Unos sesenta sordociegos afiliados a la ONCE han visitado hoy el Park Güell con motivo del Día Internacional de la Sordoceguera. Han seguido el recorrido propuesto, en el que sobresalen las descripciones, las distintas interpretaciones, las texturas y los olores.
Los visitantes han sido citados en la carretera del Carmel. Llegan con sus acompañantes y son recibidos por los guías. Avanzan en un entorno protegido por el patrimonio, en el que no se pueden colocar bancos como uno ha pedido en el camino o sustituir las escaleras que ha subido otra suspirando.

Los participantes en la visita, acompañados de sus guías
Joan Mateu Parra / Shooting
En la escalinata del dragón las reglas cambian y el guía anuncia que a ellos se les ha concedido tocarlo. Los primeros van hacia sus patas y las acarician. Unos siguen el perfil de la cresta y la utilizan como barandilla. Otros llegan al hocico mientras ya hay algunas manos en la boca tanteando los aparentes dientes de leche que sobresalen. Olga acaba refrescándose con el agua, que aunque no ser lava, dice que está caliente.
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Hacia la Sala Hipóstila el olor de romero y de lavanda logra que Josep Maria murmure “ya me lo imagino”. Algunos ya habían estado en el parque de pequeños o cuando aún veían, y ahora, vuelven a reconfigurar la imagen que tenían de él, incorporando las texturas del trencadís y de las piedras de la montaña pelada.
La excursión al Park Güell es para ellos el cierre de la trilogía modernista que empezó en la Sagrada Família y siguió con el recinto modernista del Hospital Sant Pau.