No hubo un referéndum doméstico, pasó de golpe. Como con esas modas que no lo parecen hasta que ya lo han cambiado todo, un día el turrón duro y dispuesto a romper dientes –o blando, o de autor, de Jijona o de Alicante o de Agramunt como los Vicens– cedió su lugar en nuestras mesas navideñas al panettone alto, esponjoso, perfumado y extranjero. Envuelto en papel fino y su pedante discurso italiano impreso en etiqueta de diseño, irrumpió en nuestras celebraciones navideñas sin haber sido invitado. Innecesariamente solemne. Dando por hecho que con lo nuestro ya no tenemos suficiente.
]]>



