Alejandra Quintana, nacida en Cerrillos, se convirtió en la primera virgen consagrada de la Arquidiócesis de Salta, inaugurando un camino de vida espiritual que se remonta a los orígenes del cristianismo. En diálogo con El Tribuno, compartió su experiencia y explicó en qué consiste esta forma de entrega total a Dios y a la Iglesia.
¿Cuándo fue tu consagración y dónde se realizó?
La consagración se celebró el sábado 26 de abril a las 19, en la Catedral Basílica de Salta.
¿Qué significa formar parte del Orden de Vírgenes Consagradas?
Somos un grupo de mujeres seglares que vivimos consagradas a Dios a través del Obispo, mediante un propósito irrevocable expresado en un rito litúrgico. Vivimos insertas en la sociedad, trabajando en actividades comunes, pero dedicadas a Dios y al servicio de la Iglesia.
¿Desde cuándo existe esta forma de vida?
Esta forma de vida surgió con las primeras generaciones cristianas. Nuestros modelos son Jesús y María. Con el paso del tiempo, las vírgenes consagradas fueron desapareciendo, dando lugar al surgimiento de los conventos y los monasterios. Sin embargo, hace algunos años está resurgiendo en distintas partes del mundo. Hoy, en Argentina somos más de 200 vírgenes consagradas.
¿En qué se diferencia una virgen consagrada de una religiosa?
La diferencia principal es que no seguimos el carisma de una congregación específica. Las religiosas, como las franciscanas, siguen modelos como Santa Clara o San Francisco y viven bajo reglas propias. Nosotras seguimos solamente el Evangelio como norma de vida. No vivimos en comunidad ni tenemos una superiora: nuestro único referente es el Obispo. Además, no usamos hábito; lo único que nos distingue es una alianza, signo de nuestra unión esponsal con Cristo, y el rezo diario de la Liturgia de las Horas. Actualmente, mi servicio pastoral está en la parroquia Natividad del Señor y Sagrada Familia del Bª el Huaico. Precisamente, cuando me mudé a ese barrio de la ciudad de Salta en 2009, comenzamos a construir con la comunidad ese templo.
¿Cuál es la misión de una virgen consagrada?
Nuestra misión no está tanto en hacer obras visibles, sino en ser signos de Cristo en medio del mundo, viviendo en oración continua por la Iglesia y dando testimonio del misterio eclesial: ser vírgenes por la integridad de la fe, esposas por nuestra unión con Cristo, y madres espirituales por la fecundidad de nuestra vida entregada.
¿Cómo fue tu camino personal hacia esta consagración?
Nací en Cerrillos en 1980 y viví allí hasta los 29 años. A los 17, sentí en mi interior la inquietud por la vida consagrada, especialmente el deseo de orar por la Iglesia y los sacerdotes. El 25 de diciembre de 2007, realicé una consagración privada a Dios, acompañando a mi madre, que estaba enferma. Desde entonces mi vida fue un servicio silencioso y continuo a Dios. Ahora, con esta consagración pública, esta entrega se formalizó dentro del Orden de Vírgenes Consagradas.
¿Qué diferencia hay entre una consagración privada y una pública?
La consagración privada es un acto personal, puede ser acompañado por un sacerdote, pero es un compromiso entre uno y Dios. En cambio, la consagración pública implica el reconocimiento de la Iglesia. Uno manifiesta su propósito ante el Obispo, quien consagra oficialmente a la mujer como virgen consagrada, al servicio de la Iglesia universal.