Al llegar a la edad de la jubilación, diferentes circunstancias dejaron a Jordi, Inés y Puri sin recursos suficientes para poder pagar el alquiler de un piso o de una habitación. Los Servicios Sociales los pusieron en contacto con una pequeña fundación, Llars Compartidas, que les ha facilitado el acceso a una vivienda que comparten en el barrio del Clot de Barcelona. Los tres forman parte del grupo de 56 ciudadanos que residen en 14 inmuebles de Barcelona y Badalona proporcionados por esta entidad y por los que satisfacen un pago que en ningún caso supera el 30% de sus ingresos. Una de las claves de este proyecto es su sostenibilidad económica.
La Fundació Habitatge Social, coincidiendo con su 35 aniversario, ha reconocido la labor de Llars Compartides para acompañar y promover la vida autónoma de ciudadanos de más de 65 años, en la primera edición de sus premios. “Todos vienen derivados por los Servicios Sociales o por entidades, el requisito es que no tengan un hogar, que cobren rentas bajas y que sean autónomos física y mentalmente pues nosotros no hacemos asistencia sino que los acompañamos en esta forma de vida”, explica su directora, Alícia Vallet. “La convivencia no es fácil –añade–, es necesaria una cierta flexibilidad para ir creando vínculos poco a poco, esto es como un piso de estudiantes pero con gente mayor”.
Puri Aguilar, junto a Jordi Mateos, en su habitación
Nacho Vera
Habitatge Social ha premiado este proyecto destinado a ciudadanos de más de 65 años con pocos recursos
Jordi Mateos, de 79 años, Inés, de 74, y Puri Aguilar, de 68, aprenden a cohabitar y a trampear los conflictos que afloran por cuestiones relacionadas con las tareas de limpieza, por si alguien tiene el volumen del televisor demasiado alto u otras cuestiones. “Cada semana los visito, me reúno con ellos para ver si han surgido incidentes e intentar solucionarlos”, apunta Àlex Serret, integrador social. Una parte muy positiva es que siempre tienen compañía.
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Jordi Mateos ya suma trece años con esta fórmula en diferentes pisos y desde junio del 2023, en su actual hogar del Clot. “En todos he tenido altos y bajos. Yo vivía en la Barceloneta, trabajaba como autónomo de paleta, pero me separé y luego murió uno de mis dos hijos con solo 22 años, sufrí una depresión y perdí la casa”, relata. Su día a día pasa por ir cada mañana al Casal del barrio, donde almuerza y sigue clases de memoria. A Inés le gusta ir a Ciutat Vella, a un Casal cerca del mercado de Santa Caterina. “Estoy sola en Barcelona, vine de Uruguay hace 40 años y siempre he trabajado limpiando y cuidando niños”, relata. Antes ya compartía vivienda, pero subraya que al hacerse mayor le cuesta un poco más este tipo de vida. “Llegamos con la mochila cargada y hay roces”, reconoce. Igual que Puri Aguilar cobra la pensión no contributiva, 683 euros, y cada una de ellas abona algo más de 200 de alquiler con gastos incluidos.
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“Yo me separé por malos tratos, estuve con mi madre hasta que murió, luego con mi hija, después realquilé habitaciones varias veces hasta que la asistenta social me habló de Llars Compartides”, explica Aguilar, en su habitación, donde destacan los retratos de sus dos nietas y la figurilla de un buda bajo la que deposita algún que otro número de lotería.





