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lunes, marzo 3, 2025

Un Oscar para los estereotipos sobre América Latina

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Ilustración de CONNECTAS, compartida con permiso.

Este artículo de Leonardo Oliva fue originalmente publicado en CONNECTAS y republicado en Global Voices bajo un acuerdo entre los medios.

La escena se ha viralizado en las redes sociales: Selena Gómez grita confusamente palabras en español y luego canta en el mismo idioma. Pertenece a “Emilia Pérez” y es parte del escándalo que rodea a la película con más nominaciones (13) para los premios Oscar que se entregaron este domingo 3 de marzo. Ganó dos premios.

A pesar de su nombre, Gómez es estadounidense y no habla ni una palabra de español. Por eso su forzado acento en el filme le ha valido todo tipo de críticas en Latinoamérica. Y no solo a ella, sino a toda esta producción francesa, filmada en Europa, protagonizada por una actriz trans española y ambientada en… México.

@soceleb Selena Gomez in Emilia Pérez. #selenagomez #emiliaperez #fyp #popculture #celebrity #hollywood #foryoupage ♬ suono originale – soceleb

“Emilia Pérez” está nominada al Oscar como mejor película y mejor director. Pero también busca, entre otros, el premio como mejor cinta extranjera por Francia (a pesar de que no ella no se pronuncia una sola palabra en francés).

Para Ximena Méndez Mihura, una académica de Flacso que se ha especializado en estudiar cómo Hollywood representa a América Latina, la película es parte de una tradición. Dice que en esta industria, “los latinos son caracterizados mayormente como nativos subhumanos, y las mujeres como seres bellos, asociadas al cortejo heterosexual”. Y en cuanto a los escenarios y países, “el tratamiento de México tiene un particular recorrido asociado a los pueblos nativos y, en los últimos años, al narcotráfico”. Cuba, por su parte, “es una usina de la izquierda”. Y de Colombia se “presta especial atención al tema de la peligrosidad”.

Sobre el caso colombiano basta prestar atención a uno de los últimos estrenos en Netflix: la serie “Bogotá”, que no es estadounidense ni europea sino coreana, pero repite los clichés. El principal: el filtro amarillo con el que está filmada, el mismo que encontramos en decenas de otras producciones que intentan mostrar al espectador desprevenido (del norte global) que estamos en un país latinoamericano. En ese cóctel amarillento se incluye mucho polvo, desierto y pobreza, junto a roles estereotipados: mujeres voluptuosas y sexis; hombres narcos y seductores. Ellas y ellos suelen ser expertos bailarines. Y todos viven en lugares exóticos ubicados más allá de la (supuesta) frontera entre la civilización y la barbarie.

Bajo estas premisas, Hollywood no ha dudado en poner a Al Pacino a hacer de narco cubano en “Scarface”; a Madonna, de primera dama argentina en “Evita”; o a Antonio Banderas de izquierdista chileno en “La casa de los espíritus”. Son antecedentes directos de “Emilia Pérez”, aunque en aquellos días (años ochentas y noventas) no había redes sociales que amplificaran los murmullos de indignación que pueden haber generado.

A la argentina Méndez Mihura la película de Audiard no le disgustó. Dice que tiene rasgos del teatro del absurdo apuntados a temas de la agenda actual, como “las nuevas identidades, el empoderamiento femenino, y la cuestión de la seguridad y el narcotráfico”. Pero reconoce: “Si no la tomás como una película del género del absurdo, realmente puede generar susceptibilidades en el pueblo mexicano. Porque México desde los orígenes del cine le estuvo marcando a los Estados Unidos que no iba a estrenar películas que hablaran mal de su gente. Así, muchas cosas tuvo que cambiar Hollywood para poder estrenar sus películas en México”.

Por su parte, el guionista y realizador mexicano Guillermo Rivera (también periodista y miembro de CONNECTAS Hub) señala que “Emilia Pérez” es “la visión de una persona europea, un hombre blanco de cierta parte del mundo, con una perspectiva de que toda Latinoamérica es de un mismo color y de un mismo sabor”. Una perspectiva que “definitivamente la tienen en otras partes: todo es sepia. Es la misma representación que Hollywood siempre ha hecho sobre México”.

Con la óptica de Rivera coincide el crítico de cine Juan Carlos Ampié. Este nicaragüense vive en Estados Unidos, donde la prensa especializada ha recibido muy bien a “Emilia Pérez”. Para él, la película “es una manifestación de la insularidad de la cultura cinematográfica de Estados Unidos y Europa. Nosotros vemos todo lo que ellos producen, pero ellos no ven todo lo que nosotros hacemos. Tampoco producimos en volumen similar y las vías de distribución están prácticamente cerradas para nuestros cineastas”.

Ampié cuestiona que en la película hay “muchas decisiones creativas que están más informadas por la ignorancia, que por un genuino interés por conectar con la cultura latina”. Y apunta a las letras de las canciones:  “No me extrañaría que hubieran usado Google Translator para traducirlas”. Por otro lado, explica su éxito en que las ficciones mexicanas que más se ven en Estados Unidos “son dramas narco y telenovelas, justo los géneros con los que ‘Emilia Pérez’ trafica”.

El cine de la era Trump

Una de las organizaciones más activas para vencer la tendencia de Hollywood a estereotipar a los latinos es la Coalición Nacional de Medios Hispanos (NHMC, por su sigla en inglés). El año pasado, lanzó un manual para guiar a los responsables de la industria del entretenimiento a la hora de contar historias de latinoamericanos.

La NHMC afirma que en Estados Unidos “el panorama mediático está dominado por creadores, ejecutivos y actores blancos no latinos, que crean un mundo grande y amplio que refleja sus comunidades e identidades en la pantalla”. Esas producciones suelen retratarlos como pandilleros, narcotraficantes o criminales; en roles con poco o ningún diálogo; o como personajes serviles con acentos estereotipados que contrastan con salvadores de piel blanca.

Un estudio reciente de la Iniciativa de Inclusión Annenberg, de la Universidad de California, concluyó que en las últimas dos décadas solo 75 artistas latinos han protagonizado o coprotagonizado películas, a pesar de que 49 por ciento de  la población de Los Ángeles es hispana. En esas producciones, solo tiene origen latino el 5,5 por ciento de los personajes.

Detrás de cámaras, las estadísticas son igual de malas. De las 1.600 películas examinadas, directores latinos solo realizaron el 4 por ciento. Y había solo una mujer entre ellos.

Gráfico hecho por CONNECTAS, usada con su permiso.

En cuanto a los estereotipos, el 25 por ciento de los personajes de habla hispana eran delincuentes y el 17 por ciento, pobres o de bajos ingresos. A nadie debería sorprender, entonces, que el mismísimo director de “Emilia Pérez” haya dicho, intentando defender a su película, que el español es “el idioma de los pobres”.

La gran paradoja es que “Emilia Pérez” puede transformarse en la película con la que el Hollywood más progresista le conteste a la nueva era de Donald Trump. Uno o varios premios Oscar para la historia de una persona transgénero, mexicana y narcotraficante, tres tópicos que el republicano ha decidido combatir explícitamente con sus políticas.

Para Méndez Mihura, el cine ha desplazado la peligrosidad del latinoamericano hacia el narcotráfico y la lucha contra este fenómeno.

En las películas de acción de los últimos tiempos, la colonización sigue presente, pero mientras antes la dirección de colonización era de Este a Oeste (el western clásico), ahora es desde el Norte hacia el Sur (del continente). Es decir, la epopeya no ha terminado aún. Las películas de aventuras, aun cuando no pertenecen al género del western, toman algunos de sus elementos para mostrar esto. Es decir, hay territorios salvajes por civilizar y nuevas especies por educar.

Como si la realidad imitara a la ficción, ahora Trump quiere gestar su propio western al expulsar a los salvajes (los migrantes) más allá de la frontera. A ese lugar exótico,  amarillento y polvoriento donde vive un narcotraficante trans (mexicano, dominicano, español, da igual) que canta la historia de su redención.

Redacción

Fuente: Leer artículo original

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