El Rijksmuseum de Ámsterdam, conocido por su vasta colección de arte e historia, ha incorporado un objeto inesperado y único en su última exposición: un preservativo de 200 años decorado con una estampa erótica. Este pequeño pero fascinante artefacto abre una ventana a las prácticas íntimas, las costumbres y la percepción de la sexualidad en la Europa del siglo XIX.

Fabricado con materiales naturales como tripa de animal o intestinos de oveja, este preservativo no solo cumplía una función práctica, sino que también revela cómo, incluso en épocas donde los tabúes sobre la sexualidad eran profundos, existía un espacio para la expresión erótica. La estampa que lo adorna, explícita y delicadamente grabada, sugiere que estos objetos podían ser tanto funcionales como simbólicos, representando quizá una especie de lujo accesible solo para ciertos sectores de la sociedad.
La exposición del Rijksmuseum nos invita a reflexionar sobre cómo han evolucionado los conceptos de sexualidad, salud e intimidad a lo largo del tiempo. Mientras que hoy el preservativo es visto principalmente como una herramienta de prevención y salud pública, este artefacto histórico nos recuerda que también ha sido un objeto cultural y estético.
Además, la inclusión de este preservativo en una de las instituciones artísticas más prestigiosas del mundo desafía las nociones tradicionales de lo que merece ser conservado y exhibido en un museo. ¿Por qué no considerar los objetos de la vida cotidiana –y de la intimidad– como parte del legado cultural de una sociedad?
Esta muestra no solo evidencia la fascinación humana por la sexualidad, sino también el papel de los museos en desentrañar los múltiples significados de los objetos que han llegado hasta nosotros. Al igual que las pinturas, las esculturas o los manuscritos, este preservativo de 200 años es una pieza de historia que habla de las conexiones entre cuerpo, placer y cultura.
En última instancia, este artefacto es un recordatorio de que la sexualidad, lejos de ser un tema moderno, ha sido siempre un terreno complejo, lleno de creatividad, deseo y, en ocasiones, tabúes que las generaciones futuras reinterpretarán.