Con Apuntes para una despedida (Almadía, 2025), el escritor español Javier Serena vuelve a la novela, pero lo hace desde un registro híbrido, a medio camino entre la crónica íntima y el diario personal. Ambientada en la agitada ciudad de Madrid, la historia sigue la relación intermitente y marcada por la incertidumbre entre un escritor bloqueado y Maite, una actriz que carga con una biografía intrincada pero atrapante.

Javier Serena (Pamplona, 1982) es narrador y ensayista. Publicó las novelas Últimas palabras en la Tierra (finalista del Premio Tigre Juan y traducida a varios idiomas), Atila. Un escritor indescifable y Aquel inmenso campo abierto, entre otras. Además, es director de Cuadernos Hispanoamericano, una revista cultural española de periodicidad mensual, editada en la actualidad por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.
Sus libros exploran desde la recreación de biografías ficticias de escritores hasta relatos más íntimos y realistas, como en esta nueva obra. Reside en Madrid, donde combina la escritura con la crítica literaria y la docencia. En la librería Suerte Maldita, ubicada en Palermo, donde se llevará a cabo la presentación de su libro en Buenos Aires, Serena reflexiona: “Es una novela, sí, pero también juega a ser un diario, una crónica. Tiene esa cercanía del tono porque es un libro muy intimista, aunque estructurado como novela”.
La chispa inicial fue la tentación de narrar un vínculo casi cliché –escritor en crisis y una actriz ¿juntos? en una gran ciudad– pero con un matiz distinto. “Podía ser un libro de pareja, pero me interesaba que no fuera solo eso, sino un relato de dos individuos metidos en una gran ciudad, con esas vidas raras que llevan algunas generaciones hoy. En algún momento pensé que el libro fuera solo sobre Maite, porque es un personaje catastrófico y magnético, pero finalmente terminó siendo sobre el vínculo, o el no-vínculo, entre ellos”, confiesa.
El título, Apuntes para una despedida, resume esa tensión: cada encuentro parece también un ensayo de ruptura. La narración, en primera persona, acumula escenas privadas –una Nochevieja solitaria, canciones que se repiten como himnos, pequeñas rutinas que se vuelven rituales– que nunca terminan de consolidar un futuro común.
“El primer aprendizaje de un autor es que los libros no quieren ser escritos. Se resisten, sacan las uñas, muerden”, escribe el escritor mexicano Juan Villoro en su libro La pasión y la condena (Editorial Vinilo). ¿Cuánto hay de estas ideas en torno a la escritura volcadas en Apuntes para una despedida? “Ese bloqueo escritor está en el centro: el narrador se va restableciendo a medida que avanza la escritura, como si al escribir lograra aprender a respirar otra vez”, señala Serena.
Maite, musa y abismo
Javier Serena reflexiona sobre los personajes de Apuntes para una despedida y sostiene que, si se arriesgan, lo hacen de una manera engañosa. “Yo creo que es como una especie de trampa a la que entran sin ser conscientes de a dónde puede llevarles –explica–. Es como si empiezan una cosa sin darle mucha importancia, y luego esa bola va creciendo hasta que de repente ha pasado un tiempo, se ha generado un relato que no puede desaparecer de pronto y empieza a haber problemas entre ellos para los que no están preparados como vínculo”.
En la novela, Maite aparece como una figura central: musa, deseo, obsesión y rechazo. Una actriz que oscila entre la fragilidad y el desafío, marcada por un pasado familiar difícil y un presente laboral inestable. “Ella tenía una historia muy fuerte, que se nota en su personalidad. En algún momento pensé que podía ser la protagonista absoluta. Pero al final lo que más me interesaba era cómo se iluminaban o se repelían mutuamente, el contraste entre ellos dos”, explica el autor.
El narrador, un escritor atrapado en el bloqueo creativo, encuentra en Maite tanto inspiración como un espejo incómodo. Serena observa que la propia escritura fue revelando capas inesperadas. “Hay algo en la escritura que se va abriendo y va cobrando más color y más sentido conforme avanza el libro –dice–. Apareció un narrador muy integrado con su texto”. No fue una decisión consciente, sino el resultado natural del proceso. “Me di cuenta de que el narrador tenía una especie de restablecimiento durante la escritura del libro. Creo que se percibe cómo él, por venir de un origen más convencional o más extremo, tiene cierta capacidad de aprendizaje, una pausa, que ella, viniendo de donde viene, no tiene”.
Ese contraste entre los personajes se convierte en la médula de la novela. “Hay algo en ella que necesita apenas una llamada de teléfono y la bordea el suicidio”, afirma el autor, para quien en esa tensión se juega el núcleo emocional de la obra.
Con el tiempo, después de haber publicado la novela, Serena dice haber descubierto un matiz adicional: “Me doy cuenta de que el narrador no es del todo confiable. Es un narrador muy persuasivo, muy racional y metódico, pero también creo que no es del todo confiable”. Cuando se le sugiere que podría ser incluso manipulador, responde sin dudar: “Bueno, creo que es un poco la gracia también, ¿no? Porque hay que dibujar la realidad de una manera en la que te sumerges y entras en ese bucle un poco de conciencia”.
Un tercer personaje: Madrid
Madrid se convierte en esta novela en parte activa de la historia: veranos abrasadores, inviernos inhóspitos, bares cerrados en Año Nuevo y plazas vacías. “Madrid funciona casi como un coro. Les da esa sensación de estar aislados, de fracasar en medio de la ciudad, es medio teatral por momentos. Creo que su efecto no es ornamental”, reflexiona el autor.
Aunque el relato es íntimo, Serena reconoce que hay un eco generacional: “Son dos personajes muy volcados en sí mismos, característicos de esta época. No funcionan como pareja porque cada uno está demasiado concentrado en lo que es. Tienen algo extractivo: qué puedo aprender del otro, hasta dónde podemos ir juntos. Eso me interesaba como reflejo de un tiempo y de una generación”.
Antes de comenzar la presentación, un espectador se anima a charlar con Serena:

–¿Es ficción o existe el personaje?
–Es ficción, es ficción, es ficción–responde Serena como si recitara un mantra.
Apuntes para una despedida se convierte en una meditación sobre las separaciones y de cómo decir adiós no solo a ciertos vínculos, si no también a determinadas etapas y a versiones pasadas de uno mismo. “El título me parece perfecto porque hay muchas despedidas. Cada lector encontrará la que más le resuene”, concluye Serena.
Apuntes para una despedida, de Javier Serena (Almadía).