Que el Congreso argentino no aprobara la Ley de Ficha Limpia enviada por el gobierno argentino, fue mucho más que una derrota para Javier Milei. Una derrota suya es como que el presidente argentino quiere que sea vista la votación que derribó el proyecto de ley que se atribuía haber impulsado.
¿Por qué querría ser visto como un derrotado en la sesión legislativa que hundió la Ficha Limpia? Porque la otra posibilidad es inmensamente peor, ya que en una mirada más amplia se hace visible que el gobierno ultraconservador operó para que ese proyecto enviado al Congreso por el oficialismo, no alcanzara la mayoría necesaria para ser aprobada. De ser así, la actuación de Javier Milei sería una estafa a sus simpatizantes y a la sociedad en su conjunto.
Que el ex gobernador y actual hombre fuerte de la provincia de Misiones, Carlos Rovira, revelara en una conversación que el presidente le pidió que los dos senadores misioneros votaran contra la Ficha Limpia, desenmascara una manganeta huérfana de escrúpulos.
Rovira dice que actuó por pedido (formulado directa o indirectamente) de Milei y en favor del gobierno nacional, como hizo el gobierno de Misiones desde que el líder libertario llegó a la presidencia. De tal modo, Milei simulaba impulsar la Ley que impediría acceder a cargos electivos a quienes tuvieran condenas en segunda instancia, aunque no hubiera un pronunciamiento de la Corte Suprema, mientras que entre bambalinas lo que hacía era sabotearla.
¿Por qué haría tal cosa? Porque sus bases y la amplia mayoría de los argentinos quieren Ficha Limpia para cortar el paso de los corruptos hacia el poder, pero a su gobierno le conviene mantener en pié al kirchnerismo y a Cristina Kirchnar como antagonista principal.
Sin el kirchnerismo y sin Cristina en la oposición, es posible que surja un centro vigoroso que unifique desde el peronismo republicano hasta el radicalismo, la Coalición Cívica y el centroizquierdista Partido Socialista que es fuerte en Santa Fe.
Además, a cambio de mantener a Cristina en el escenario impidiendo que sus condenas por corrupción la dejen fuera de juego, podría lograr del kirchnerismo el apoyo que no tuvo para nombrar juez supremo al controversial Ariel Lijo.
Precisamente el intento de incluir a Lijo en la Corte Suprema a pesar de su turbio accionar en la Justicia Federal, hace más creíble la versión que filtró el entorno de Rovira y desenmascara la sobreactuación de Milei como impulsor de la Ficha Limpia.
Logrando que Rovira la hiciera caer en la votación del Congreso, el presidente quedaba bien con sus seguidores y con la mayoría que quieren embestir contra la corrupción, y también con los corruptos que quieren impunidad, empezando por Cristina Kirchner.
Además, les sirve como cortina de humo para tapar ante los desprevenidos (que son mayoría en la Argentina) el escándalo por su participación protagónica en la estafa que implicó la criptomoneda Libra, la revelación de que su hermana y secretaria general de la Presidencia cobraba en miles de dólares a empresarios que pedían reunirse con el presidente. Y no son las únicas revelaciones sobre el lado oscuro del gobierno ultraconservador y del propio Milei.
Si a esos casos se suma la certeza de que simuló querer la Ficha Limpia, mientras su gente más cercana actuaba precisamente para tumbar ese proyecto de Ley, ya no quedarán más elementos para creer que Milei es un verdadero enemigo de “la casta” y de la corrupción. Más bien es un actor más de esa decadencia moral que corroe la política.
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