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lunes, julio 14, 2025

Una dura profesión: empujador de gente en el subte

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Viajar en subte casi nunca es placentero. Es un medio rápido, pero tortuoso. Vagones repletos, pungas, aromas extraños. Hacer un recorrido en el subte muchas veces puede ser un viaje rumbo a lo desconocido.

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Es un grupo especializado cada uno de los cuales cobra 1.000 dólares al mes para introducir a la gente en los vagones del transporte público de Tokio.

El subte es un mundo aparte. Y si no, hay que mirar las líneas que corren por las entrañas de Tokio. A pesar de ser uno de los subtes más modernos del mundo, que se basa en tres ejes (vagones ultramodernos, puntualidad suiza e inexistencia de carteristas) cuenta con profesionales de uno de los oficios más bizarros del mundo.

Pero antes de presentarlos hay que ponerle un marco: en la mayoría de los países, los trenes llegan cada cuatro minutos aproximadamente y en horas pico pueden pasar cada tres. Pero en Tokio los trenes pasan todo el dia cada 2,5 minutos, lo que nos da unos 24 servicios por hora.

La profesión nació hace años. Esta imagen es de 1967.
La profesión nació hace años. Esta imagen es de 1967.

A pesar de la gran cantidad de servicios con los que cuenta el subterráneo de Tokio, este se encuentra absolutamente sobrepasado. Los vagones se llenan con el doble de las personas que deberían entrar, especialmente por la mañana.

Y tanta cantidad de gente hizo que las empresas tuvieran que contratar a los Oshiyas. Traducido al castellano: empujadores. Son los encargados de meter la mayor cantidad de pasajeros posibles dentro de los vagones. Su trabajo es simple: empujar y empujar a la gente hasta que las puertas se cierran.

​Empujadores oficiales, con sueldo y reglamento

En un principio, la gran afluencia de pasajeros al subterráneo de Tokio hizo que aparecieran empujadores no oficiales. Tipos que hacían la gauchada de puros comedidos. Pero luego las líneas de subte decidieron contratar estudiantes a tiempo parcial.

Si algún pasajero está atrapado, lo empujan con más fuerza para adentro.Si algún pasajero está atrapado, lo empujan con más fuerza para adentro.

Hoy en día ser un empujador es un trabajo bien pago para aquellos que necesitan un primer empleo. Son seis horas diarias a cambio de un salario de 75 dólares. Unos 1.500 dólares al mes. Por empujar gente.

A pesar de que este fenómeno es casi exclusivo de la capital Japonesa, el trabajo de empujador fue inventado en la ciudad de Nueva York hace 100 años. Se los llamaba, despectivamente, empacadores de sardinas y tenían una brutalidad tan grande para realizar su trabajo que la tarea fue suprimida en 1930.

Pero el empujador de subte japonés tiene su tarea reglamentada en siete pasos:

1- Antes de que el tren llegue a la estación, llevan a cabo chequeos de seguridad.

2 – Cuando el tren se detiene, vigilan a los pasajeros que suben y bajan.

3 – Justo antes de que el tren arranque, guían a los pasajeros que no pueden encontrar un sitio a una puerta donde hay más espacio y los meten adentro del vagón a puro empujón.

La gente espera para ser empujada. Un espectáculo único.La gente espera para ser empujada. Un espectáculo único.

4 – Cuando las puertas se cierran, revisan que ningún pasajero u objeto haya quedado atrapado.

5 – Si algún pasajero está atrapado, lo empujan con más fuerza para adentro.

6 – Cuando terminan en su área, van a ayudar a otra.

7 – Una vez que las puertas se cierran, levantan una bandera, una mano o una lámpara para avisar al conductor que está todo ok.

¿Cómo sería en Argentina?

Imaginemos que importamos esta profesión a la Argentina. Se podría armar un zoo de personajes nefastos.

A saber: empujadores no habilitados, que copiando a los trapitos te cobran fortunas por meterte dentro del vagón, y si no les pagás te pegan. Manoseadores profesionales que sólo empujarían a los del sexo que les interesa. Pungas que harían fortunas de manera fácil ya que ni tendrían que mezclarse entre los pasajeros.

Y empuje, empuje, no deje de empujar. Dura tarea en Japón.Y empuje, empuje, no deje de empujar. Dura tarea en Japón.

También encontraríamos algún rockero, que para matar el tiempo hace pogo sobre la masa sin importar si es la línea D estación Juramento o la B estación Medrano.

Y habría hinchas de fútbol que extrañan el domingo y empujan al grito de «vamo’ que hay que copar la tribuna». Y hasta aquellos que se sienten solos y con tal de estar rodeados se acercan a un andén para que los empujen. Sentirán que alguien, por un momento, se acordó de ellos. Aunque sea a empujones…


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