¿Qué pasaría si un territorio africano terminara siendo parte de Sudamérica? Eso es exactamente lo que está en juego con Annobón, una isla que declaró su independencia de Guinea Ecuatorial en 2022. Reivindicando un pasado compartido con América Latina, sus líderes buscan apoyo internacional y plantean su posible integración como provincia argentina. El reclamo abre un debate tan inesperado como profundo sobre historia, identidad y soberanía.
Un archipiélago rebelde en busca de otro continente

Annobón es una isla de tan solo 17 kilómetros cuadrados en pleno golfo de Guinea. Aunque hoy pertenece oficialmente a Guinea Ecuatorial, en julio de 2022 proclamó su independencia, alegando razones históricas, lingüísticas y culturales que la vinculan más con América Latina que con África.
El gobierno provisional de la llamada República de Annobón ha solicitado formalmente su integración política a Sudamérica, e incluso manifestó su deseo de convertirse en una provincia argentina. Sus líderes destacan que, durante el periodo colonial español, la isla formó parte del Virreinato del Río de la Plata antes de ser reincorporada a la Corona.
La población de Annobón habla fa d’ambô, una lengua criolla única, y siente que su cultura ha sido ignorada por el poder central en Malabo. Esta desconexión histórica, sumada a la falta de desarrollo y servicios básicos, ha derivado en un fuerte sentimiento de autonomía que ahora toma forma política concreta.
¿Una independencia viable o un deseo simbólico?

Los movimientos independentistas de Annobón sostienen que la explotación de los recursos naturales no ha beneficiado a los habitantes locales. Por eso, consideran que un camino soberano podría traer consigo una mayor dignidad y bienestar para la comunidad.
No obstante, el proyecto enfrenta numerosos obstáculos: desde la falta de apoyo internacional hasta el firme rechazo del gobierno ecuatoguineano, que no reconoce la secesión. Además, surgen dudas sobre la capacidad de Annobón para sostenerse económicamente como nación independiente.
Pese a todo, la idea persiste. Para sus defensores, el cambio no solo sería una redefinición política, sino una reivindicación identitaria que busca un futuro más justo, aunque para ello haya que cruzar océanos.