
Javier Suárez (El Salvador, 1984) no se lo pensó demasiado cuando su compañero de trabajo, Avi Meir, le propuso trasladarse de Ámsterdam a Barcelona para fundar una startup. “Como turista me encantaba, sabía que el clima era bueno y que había talento profesional, así que no me costó nada tomar la decisión”, recuerda el emprendedor salvadoreño, que de adolescente ya se vino a Europa a estudiar negocios.
Era el 2015 cuando Suárez hizo las maletas con su mujer, una financiera australiana, y juntos aterrizaron en la bulliciosa calle Tallers de Barcelona. No fue en un garaje, sino en un piso del barrio del Raval, donde cofundó la startup Travelperk. Hoy la empresa es considerada una de las mayores startups españolas, un unicornio , ya que supera los 1.000 millones de euros de valoración.
A pesar de todo este crecimiento, Suárez lleva años desvinculado del negocio. En el 2019, decidió dar un paso al lado porque la presión le superó. “Tuve un burn out y decidí dejarlo para priorizar mi salud y mi familia. Nos tomamos un año sabático y nos fuimos a viajar. En parte, queríamos decidir dónde vivir”. La familia visitó Asia, Latinoamérica y Estados Unidos, pero llegó a la conclusión de que no había un lugar mejor que no fuese Europa y, en concreto, Barcelona: “Lo tiene todo: playa y montaña y seguridad en las calles. No entiendo por qué hay tantas quejas… No saben lo que es pasear con miedo, tener que girar la cabeza hacia atrás todo el rato”, comenta al recordar su infancia en El Salvador.
Hijo de empresarios del mundo del textil y del comercio, Suárez siempre ha llevado el emprendimiento en la sangre y, al regresar a Barcelona, decidió volver a crear una startup. “Tras mi experiencia profesional, decidí impulsar una plataforma, llamada Oliva, que ofrece terapia psicológica online para empresas que quieren brindar este servicio a sus empleados. El negocio ya tiene 35 empleados”, celebra.
Suárez no puede estar más satisfecho de vivir en Barcelona. Padre de tres hijos, acaba de adquirir una vivienda en el barrio de Tres Torres que tiene vistas a toda la ciudad. Explica que es una suerte que Barcelona tenga una amplia oferta de colegios internacionales y que exista una comunidad asentada de expats vinculados al ecosistema digital. De hecho, Suárez es uno de los embajadores de la asociación Barcelonians by Choice, que promueve eventos para los profesionales extranjeros.
Suárez es un gran amante de Barcelona pero también tiene una visión muy crítica. De hecho, no descarta meterse en política para intentar cambiar el marco legal de los emprendedores. “La ley Startup fue una broma. Mis abogados me dicen que me saldría más a cuenta no trabajar. Aquí se pagan demasiados impuestos y hay demasiada burocracia para crear una empresa. Por eso, siempre he ubicado la sede de mis startups en Delaware (EE.UU). En este sentido, creo que Barcelona tiene mucho a mejorar”, apunta.
Seducido por el clima y el talento
Este emprendedor se afincó en Barcelona para fundar Travelperk, una de las mayores empresas tecnológicas de la ciudad. Dice que no le costó nada tomar la decisión. Barcelona lo tiene todo, o casi todo: clima, cercanía con el mar y la montaña, talento profesional, pero demasiados impuestos y burocracia.