En La Lucila, entre locales y alguna que otra casa baja y justo antes de un boulevard de árboles añosos, la librería Corre Como el Viento resiste al frío de este invierno, a las crisis que aparecen detrás de otras crisis, y al país en el que comprar un libro se parece bastante a un lujo. Detrás de ese milagro fundado en 2011 está Silvana Maculan, apasionada por los libros y de familia de emprendedores. «Cuando decidí abrir la librería, quería poder elegir el material que a mi tanto me había conmovido, compartir ese descubrimiento con otros», le cuenta ahora a Clarín.
La librería no es enorme, pero como pasa en los cuentos, caben muchas cosas en ella: «Ya tiene casi 15 años e hicimos presentaciones de libros, lecturas, talleres, proyecciones de películas en la vidriera. Todas cosas que disfrutamos mucho«, cuenta Maculan.
Como buena librera no puede pensar en un libro solamente si se le pregunta que leería ahora como la niña que fue. La lista es larga, pero la encabeza Oso de Patricia Strauch y Mauro Zoladz, ilustrado por Lu Paul y editado por Periplo. «Una historia disparatada, con mucho humor pero muy tierna también», apunta.
Y a pedido de Clarín, revisa el rol de los libros en su vida y recomienda dos imperdibles.
–Si fueras peque ahora, ¿qué libro no te perderías por nada del mundo?
–Uuuh, qué difícil elegir un libro… Tengo varios preferidos pero te voy a recomendar algunos que se pueden conseguir en las librerías y probablemente en la feria del libro. Oso, de Patricia Strauch y Mauro Zoladz, ilustrado por Lu Paul, editado por Periplo. Jirafa Africana, de Megumi Iwasa y Jun Takabatake, editado por FCE. Una jirafa aburrida comienza una amistad epistolar con un pingüino hasta que deciden encontrarse. Es muy genial, especial para niños que no se enganchan con nada. Imposible resistirse al humor disparatado de esta historia. Los dos tomos de Capitán Nudo, de Victor Engers editados por Limonero. Desventuras de la ciencia, anécdotas de científicos todoterreno editado por Pequeño Editor. Ideal para niñas y niños curiosos, para leer solos y acompañados. La ciencia, la investigación puede deparar aventuras insólitas. Retrato de un zorro cachorro, de Roberta Iannamico y Pablo Elías editado por Ralenti. Una hermosa novela de aventura y amistad. La Giganta, de Anna Hoglund editado por Ekaré, distribuido por Calibroscopio. Una niña valiente que atraviesa la oscuridad, aun con temor, para salvar a su papá. Eran tres amigos, de Héctor Oesterheld (autor del Eternauta) editado por Planta editora. Imperdible. Una niña y su amigo conejo tienen que salvar y devolverle la primavera al arbolito verde. Adam y Yuli La prima de la montaña, editado por Periplo. El primo de la ciudad pasa unas vacaciones con su prima salvaje, genial.
–¿Qué recordás de tus lecturas de infancia?
–Si pienso en los libros que leía de chica, en mis lecturas favoritas, creo que las fábulas era lo que más disfrutaba, las leía una y otra vez. Me fascinaban, sorprendían y divertían pero sobre todo también me dejaban pensando, dándole vueltas a la personalidad reflejada en cada animal. Creo que son historias que a pesar de tener un mensaje, la moraleja final, durante el relato los comportamientos, las personalidades están presentadas sin juicio previo. Son personajes que cometen errores, que están en conflicto. Son textos que creo que desarrollan cierto pensamiento crítico y reflexivo pero, por sobre todo, un muestrario de conductas humanas. Hoy en día, que están tan de moda los libros sobre emociones, recomendaría volver a las fábulas. Creo que ahí se desarrollan muchas situaciones que ayudarían a los chicos a entenderse y entender a los otros. Me gustaban y me siguen gustando las historias donde no todo es como debería ser, donde hay humor, disparate y donde muchas cosas se resuelven con ingenio y con razonamientos creativos y creo que las fábulas tienen mucho de eso. La historia más larga que me fascinó de chica fue Pinocho. Pensándolo hoy, toda esa aventura, diría que es un libro de pasaje de edad, un coming of age. Crecer no es fácil: está lleno de aventuras y peligros, cosas que se pierden y se ganan en el camino…. Siendo chica me atraía mucho pensar cómo se las arreglaría un niño solo. Pensaba en todo lo que en el camino le pasaba, en las contingencias que se le presentaban y como todo se iba sucediendo; todo lo que sentía era muy intenso. En el colegio, me gustaba mucho que nos dieran lectura para las vacaciones, las disfrutaba mucho. El que más recuerdo y que me gustó, porque me daba miedo, fueron los Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga. Un poco en la línea de las fábulas, quizás un poco más oscuros. También No somos irrompibles, de Elsa Bornemann, de las primeras historias de amor que leí. Despertaron de pronto otro mundo, pusieron palabras a cosas que en el colegio ya empezábamos a sentir.

–¿Cómo nació la idea de la librería y qué momentos de su historia te hicieron realmente feliz?
–La idea de la librería nació cuando mis hijas eran chiquitas. Disfrutabamos mucho el momento de la lectura y yo también de buscar libros para disfrutar juntas. Entre búsqueda y búsqueda me dí cuenta que había un mundo muy especial, libros únicos que muchas veces en grandes cadenas estaban perdidos. Por eso, cuando decidí abrir la librería, quería poder elegir el material que a mi tanto me había conmovido, compartir ese descubrimiento con otros. La librería ya tiene casi 15 años, hicimos presentaciones de libros, lecturas, talleres, proyecciones de películas en la vidriera. Todas cosas que disfrutamos mucho. ¡Que la librería sea un lugar de encuentro! El brindis de fin de año ya es un clásico del barrio, donde aprovechamos todos para saludarnos, abrazarnos y estar juntos en comunidad.
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