San Jorge, e incluso hasta la costa de Buenos Aires.

La diáspora también expone a las ballenas a riesgos causados por la actividad humana, como las redes de pesca o las hélices de embarcaciones, según han comprobado los investigadores a partir de las heridas sufridas por ejemplares que no han logrado volver a la Antártida durante el fin y comienzo del ciclo natural.

Redacción

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