Un verso para ocultar que en Argentina está en curso un fuerte proceso de descapitalización.

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No solo Trump dejó en ridículo a Milei condicionando el rescate financiero a un triunfo electoral libertario. La empresa norteamericana OpenAI, conocida por haber desarrollado ChatGPT, desmintió la puesta en pie en la Patagonia de un megacentro de datos de inteligencia artificial, como parte del proyecto Stargate, con una inversión de alrededor de 25.000 millones de dólares. En la economía argentina lo que prima es la fuga de capitales.
Stargate fue definido como el proyecto de “infraestructura más grande de la historia argentina”, y su objetivo sería convertir a la Argentina en el mayor hub de IA de la región. OpenAI había deslizado que el proyecto era “una apuesta tecnológica, pero sobre todo geopolítica” (Infobae, 10/10). Sin embargo, poco después la firma aclaró a través de un comunicado que todo está a cargo de una empresa fantasma llamada Sur Energy: no tiene historial público ni trayectoria en IA y tampoco existe registro de su existencia corporativa real. «Sur Energy será el desarrollador de energía e infraestructura y liderará la formación de un consorcio, que incluye la colaboración con un desarrollador de infraestructura en la nube (…) OpenAI acoge con satisfacción la posible oportunidad de convertirse en comprador» (Página 12, 15/10).
Este anuncio funciona como una cortina de humo para encubrir que lo que está en curso en Argentina es un proceso de descapitalización, como ya sucedió con la «megainversión» de Hidrógeno Verde y con la granja bitcoin en la ciudad de Zapala durante el gobierno de Alberto Fernández. Muchas multinacionales se han ido del país; bajo Milei lo hicieron P&G, Exxon, HSBC, Prudential, Petronas, Mercedes Benz, Telefónica, Makro, Carrefour, entre otras. Y hay otras que están siguiendo el mismo camino: Profertil puso a la venta su 50% en la principal planta de fertilizantes y Total confirmó que venderá sus activos petroleros en Vaca Muerta (El Economista, 28/7). En este contexto se han producido cientos de miles de despidos.
Hasta el propio ChatGPT cuestionó el anuncio señalando, tras ser consultado por La Política Online, que “25.000 millones de dólares es un número ridículo para un centro de datos. A modo de comparación, los centros de datos más grandes del mundo (como los de Microsoft en Estados Unidos o Arabia Saudita) tienen inversiones de entre 1.000 y 5.000 millones por campus completo. En general, una inversión de U$S 25.000 millones se destina a infraestructura nuclear, ferroviaria o energética de escala continental”. Además, hay que tener en cuenta que se trata de un rubro que no requiere de mucha mano de obra. La producción de insumos necesarios está instalada en Asia y tanto la transferencia tecnológica como la formación de técnicos resultan prácticamente inexistentes (Revista Anfibia, 13/10).
Este negocio es, asimismo, sinónimo de destrucción ambiental: los centros de datos dependen de combustibles fósiles para aumentar su potencia, requieren importantes cantidades de agua para su refrigeración y consumen grandes dosis de electricidad. La Patagonia es una región con estrés hídrico; el proyecto no especifica si el agua que usará será la misma que utilizan los pueblos. Y se sabe que la infraestructura eléctrica del país se encuentra en un estado calamitoso; basta con ver lo que pasa con el suministro de luz durante los días de alta temperatura. En Estados Unidos, Google enfrentó juicios por hacer un uso del agua que afectó a comunidades. Algo similar aconteció en Uruguay, y en China los centros de datos profundizaron la crisis ambiental en algunas provincias.
Lo que prima, en general, es la tendencia de los capitalistas a repatriar sus capitales hacia lugares más seguros. Los únicos dólares que entran se utilizan para impulsar la especulación financiera, como los que gira el propio Estado norteamericano. La burguesía reclama el levantamiento del cepo para tener total libertad de giro de utilidades hacia el exterior, lo que confirma que se trata de una política deliberada de robo de la riqueza que producen los trabajadores. El Rigi, que impera desde hace un año, favoreció las condiciones para el saqueo empresarial de los proyectos ya existentes pero no atrajo un flujo de inversiones.
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Burbuja
El medio de comunicación Bloomberg dio cuenta de que “los anuncios constantes de nuevos contratos, asociaciones y compromisos en el mundo de la IA Generativa son circulares y tienen como epicentro a OpenAI y Nvidia: OpenAI recibe compromisos de inversiones de Nvidia que en realidad se harán en chips y se registrarán como ventas, mientras que OpenAI los usa para demostrar que tiene un enorme apoyo por parte de la empresa de mayor cotización bursátil del momento y de esa manera seducir a otros inversores para construir plantas cada vez más grandes con los que establece nuevos acuerdos” (Página 12, ídem).
Se ha gestado una burbuja especulativa alrededor de los negocios con inteligencia artificial. Se sabe que, en el rubro, las ganancias no compensan los costos. El Deutsche Bank indicó que “la economía estadounidense depende de la desmesurada inversión en IA Generativa (IAG) para sostenerse” y que cuando explote “provocará una recesión”, un pronóstico que ha encontrado eco en uno de los medios más importantes de la burguesía imperialista, el Financial Times.
El economista británico Michael Roberts señaló que “a finales de este año, Meta, Amazon, Microsoft, Google y Tesla habrán gastado más de 560 mil millones de dólares en inversión de capital en IA en los últimos dos años, pero solo han acumulado ingresos por unos 35 mil millones de dólares. Y los ingresos no son ganancias, ya que los ingresos se miden antes de los costes de la prestación de servicios de IA” (Sin Permiso, 28/7). Tras analizar minuciosamente el problema, indicó que las ganancias de IA de las grandes tecnológicas se estancaron o ralentizaron y se espera que disminuyan más en 2025 y 2026. Importa destacar estos aspectos ya que lo que mueve a los capitalistas a invertir es la obtención de una determinada tasa de ganancia.
El anuncio de Stargate no es más que parte de una campaña de marketing para oxigenar a un gobierno que se viene a pique.
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