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domingo, noviembre 9, 2025

Un país, dos divisas

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Clara Saravia

@| El Uruguay, a 200 años de su independencia, ha sido marcado por dos vertientes ideológicas rivales. Por un lado, la divisa blanca, que hizo su primera aparición en Las Piedras con Artigas y continuó con el heredero del federalismo artiguista, en Carpintería, quien bajo esos cimientos fundó el partido que ha puesto la cara en cada circunstancia por la que pasó la patria; y por otro lado, la divisa colorada, representando al partido que causó todas esas circunstancias, regalando nuestro suelo, traicionando al prócer y demostrando a lo largo de su historia que el poder es lo único que realmente lo mueve.

¿Cómo puede ser que en el Uruguay de hoy se esté planteando la descabellada idea, de que el partido de Manuel Oribe y el de Rivera, quien encabezó el mayor genocidio de nuestra historia, compartan lema? ¿Cómo puede ser que se busque que los defensores del traidor anarquista, Venancio Flores, quien con más de 9.000 soldados decidió hacer una masacre en Paysandú, regalando el control del territorio al imperio brasilero, puedan aliarse con quienes admiramos y compartimos el sentimiento valiente e incansable por la defensa de la soberanía nacional, como Leandro Gómez y sus 800 hombres?

¿En qué cabeza cabe que el partido de Lorenzo Batlle, con su cerrado y persecutor gobierno (un factor común en los mandatos de esta divisa), interrumpa algo tan sagrado para los blancos como lo es la militancia sin intereses personales y la defensa de la herramienta Partido Nacional, características que Timoteo Aparicio llevó en sus lanzas para que la divisa blanca tuviera participación en las decisiones gubernamentales?.

¿Alguno se imagina al Partido del General Aparicio Saravia, caudillo que dejó la vida para que gocemos de una patria libre y democrática como hoy la conocemos, coqueteando con quienes hasta el dia de hoy reivindican a un hombre como Batlle y Ordóñez, quien quería la revolución a toda costa, que con su comportamiento decidió usar las fuerzas del gobierno para perseguir y asesinar a quienes en el interior reposaban sus inquietudes en un caudillo, por la descarada ausencia del gobierno centralista? Quien hablaba de la dictadura de Latorre de esta manera: “Cuando la legalidad ha sido destruida y se quiere volver a ella, es inevitable aceptar como punto de partida un gobierno de hecho. Y a ese gobierno de hecho llamamos en estos países dictadura”.

Mi respuesta para todas esas preguntas es un rotundo, no. No me imagino a mi partido con su intachable historia, dejando de lado el poncho de Aparicio por ganar una elección (ignorando que no se aseguraría la victoria ni siquiera con el lema común), porque, si por poder se hubieran manejado nuestros héroes a lo largo de la historia, no seríamos un país independiente, ni libre, ni democrático.

Si por poder se hubiera guiado Wilson, no hubiera sido el principal opositor del golpe de Estado, realizado por el colorado Juan María Bordaberry.

Si por poder se hubiera guiado Saravia, no hubiera brindado los títulos de sus tierras a la disponibilidad de la revolución. Y si por poder se hubieran guiado los blancos independientes, no se hubieran separado de la vertiente blanca que había llegado al poder de maneras que no representan ni una mínima parte de la ideología nacionalista.

Considero una falta de respeto que dirigentes que gozan de la comodidad de Montevideo y quienes tienen las decisiones más importantes del Partido Nacional en sus manos, miren a la cara de quienes somos militantes del llano, blancos de Aparicio y propongan semejante barbaridad, alegando que el 80% de los blancos estamos de acuerdo con esto.

Las guerras entre divisas terminaron en el 1904, pero esas instancias marcaron lo que es hoy la patria y mantuvieron viva la esencia nacionalista, la cual permanece vigente en cada paso que da el país hace más de 189 años.

No podemos olvidarnos de nuestras raíces, debemos respetar las hazañas de los emblemáticos caudillos blancos que formaron la historia nacional. En palabras del General Aparicio Saravia, en una carta a su hermano Basilicio, caudillo colorado: “No soy yo, hermano, ni es mi Partido los que hemos convertido en sistema el fraude electoral; los que hemos saqueado la riqueza pública; los que hemos alejado a la inmigración de nuestras orillas donde hoy chispean los fuegos del vivac; los que hemos engendrado el pretorianismo en el cuartel y el utilitarismo en todas las fases de la vida cívica.” “¿Tú crees servir a la Patria en el puesto que ocupas? Pues no la sirves. Sirves tan solo a un círculo; la Patria es algo más de lo que tú supones”.

Quienes estamos en desacuerdo con esta estrategia no buscamos revolución; somos conscientes que votando juntos ganamos la elección en el 2019, pero con una fórmula blanca y lemas distintos. Ignorar nuestras diferencias es imposible, y es un acto ignorante de parte de quienes se mal acostumbraron al poder.

Redacción

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