Para aquellos aficionados a las adivinanzas intrincadas, ¿podrían unir en algún punto estos nombres sueltos?: el pájaro urutaú de la leyenda guaraní, Vaslav Nijinsky -el gran mito de la danza del siglo XX- Ricardo Güiraldes, autor de la novela gauchesca Don Segundo Sombra, el compositor ruso Igor Stravinsky y finalmente el bailarín argentino Herman Cornejo, que desde hace 26 años forma parte de la compañía neoyorquina American Ballet Theater.
¡Sí!, curiosamente pueden unirse.
Pero vayamos antes a un acontecimiento que ocurrió en el Teatro Joyce de Nueva York este martes 18 de febrero: la presentación de Ánima, una obra creada por la coreógrafa argentina Anabella Tuliano para su compañía Cadabra y que tiene como autor de la idea, productor e intérprete a Herman Cornejo.
Es un ciclo de seis funciones que cierra este domingo 23, con entradas agotadas desde el primer día, y que luego se presentará en la ciudad de Miami.
Volver al pasado
Ahora, para que aparezcan los nombres de Nijinsky, Stravinsky y Güiraldes, hay que remontarse al año 1917, cuando la celebérrima compañía Les Ballets Russes que dirigía Serguei de Diaghilev, se encontraba en Buenos Aires.
Dos años antes -de acuerdo a una investigación de la experta en artes María Elena Babino-, el escritor Ricardo Güiraldes y su amigo Alfredo González Garaño, pintor y coleccionista, comenzaron a elaborar la idea de un ballet inspirado en la leyenda del urutaú. Es la historia de una princesa guaraní y de su amor por el príncipe Cuimbaé. Cuando ella se entera de la muerte, que no era cierta, de su amado, se transforma en un pájaro: el urutaú, cuyo canto es como un lamento.
Güiraldes escribió el libreto del entonces titulado Caaporá y González Garaño creó los bocetos de la escenografía y del vestuario, en los que estaban fundidos, como en el texto de Güiraldes, las raíces indígenas y un lenguaje contemporáneo.

En septiembre de 1917 Vaslav Nijinsky llega por segunda vez a Buenos Aires y se produce lo que suele llamarse “una conjunción astral”: alguien pone en contacto a Güiraldes y González Garaño con Nijinsky, que se interesa –después de resistirse un poco- por el proyecto de Caaporá y se suceden varias reuniones entre los tres.
Esta parte de la historia está contada por Adelina del Carril, la esposa de Güiraldes, aunque quizás sea algo exagerada: Nijinsky tenía una timidez o una reserva proverbiales y hablaba con dificultad todo idioma excepto el propio. Como fuera, según el testimonio de la señora Güiraldes, el trío había quedado en encontrarse al año siguiente en Suiza, donde vivían tanto Stravinsky -a quien querían convencer de que compusiera la música- como el matrimonio Nijinsky. Este encuentro no llegó a producirse.
Cien años más tarde
Algo más de un siglo después Herman Cornejo retoma aquella idea pero no tanto por el interés de la leyenda -aunque tangencialmente también-, sino como un homenaje postrero al gran artista ruso (hoy diríamos ucraniano) de origen polaco.
La obra había sido estrenada en 2022 en el Teatro del Bicentenario de San Juan. Dice hoy Herman desde Nueva York: “Quería que primero fuera estrenada en Argentina; y para su segunda presentación, en esta ciudad que es mi segunda casa”.
Cornejo es prácticamente un ciudadano neoyorquino; hace casi tres décadas que vive allí, donde también nació su hijo que ahora tiene cinco años; su esposa es María José Lavandera, hermana del pianista Horacio Lavandera.

-Continuás como primer bailarín del American Ballet Theater (ABT) aunque siempre tuviste iniciativas propias, ¿no es cierto?
-El ABT es mi base, pero también me atrae hacer otras cosas: o más teatrales como Chéri (nota: una muy bella pieza de cámara de Martha Clark con Alesandra Ferri y Cornejo; se la vio en Buenos Aires en 2012). O más contemporáneas como Ánima, cosas que te hacen evolucionar y te permiten ser parte de la historia de la danza.
-Una pregunta casi siempre ineludible: ¿hasta cuándo querrías seguir bailando?
-Tengo 44 años, me imagino que mi cuerpo tendrá un límite y que iré mutando respecto de lo que baile. No es lo que me ocurre ahora: me siento bien físicamente y Ánima es una forma muy fuerte de bailar, con un gran empuje técnicamente hablando, que funde el lenguaje contemporáneo de Anabella Tuliano con lo que yo sé hacer como bailarín clásico. Lo mismo pasa con la música, en la que se cruzan la composición electrónica del dj Uji y de la compositora Noelia Escalzo, clásica y folclórica.
-La idea de “Ánima” te la había sugerido la periodista Patricia Casañas a partir de aquel episodio de Vaslav Nijinsky de 1917. ¿Qué fue lo que te interesó para crear el libreto de la obra? ¿Aquel antecedente de Nijinsky o la leyenda del Urutaú?
-En una charla con Patricia, hace algunos años, le comenté que me gustaría hacer un homenaje a Nijinsky. Y ella me habló de una nota en una revista muy antigua que citaba aquella conversación entre Güiraldes y Nijinsky sobre la leyenda guaraní pensada para ballet. Por otra parte, yo mismo bailé obras que habían sido creadas para Nijinsky y siento una conexión muy intensa con él.
-¿Y el otro aspecto, el que concierne a la leyenda del Urutaú?
-En 2021 presenté un proyecto en la Universidad de Nueva York, en el departamento de Artes, gané la beca y recibí el dinero y el espacio en la Universidad para investigar qué podría haber hecho Nijinsky con esta idea. Es decir, imaginar que habría hecho.

-¿Y cómo fue ese procedimiento?
-Obviamente, nadie en su sano juicio podría saber qué hubiera hecho Nijinsky hoy a partir de la leyenda. La reescribí trayéndola más hacia el presente, pero con el acento puesto en lo que las culturas guaraníes consideraban importante: la conexión con la tierra y las estrellas y el respeto a la naturaleza.
-¿Cuáles son las obras bailadas por vos que habían sido creadas para Nijinsky?
El espectro de la rosa y Petrushka, que en cierta forma es un retrato del propio Nijinsky: alguien muy desdichado cuyo trabajo es entretener a los demás.
-¿El vestuario de “Ánima” recrea aquel de las culturas guaraníes?
-No, estamos casi desnudos, con apenas una tela transparente como si fuera nuestra piel. Es que me interesa sobre todo dar este mensaje desde el escenario: la necesidad de reconectarnos entre nosotros. En algún momento, la tecnología nos conectó y ahora nos está separando. En la obra, mi amada se llama Yvy, que en guaraní significa “tierra”, y muere. Creo que la codicia está llevando a matar la tierra, lo más precioso que tenemos.
-¿Tu guion se desvía mucho de la leyenda original?
-Se desvía totalmente. Hay transformaciones en los personajes que están en la obra, pero no en la leyenda. Por otra parte, Ánima es la primera parte de lo que quiero que sea una trilogía a través de una evolución de estos personajes.

La tragedia de Vaslav Nijinsky
-Hablabas de una conexión muy fuerte con este artista, ¿en qué sentido?
-En principio, estoy seguro de que no era esquizofrénico, como se lo diagnosticó cuando tenía menos de treinta años. Pondría las manos en el fuego de que no lo era.
-Sin embargo, cuando se leen sus diarios, que escribió mientras estaba internado en hospitales psiquiátricos, se encuentra que tenía su psiquis muy alterada: por un lado, hay muchos pasajes incomprensibles; a veces es muy vulgar y otras veces, muy místico; se refiere a alguien con odio y después lo exalta, habla con Dios, en fin…
-Creo que Nijinsky fue muy abusado. Constantemente. Su madre, cuando él era muy joven, lo “entregó” a Diaghilev, el director de los Ballets Russes. Fue como encarcelado por este hombre, que a la vez creó su fama y de algún modo, lo mató. Después de haber sido expulsado de los Ballets Russes Nijinsky no pudo llevar adelante ningún proyecto propio, porque Diaguilev lo impedía.
Concluye: “Nijinsky sufrió mucho y su vida artística fue muy breve. Como en El espectro de la rosa: es una pieza muy corta que termina con ese gran salto del personaje, pero como suspendido en el aire, como si no tuviera final”.