El joven Josep Pla se definía a sí mismo como un perro sin collar, pero más bien era un perro con varios collares. O, lo que es lo mismo, con varios amos. Sabíamos que entre 1928 y 1938 fue un paniaguado del financiero y político Francesc Cambó, para el que hacía libros por encargo y labores de propaganda. Lo que no sabíamos (al menos, yo no) es que, entre tanto, buscó también arrimarse al Partido Radical, cuyo líder, Alejandro Lerroux, lo nombró inspector provincial de Trabajo en Murcia. El cargo, que ni siquiera le obligaba a viajar a esa ciudad, era sencillamente un momio, un pretexto para asignarle un sueldo a cargo del dinero público. De corruptelas como esta y de otros episodios igualmente desairados de la vida de Pla me he enterado gracias a la lectura de Un corazón furtivo, la biografía que le ha dedicado Xavier Pla, sin duda uno de los libros importantes del año pasado.
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Redacción
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